Cada vez hay más artilugios con ruedas impulsados por velas. Por lo menos esta es la sensación que tengo. En área del Fòrum, en Barcelona, cerca de donde está precisamente la Federación de Vela, se ven cada vez más en las explanadas ‘deconstruidas’ de esta zona, a la espera de una asignación urbanística definitiva de la costa de Barcelona, decenas de carros impulsados gracias a una vela. Van veloces y te das cuenta que el viento es el elemento propulsor más sostenible y ecológico que dispone la humanidad.
Hace miles de años que esta evidencia se puso en práctica, y en la historia del transporte marítimo, el 99 por ciento de su calendario se basó en una propulsión sostenible, ya fuera por la fuerza humana, (caso del canoismo y del remo), o aprovechando la fuerza limpia del viento, con la incorporación de la vela a lo que llamaron naves. En los amplios espacios abiertos del mar, hace que la navegación a vela sea fácil y segura. En las zonas acotadas terrícolas puede que las limitaciones de espacio haga más complicada la circulación de estos artefactos, pero no la hace imposible. Es evidente que para el transporte en general estos artilugios eólicos no son de recibo, pero para la diversión y el entretenimiento, son un gadget que cada vez tira más.
Estos días he estado en la isla de Mallorca, isla náutica por excelencia, tanto por su gran número de aficionados a la náutica como por ser uno de los mejores escenarios para navegar y disfrutar del mar, en todas sus vertientes. Un paisano me comentó que ‘en eso de la vela, con el tiempo, la que imperará será la vela terráquea, es decir, la que utilizan carros con velas para correr por grandes explanadas’. Sustentaba su argumento diciendo que es más fácil practicarla y por ello ganará con el tiempo afición y seguidores. Mi interlocutor, sabiendo que soy de vocación náutica, o acuática, pensaba que su insinuación me provocaría una reacción en contra, y que defendería a toda costa, contra viento y marea, la vela como arte de navegar, pero le dije que sí, que eso de la vela terrestre es una experiencia que en muchos lugares ya se practica, que me gustaría subir a un artilugio de estos, e incluso le dije que sé que desde la década de los años 60 se realizan concentraciones y campeonatos en varias partes del mundo, como en América, Nueva Zelanda y Australia.
Vio que me enzarzaba en una temática que a él le gustaba, y me informó que el Land Sailing (que muchos definen en nuestro país como el carrovelismo) está tomando mucho auge en España y me señaló que precisamente en Mallorca, el próximo año 2018, tendrá lugar en Benissalem el campeonato del mundo de una modalidad de carrovelismo –el blokart – que se disputará del 22 al 27 de octubre de 2018. Esta especialidad de ‘landsailing’ se diferencia de otras en que el carro cuenta con un volante, lo que le hace más carro, y menos nave. El año pasado Barcelona ya acogió Spanish Blokart Open, una prueba que dio a promocionar esta práctica.
Un punto de atracción para muchos aficionados es que estos carros de vela pueden alcanzar velocidades cuádruples a la velocidad del viento real, dado que a la velocidad de presión de éste se le suma de forma progresiva la velocidad propia del carrovela, dando como resultado final un viento aparente tres veces superior. Como detalle Ginnes, señalar que el récord de velocidad absoluto de un ‘landsail’ es de 202,9 km/h, realizado en el lago seco de Ivanpah (California) en el año 2009 por Richard Jenkins. Aunque lo normal, si eres simplemente un practicante no deportivo, es no subirse a bordo con vientos de más de 15 nudos (con ellos ya puedes alcanzar velocidades de hasta 40 km/h). Suficiente para descargar todo tipo de adrenalina almacenado en la oficina.
Confieso que me atrae esta modalidad de vela. Todo lo que impulsa el viento me apasiona, pero veo algunos inconvenientes, como el no poder disfrutar del agua, del mar, una componente para mí importantísima. Tener contacto directo con el agua, poderse uno remojar con las salpicadas de las olas, es una experiencia que sólo quienes navegamos por agua sabemos comprender. También pienso –y me horrorizo- que una volcada de un vehículo de vela, en mar, no es tan traumática, traumatológicamente hablando, que una volcada a cierta velocidad sobre un duro suelo de arena, de piedras o cemento. Pero estos inconvenientes no le quitan emoción a eso de impulsarse bajo ruedas con una enorme vela.
La aventura del Land Sailing tiene algo similar a la aventura del Sea Sailing. Sobre todo si se practica en amplios espacios abiertos. En tierra, en desiertos infinitos, como los lagos salinos resecados Perú o Bolivia, las tierras áridas o estepas de hierba africanas, en el Gobi en Asia, las grandes extensiones de playas atlánticas europeas, endurecidas por la bajada de la marea, en Nueva Zelanda o Australia, incluso en nuestra casa, en algunas zonas de Fuerteventura, en Tarifa o en circuitos urbanos como el comentado del Fòrum de Barcelona o Benissalem.
En definitiva. Una vela de terrícolas, que sin duda atrae también a los velistas del agua.
Angel Joaniquet