El hermetismo en el mundo de la náutica es más oscuro que en el de las propias cancillerías internacionales. Poco ha transcendido sobre los motivos de estas ausencias y poco sabremos del valor real de estas decisiones. Si se tratara de políticos, futbolistas, celebrities o influencers, sabríamos ‘con pelos y señales’ las causas reales de sus dimisiones, abdicaciones, abandonos, o ceses. Pero en este caso nos hemos quedado bastante a medias.
Sobre las causas del porqué ‘Chuny’ Bermúdez decidió no navegar otra Vuelta al Mundo, Simeon Tienpont, líder del Azko Nobel -que lo fichó el pasado mes de mayo- saldó con el asunto señalando que se lamentaba de perder a alguien tan experimentado como ‘Chuny‘ y agradeció su ‘increíble contribución en el desarrollo del equipo’ en los cuatro meses escasos que estuvo con ellos. Pocos detalles más a nivel oficial, la verdad.
En relación con el caso Turner la retirada parece más interpretable. Esta baja es significativa y pone en cuestión muchas cosas de la Volvo Ocean Race. Afecta a la misma organización del conglomerado VOR, organizador de la prueba, y toca en el disco duro del futuro de la regata.
Se pueden intuir los motivos que le han llevado a la dimisión, pero no se sabe nada oficial al respecto. Lo cierto es que la pérdida de Mark Turner es un duro golpe de cara la futura credibilidad de la regata, y un aviso para navegantes de lo que puede pasar con la mastodóntica estructura de la VOR con respecto a las futuras expectativas de desarrollo.

La grandiosidad de la VOR, su proyección, los grandes movimientos de capital, intereses de astilleros y pocos barcos en la línea de salida, han puesto en crisis el proyecto de Turner. La prueba no despega, a pesar de la aparatosa maquinaria financiera y de marketing desplegado edición tras edición. Y la nueva propuesta faraónica de Turner, basada en la renovación de monocascos con los Super60 y la futura entrada de los multicascos 30 pies, ha entrado en cuarentena.
Parece que los ejecutivos, liderados por Henry Stenson, presidente del consejo de dirección de Volvo Ocean Race, -que depende financieramente de las matrices Volvo Group y de Volvo Cars- han dicho basta.
Lo que vendrá ahora es una gran incógnita. Evidentemente la función circense de la vela continuará este año. Se cubrirá el calendario previsto. Pero creo que la abdicación de Turner, que fue fichado como aro salvavidas para reactivar precisamente la Vuelta al Mundo a Vela, puede hacer mucho mal a este evento.
De entrada se pierde en credibilidad futura. Lo buscaron para dinamizar la prueba, renovarla y darle proyección de cara a los próximos años. Fue la gran apuesta de recambio cuando en junio del año pasado Henry Stenson confió en él para dar un aire nuevo a la regata.
Lo cierto es que la Vuelta al Mundo a Vela con tripulaciones y por etapas hace tiempo que ha perdido el rumbo. Ya nada queda de aquella heroica prueba donde barcos y hombres salían al océano con el simple amparo del apoyo de una marca de cerveza, y cuya única norma era dar la vuelta al mundo con tres escalas en el océano austral, dejando por babor cabo de Hornos.
Demasiados experimentos en las últimas décadas, convirtiéndola en un escaparate donde ‘mil y un sponsors’ exhibieran sus vanities en el mayor número de puertos posible, combinando regatas costeras con las de largo recorrido oceánico, y fabricando rutas ‘antinatura’ para la navegación eólica. La regata se ha hecho demasiado complicada a pesar del farisaico ‘esfuerzo’ en simplificarla en esta edición, no rula.
Turner diseñó para el futuro de la VOR una fórmula revulsiva para convertirla en la gran regata, en el espectáculo náutico por excelencia de la próxima década. Pero, según parece, sus responsables financieros han detectado que en su opción para revitalizarla el remedio era peor que la propia enfermedad.
Su apuesta de futuro, presentada el pasado mes de mayo en Goterburg, no ha gustado a los dirigentes, y han obligado a Turner a abandonar el barco.
Dicen que con la ausencia de Turner la presente edición de la Volvo Ocean Race no quedará afectada. Se ha querido quitar fuego a su renuncia. Es cierto que en el ‘día a día’ su ausencia no ocasionará ningún perjuicio.Todo el evento está ‘programado’ y no afectará para nada al desarrollo de la prueba a lo largo del año. Pero la imagen de la organización ha quedado severamente tocada. Se vislumbra crisis. Y lo malo es que el síntoma no muestra una crisis de crecimiento, sino una anemia de concepto y sostenibilidad de la misma prueba.
Angel Joaniquet