El desarrollo de la Copa América ha puesto sobre la mesa la importancia de los foils en todo tipo de embarcaciones. Ya se observó en la edición de San Francisco, donde se utilizaron en los catamaranes AC72 para dilucidar la America’s Cup de 2013. Y esta manera de pensar se ha consolidado en la edición de este año en la Bermuda, con los actuales AC50. El foil es el protagonista. Navegar sin ellos, para muchos, ya parece protohistórico.
El foil entró en la náutica hace décadas. En los dorados años 60 la dinámica clase Moth evolucionó, dicen que por obra y gracia del australiano Frank Raison, hacia un artilugio que basaba su filosofía en esta ‘hoja’ que permitía, -con la velocidad adecuada y el peso correcto-, levitar a la embarcación. Esta clase se convirtió en la adelantada en eso de los foils y quienes optaron en mantener el Moth como casco convencional se quedaron con el Moth Europe, que después, ante la evidencia diferencial de ambos Moth, perdió su nombre de pila para convertirse simplemente en Europe.
La batalla aquellos años dividió a estos aficionados. En principio pareció que se sentenciaba a favor de la visión clásica de la navegación, la del casco flotador, mientras que los forofos del foil emprendieron un camino propio, casi outsider, para hacer volar a su embarcación. Y esta filosofía provocativa ha ido prendiendo más y más. Al principio con pequeñas embarcaciones, tipo Moth. Después, cada vez más, en botes mayores, gracias a las mejoras de materiales, con productos más ligeros y resistentes aplicados a catamaranes, como en la Clase A. Cuando el Kite hizo su irrupción en los mares muchos tomaron su protagonismo. Ahora hasta los grandes monocascos transoceánicos recurren a los foils, si no para elevarse sobre las aguas aún, sí para hacerlos más rápidos y espectaculares, caso de los IMOCA.
En esto de introducir los foils en la vela oceánica se le debe mucho a un visionario como Eric Taberly, con su célebre catamarán Paul Ricard, con el que batió el récord atlántico, reduciendo la travesía en 10 días, en el año 1975. Aunque la nave no despegó del agua, sí abrió el camino para hacerlo años después, y lo consiguió en el 2008 con otro artilugio, el Hidroptere, también catamarán.
El dilema está abierto. Parece claro que la vela espectáculo se respaldará en los foils para ganar adeptos. De hecho ya lleva años exhibiéndose en los campos de regatas más espectaculares. Aparte de la America’s Cup, los organizadores de la Extreme Sailing Series, hace años ya optaron por catamaranes (Extreme 40) para su espectáculo náutico. Y su artífice fue otro visionario del mundo del espectáculo de las regatas, Mark Turner, que introdujo en el circo de la vela los catamaranes con foils. Ahora, Turner, como CEO de la futura Volvo Ocean Race, lo va a imponer en la regata de la vuelta al mundo por etapas. Así lo anunció hace un mes en Goteburgo. La actual tecnología de la vela permite el uso de los foils en casi todo tipo de barco y en las más grandes embarcaciones. Desde los espectaculares monocascos de 60 pies hasta los catamaranes de cualquier tamaño. Y Turner piensa utilizar embarcaciones con foils tanto en las pruebas inport de la V.O.R., con catamaranes, como en las etapas oceánicas, en veleros monocasco tipo IMOCA.
La vela está volcada con los foils. Esta es la tendencia del espectáculo. Lo estamos viendo en Bermudas con los AC50. Lo vemos cada vez más en los campos de regatas olímpicas, como el Nacra 17. Lo comprobamos con los Kite, que cada vez ostentan más ‘apéndices de hoja’ bajo la tabla voladora.
Además los jóvenes regatistas quieren navegar en foils. En un entreno de la clase infantil Optimist, para prepararse de cara el Campeonato de España, un padre me comentaba que su hijo lo que quiere es navegar con foils. Y esta tendencia es la que prende en los futuros regatistas. A embarcaciones como el Laser ya se le añaden foils, rompiendo la estricta norma de la clase. Es un inicio. Con el Moth pasó lo mismo hace ahora cuarenta años. Y de esta clase, creada en el año 1932, surgieron dos tipos de filosofías distintas de navegar, la del Moth y la del Europe. La tendencia parece imparable.
Yo, como dije hace tiempo desde esta misma página, soy de los que creen que la vela no solo es la aplicación del foil. La cuestión es que quien quiera navegar, oír cómo la ola rompe contra la proa y sentir cómo discurre por la obra viva de un barco, siempre le tentará embarcarse a bordo de un casco, simple y limpio, a pesar de que no vuele, ni vaya a una velocidad de vértigo.
Cierto es que en un velero todo lo que no empuja el viento es resistencia y frena. Por ello los foils y su aporte de mínima resistencia al agua, cuando permite elevar al barco, hace que sea tan atractivo navegar con ellos.
Pero navegar sin foils, con un casco hundido en el agua, con el rozamiento que ello comporta, es una sensación tan digna y respetable como la sensación de estar volando, ¡rápido, rápido!, sobre las olas con ellos, con su mínima resistencia.
Una experiencia no anula la otra. A veces también es reconfortante notar la rozadura del barco por el agua, frenando el impulso del viento.
Angel Joaniquet