A primeros de octubre conoceremos el nuevo protocolo que regirá la 36 edición de la Copa América. Entonces despejaremos las dudas sobre el futuro de esta competición. Parece seguro que se navegará en monocasco, eso sí, puede que el nuevo AC disponga de foils, -buena noticia-; puede que los veleros tengan que estar representados por un mínimo de tripulantes del país del club que se presente al reto náutico –totalmente justo, necesario y deportivo-; parece que podrán participar varios desafíos de un mismo país –razonable y ecuánime-; y parece bastante posible que la próxima Copa se dispute en el año 2021 en el Pacífico -después del año olímpico-.
En un comunicado del Emirates Team New Zealand emitido a mediodía del 11 de septiembre se informaba que ‘actualmente hay un equipo de diseñadores, liderados por el coordinador de diseño de ETNZ, Dan Bernasconi, que trabaja en varios conceptos de monocascos extremos que ayudarán a dar forma a la Regla de la Clase AC36’.
Es la mejor noticia náutica que me ha caído últimamente. Se abandonan por fin los experimentos cibernéticos, aeronáuticos, geopolíticos y financieros impulsados por Larry Ellisson, y esta vieja competición vuelve a las esencias. O eso parece. Otro asunto importante, que no fundamental -pero que indica un síntoma claro de cambio de rumbo- es que las regatas se disputarán en aguas cercanas a las del club defensor de la Copa, como siempre se hizo, excepto en Valencia al no contar el equipo del Société Nautique de Genève con agua de mar, y en la última Copa, donde el defender de San Francisco optó por irse a las Bermudas a perder la Copa. Con ello, los clubes toman protagonismo de nuevo.
Tendremos Copa en la antípodas, -en cierto modo queda un poco lejos de nuestros mares-, pero en el fondo creo que ésta era la idea primigenia de quienes crearon esta regata. La base del Emirates Team está en Auckland. Por ahora las antípodas es el mejor lugar para preservar este Santo Grial, lejos de la contaminación del hemisferio boreal. Los clubes del norte tendrán ocasión de intentar traérsela a sus lares, en competición sana y abierta.
Después de aburrirme soberanamente -¡cuando quería y le daba la gana a nuestra polideportiva RTVE!-, contemplando las mangas de la pasada Copa en la Great Sound de Bermuda, con unos match que muy poco tenían que ver con los match race habituales, vividos en anteriores ediciones de la Copa America; después de no sorprenderme ya en la evolución y velocidad – la novedad nos vino cuando el espectáculo que se vio en la edición 34 en San Francisco – que tomaban los multicascos protagonistas de la prueba –incluso hubo un día, sin viento, que los vi patéticos-, tengo ganas de disfrutar de nuevo al contemplar un auténtico match race, con ‘clasicos monocasco’ en lucha.
No tengo nada contra los multicascos. Pero creo que la esencia de la Copa América es precisamente la lucha barco contra barco, y para esto, el monocasco está perfectamente diseñado para ello. No hay que inventar nada ni hacer experimentos estrafalarios.
Esta alegría de volver un poco a las esencias de la Copa se la debemos también a otro clásico de esta competición. Y quiero darle las gracias. Patrizio Berilli, armador del Prada y del Luna Rossa, confirmó esta realidad en Porto Cervo (Cerdeña), con motivo de la Maxi Yacht Rolex Cup disputada en Costa Smeralda, que no tuvo ningún inconveniente en comunicar que, como Challenger of Record, recomendó a los kiwis volver a los monocascos.
Sin duda esta sugerencia fue acogida con júbilo por parte de los neozelandeses, porque en el fondo ellos también siempre creyeron -y creen- en la fórmula del ‘clásico monocasco’ en la Copa. Para volver a esta esencia los kiwis han derramado sangre, sudor y lágrimas para arrebatársela a Ellisson. Incluso tuvieron que comulgar con ruedas de molino, para adaptarse a las caprichosas exigencias del multimillonario norteamericano y someterse con dos ediciones esperpénticas para recuperar la jarra.
A pesar de lo insostenible que era poder retar y estar a la altura del cibernético empresario, que compró un club en San Francisco para poder jugar en la Copa America, los kiwis, en un esfuerzo titánico, – tanto humano, deportivo como financiero- han reconquistado el aguamanil de las 100 guineas.
Sí. Hoy por hoy los hombres del Squadron me parecen los mejores guardianes para conservar las esencias de este relicario náutico.
La otra buena noticia de toda esta pesadilla que arrastramos los aficionados de la vela desde la pasada 33 edición de la Copa America, es que Larry deja definitivamente su caprichoso deseo de entrometerse en esta competición. Pero prefiero no decir nada, aún sobre este asunto.
Angel Joaniquet