“Imagínate que pudieras monitorizar no sólo a la tripulación, sus conversaciones y movimientos, sino también su ritmo cardiaco, sus condiciones de salud, la tensión en las velas, las velocidades, o los ángulos de navegación. Y elegir la cámara desde la que quieres ver la acción”. Lo que Chris McLaughlin, Vicepresidente de Relaciones Exteriores de Inmarsat, invita a imaginar, podría ser realidad en 10 años.
La Vuelta al Mundo será un evento cada vez más cercano y en directo gracias a la penetración de la red de comunicaciones satelitales de alta velocidad Inmarsat en el océano Atlántico y el Pacífico. Periodistas, alpinistas, aviones y mercantes entre muchos otros también se beneficiarán de ello.
La compañía patrocinadora de comunicaciones satelitales de Volvo Ocean Race puso en órbita el pasado 1 de febrero, desde el cosmódromo de Baikonur (Kazajistán), un nuevo satélite sobre el Atlántico. En aproximadamente dos meses le seguirá otro, sobre el Pacífico. Ambos forman parte de la red de banda ancha de alta velocidad Global Xpress, un programa de 1.600 millones de dólares cuyo primer satélite fue puesto en órbita en diciembre de 2013, sobre Europa y Oriente Medio. Ahora le toca su turno a las dos superficies de agua más grandes del planeta. Y todo ello podría revolucionar las comunicaciones personales, el mundo de los negocios, y en este caso, las retransmisiones deportivas.
Para que nos hagamos una idea, el procesador del Apollo que llegó a luna tenía una capacidad de 32 kb. “Hoy en día un Volvo Ocean 65 tiene 0,5 MB por segundo, y con la red Global Xpress, podría llegar a 50MB por segundo”, explica McLaughlin. “Si para la próxima edición podemos desarrollar los terminales y el equipo necesario, entonces podríamos tener imágenes en directo desde los barcos como sucede en la Formula 1”.
No sólo la Volvo Ocean Race, sino periodistas, alpinistas, aviones y mercantes entre muchos otros se beneficiarían de todo ello. En el Network Operations Center –Centro de Operaciones de Red- de Inmarsat en Londres un equipo vigila 24 horas al día, y siete días a la semana, que todos aquellos que solicitan sus servicios los reciban sin incidencias. “Desde 2004 hemos puesto en órbita satélites por valor de 3.000 millones de dólares, a 36.000 kilómetros de la tierra”, ilustra el ejecutivo de Inmarsat.
En magnitudes más ‘asequibles’ para el público en general, esto equivale a decir que cualquier persona u objeto equipado con una antena que permita transmitir y recibir datos a, y de la red Inmarsat, puede estar conectado con la misma y, por ende, con el resto del mundo. Y desde prácticamente cualquier rincón del planeta. Según McLaughlin, “allá donde hay una antena compatible, sea la FleetBroadband en la popa de un Volvo Ocean 65, una SwiftBroadband de un avión, un terminal BGAN en tierra, puede haber conectividad con nuestra red de satélites”.
Monitorizan el mundo, y se sienten, en sus propias palabras, “el ángel de la guarda de la Volvo Ocean Race”. Así los debió percibir el propio Chris Nicholson cuando, gracias a su IsatPhone 2 –teléfono satelital de Inmarsat-, pudo comunicar desde un islote en medio del Océano Indico tras embarrancar, qué les había sucedido y cómo se encontraban.
Incluso en el Pacífico Sur, una de las zonas más remotas y menos pobladas y transitadas del planeta, que la flota atravesará en la etapa 5, habrá conectividad Inmarsat. “La Volvo Ocean Race ilustra como nadie lo que podemos llegar a hacer en esas zonas del planeta”. Y cada vez más rápido.
La próxima etapa entre Sanya (China) y Auckland (Nueva Zelanda) tendrá lugar este domingo, 8 de febrero, a las 0700 hora española. Un día antes, el sábado 7 de febrero, a la misma hora, tendrá lugar la costera de Sanya.