Supongo que este apelativo, “vampiro de la vela” proviene de la presión mediática que se generó en el complicado mundo del ciclismo, disciplina deportiva que se convirtió tristemente célebre por la actuación de estos personajes en controlar, con mucho tino, los sofisticados engaños que ciertos desalmados, inmersos en el entorno deportivo, manipularon a muchos estamentos.
A pesar de las modas neogóticas y la simpatía que últimamente despiertan estos personajes literarios inspirados en el conde Drácula, llamar vampiro a alguien que vela por la equidad entre deportistas, y delata quién engaña a sus contrincantes, es un despropósito. Nunca he entendido este calificativo hacia estos servidores de la sanidad deportiva y solo es comprensible esta aversión para aquel que tiene algo que ocultar y no desea la presencia de estos personajes.
Evocar la figura de un vampiro te sugiere, a priori, la idea de un espectro o de un cadáver viviente que va por las noches a chupar la sangre de los vivos. Te imaginas a un ser hematofílico, ansioso de sangre. Piensas en transfusiones, brebajes, en seres patológicamente enfermos, deseosos del rojo líquido vital.
Y no. Estos personajes, apelados como vampiros –compruebas- son unas personas correctas, nada siniestras. En el caso al que me refiero, ni tan siquiera tocaron sangre, sino que analizaron orina. Son profesionales que esperan, displicentes, la llegada de los deportistas, para hacer con ellos su cometido encomendado.
El estereotipo está muy lejos de la realidad. De lo imaginado. No chupan sangre, no tienen colmillos, ni van trajeados con frac negro. Al contrario, van en pareja, van con ropas cómodas, de lo más informal. No son distantes, aunque ‘evitan el trato familiar’ con el entorno que les ha tocado vigilar, propio de un funcionario que va a fiscalizar.
A lo que íbamos. Tuve ocasión de ver actuar a estos sanitarios de la AEPSAD (Agencia Estatal de Protección de la Salud en el Deporte), y a pesar de ser parcos en palabras y debido a que el deporte de la vela es el deporte de las largas esperas y de la imprevisibilidad de saber cuándo se acaba la prueba, no tuvieron más remedio que matar horas al tiempo y pasar parte de su estancia en el bar del club.
Allí tomaron unos cafés, y ante mi curiosidad, quise saber algo sobre su cometido. Nada me dijeron. Una cuestión rutinaria. Supuse. Totalmente ordinaria. Nada extraordinaria. Sin importancia. Es decir normal y habitual en el mundo del deporte. Velar para que no se hagan trampas entre los deportistas con el dopaje. Yo, personalmente, nunca había topado con ellos. E intenté confraternizar… Sacarles unas fotos… Pero muy correctos me señalaron que no permitían que se les hicieran fotos, ni tan solo pude sonsacar algunas curiosidades, que como periodista siempre me han preocupado sobre el tema del dopaje.
He sabido que el deporte de la vela es de los deportes con menos inspecciones, porque se le considera de los menos problemáticos. Como siempre ha habido algunas excepciones, como comentamos en un artículo pasado, pero son casos muy excepcionales. Y cuando se ha detectado alguna irregularidad, no ha sido por casos de productos estimulantes, ergogénicos, por substancias estricnínicas, de eritropoyetina (el conocido EPO) sino por sustancias que más que activar la actividad física corporal, por contra, la relaja, como es el caso del psicotópico más detectado en estos deportistas, el cannabis, un inhibitorio que más que estimular, dispersa, relaja y adormece.
No hemos de ocultar que algunos practicantes de los deportes acuáticos, entre ellos el de la vela, por su cualidad de ser un deporte al aire libre, por temas de modas o hábitos sociales estereotipados, son consumidores de este tipo de drogas.
Por lo que deduje de la presencia de estos vampiros, las infracciones por dopaje que se detectan en vela no son por transfusiones de sangre, tipo EPO, ni por sustancias del tipo de los asteroides, las anfetaminas, el propranolol, la testosterona o la pemolina. El objeto del delito buscado en estos deportistas es encontrar residuos de cannabis, que queda almacenado en el tejido adiposo del cuerpo durante meses y que es descubierto en las muestras de orina.
Hace años se detectó en un campeonato de España de vela a varios jóvenes deportistas con muestras de cannabis. Las autoridades federativas actuaron contundentemente contra estos casos. Un ‘inocente porro’, posiblemente fumado meses atrás en una ‘inocente fiesta’ dio al traste con la trayectoria de unos excelentes deportistas. Una sustancia catalogada como dopante, que no beneficia a los deportistas, ya que ni tan siquiera les facilita mejores éxitos deportivos por su efecto inhibitorio, es la gran buscada en nuestro deporte.
Lo positivo de toda esta historia, y que evidencia la buena conciencia de los deportistas, es que los resultados de los cinco análisis realizados dieron todos ‘negativo’. Un síntoma de la buena salud en un deporte, como la vela, a veces olvidado hasta por quienes tienen que velar por la buena marcha del deporte. El dopaje, sea cual sea el tipo y metodología usados, es un engaño. Una falta de ética y de respeto hacia los rivales. Por ello, la presencia de estos sanitarios de la agencia antidopaje, en una regata de vela, demuestra que la administración deportiva tiene un respeto hacia estos regatistas. Que se les considera y merecen la atención de los controles, tal como sucede en otros deportes, más mediáticos y con más seguidores.
Por ello, por el bien del deporte y de los propios deportistas, ¡bienvenidos los vampiros!
Angel Joaniquet