Llegados desde todos los rincones de Galicia y con una gran presencia asturiana, pero también procedentes de Francia o Irlanda, la I edición de la “Travesía Náutica Xacobea” ha logrado revitalizar la peregrinación marítima que alcanzó las mayores cotas de expansión en la Edad Media.
Un total de 40 embarcaciones, entre ellas las goletas “Nieves 4” y “Nauja”, con casi 250 participantes recorrieron durante el último mes y medio más de 1.700 millas náuticas (1.500 la versión Sur-Mediterráneo, desde Girona, y 280 la Norte-Atlántica, desde Avilés) para confluir en Santiago el pasado 12 de julio. La iniciativa organizada por la Asociación de Clubes Náuticos de Galicia (Asnauga), responsable de la organización, tuvo como eje principal el VIII Centenario de la Peregrinación de San Francisco de Asís a Compostela, que se conmemora en Galicia desde mediados de 2013 hasta mediados de 2015, y contó con la colaboración de Turismo de Galicia.
Uno de los participantes en la travesía, el escritor asturiano José Luis Conty, autor de “Los caminos del agua” y patrón del “Roatán”, explica los orígenes de esta ruta. “El primer relato escrito data del siglo VII y en él se describe cómo los monjes irlandeses que llegan a Galicia fundan el monasterio de Santa María de Bretoña, cerca de Ribadeo, y del que aún se conservan restos”, apunta. Habría que esperar varios siglos hasta encontrar al que se considera como el viaje pionero de los peregrinajes por mar.
“La primera peregrinación marítima a Santiago de la que hay constancia data del año 1102 cuando San Godric de Finchale, un cruzado, mercader, peregrino y pirata visitó Santiago volviendo de las Cruzadas”, señala antes de indicar que este tipo de viajes fue en auge con el paso de los años. “Desde entonces y hasta finales de la Edad Media, llegaron a Galicia barcos escandinavos, flamencos, ingleses, escoceses, irlandeses…”, añade. Condiciones duras, insalubres, temporales y piratas acabaron por dejar en desuso al conocido como “Camino inglés”.
Viaje “inolvidable”
“Este viaje no lo olvidaré en mi vida”. Esta es la frase que más se repetía la tarde del 12 de julio en las calles de Santiago. Los peregrinos apuraron las últimas horas de su ruta con un recorrido en catamarán por el río Ulla –después de que las versiones norte y sur se uniesen en Cabo de Cruz (Boiro) el día anterior– y las visitas a la iglesia de Padrón, al convento de San Francisco y a la Catedral de Santiago, donde asistieron a la tradicional Misa del Peregrino. “Muchos pensarán que ha sido un viaje de placer, pero puedo asegurar que ha sido duro y a lo largo de estos días ha habido momentos complicados”, afirma una de las más jóvenes participantes.
Y es que el mar puso a prueba a todos los viajeros, especialmente a aquellos que no eran experimentados navegantes. La Costa da Morte, con vientos de hasta 40 nudos y olas de casi cuatro metros, fueron el principal hándicap. “Los peregrinos también sufren en tierra y aquí no iba a ser menos”, recordaba una y otra vez Albino, el comodoro de la flota y encargado de coordinar las entradas y salidas de puerto. La ruta del Mediterráneo, con salida el 15 de junio, también debió superar el complicado obstáculo de ascender la costa portuguesa y plantarse en Arousa a tiempo para visitar al Apóstol Santiago.
A cambio, la espectacularidad de la costa gallega, con sus imponentes acantilados y sus amables rías, fue un regalo para los ojos de los peregrinos. Desde la majestuosidad de Estaca de Bares, Ortegal, Prior, Touriñán, Vilán y Fisterra hasta el perfil suave de Monte Louro, las islas de Sálvora y Ons, Areoso y Cortegada. Por el norte, Ribadeo, Viveiro, Ares, Camariñas, Portosín, Ribeira y Cabo de Cruz, acompañados siempre por los delfines; por el sur, Toulon, Mallorca, Málaga, Cartagena, Punta Umbría, cabo San Vicente, Cascais, Oporto, Cangas y Portonovo.
El premio fue triple. No solo la Compostela, para todos aquellos que recorren más de 90 millas náuticas (144 kilómetros), sino también la Cotolaya, nuevo distintivo de la orden de San Francisco de Asís para sus peregrinos, y la Traslatio, tras ascender por el Ulla rememorando el viaje del Apostol Santiago.
Personas con discapacidad
El buen ambiente que reinó a lo largo y ancho de la travesía queda demostrado en el ejemplo del barco “Laión”, el famoso ketch que incautó el juez Baltasar Garzón y cedió a la Confederación Gallega de Minusválidos (Cogami). Gracias a su proyecto Gavea (Galicia Vela Adaptada), el velero recorre la costa gallega embarcando en cada puerto a personas con discapacidad física y psíquica. Desde Ribadeo hasta Cabo de Cruz, el patrón, Ramón Acuña, y voluntarios de la asociación, como Carlos o Clara, cumplieron el sueño de muchos de ellos.
“No te puedes imaginar cómo se lo pasan, son felices y para nosotros es la mejor satisfacción que nos podemos llevar”, asegura Acuña, presidente del Club Náutico de Ribadeo. La búsqueda de fondos económicos para los desplazamientos es siempre el principal hándicap, pero tal y como explica Carlos todos los esfuerzos reciben su recompensa. “Aprendemos mucho, de su fuerza por vivir, de su manera de ser, embarcarme con ellos son las mejores vacaciones que pueda tener”, mantiene.
La entrega de acreditaciones en el hotel Puerta del Camino, en Santiago, fue el colofón a unos días de navegación dura y divertida, amena y absorbente, una experiencia única durante los últimos cinco siglos.