Ha llegado el momento más esperado de la temporada: preparar las vacaciones a bordo para ausentarnos unas semanas. Habrá que pensar en la singladura a realizar, el conocimiento previo de puertos y calas donde recalar, la comida, la ropa, revisar el estado del barco y considerar, naturalmente, la presencia de niños (en este caso nos centraremos en los que tienen entre 8 y los 11 años) que además han querido invitar a unos amiguitos para hacer pandilla.
Porque los niños también cuentan y de nosotros depende que cojan el gusto por la navegación y el mar o viceversa. Si queremos que nuestro crucero veraniego sea un éxito para todos, debemos considerar y pensar mucho en los niños para que todo vaya como la seda.
Los preparativos
Pensar en ellos es pensar en nosotros
Y es que los preparativos generales no creemos que deban girar necesariamente en torno a los niños. Simplemente a la hora de hacerlos debemos pensar que habrá “gente menuda” a bordo, pensando que la mejor garantía de una convivencia de éxito es que disfruten tanto o más que nosotros. Por decirlo de una forma más clara: ¡preveamos las cosas de los niños en beneficio mutuo!
Es por eso que para alcanzar la máxima paz social a bordo os ofrecemos unos consejos, algunos obvios, otros probablemente no tanto, sobre la vida a bordo con niños. En esto, como en todo, debe imperar básicamente el sentido común.
Una convivencia tranquila a bordo es fundamental para el normal desarrollo y el pleno disfrute de las vacaciones. Si ya es difícil hacerlo entre adultos en un espacio reducido, imaginaros lo que puede suponer añadir a la tripulación tres o cuatro mequetrefes de edades similares. Por lo general, la recomendación, especialmente entre los adultos, que somos los que tenemos una conciencia clara sobre la importancia de ello y el poder de controlar la situación, es que debemos ser lo menos quisquillosos y estrictos posibles (o al menos que no lo parezca) con los críos. Eso no significa dejarlo pasar todo, se trata de ponernos “duros” en lo verdaderamente importante y no malgastar energías y provocar enfados o malas caras por aspectos no trascendentales. Recuerda: antes de dar un grito de atención a los niños, coge aire, valora la situación rápidamente y procede intentando no llevar las cosas al límite.
Centralizando la autoridad
Para minimizar gritos o enfados futuros y que los niños hagan caso, es importante, a la hora de zarpar, ganarnos su confianza con una charla en la bañera. En ella deberemos dejar claro que únicamente una persona será la que mande en los aspectos que atañan al barco, que suele ser el armador o patrón. De hecho, centralizar la autoridad en una persona que no se conoce tanto como a los propios padres, es una forma de descargar a éstos de esa responsabilidad a bordo, y de que los niños obedezcan sin oponer gran resistencia. Este planteamiento no deja de ser el principio consabido por todos de que los niños suelen comportarse mejor en casas ajenas que en la nuestra propia.
Ello no significa que los temas meramente educativos los deba abordar el patrón, pero si puede “cuadrar” o “poner firmes” a la tropa infantil con su autoridad en aspectos organizativos y de comportamiento general en el barco. Eso sí, los padres deben ser cómplices de esta autoridad, indicando inequívocamente que “quien manda en el barco es el capitán, y que los demás tienen que obedecer”.
En la charla, que será distendida y no muy larga, con todas las explicaciones a los “porqués” a que nos van a someter, sería conveniente que estuviera toda la tripulación al completo para mostrar que todos -aunque realmente ello no sea estrictamente así- estamos en el mismo escalafón jerárquico en cuanto a las atribuciones que se pudieran asignar a cada uno.
Bueno, basta de teoría y seamos más prácticos:
¿Cómo hacer que disfruten?
Haciéndoles partícipes de los quehaceres de la navegación y, en general, de la vida a bordo. Les asignaremos tareas fácilmente asumibles por los chiquillos, como mantener un orden en sus camarotes con sus ropas o centralizar el equipo de buceo siempre en un mismo sitio tras su uso; se trata de que el orden que exigimos en casa se traslade también al barco. No obstante es conveniente hacerles participar en las cosas divertidas; así por ejemplo, no nos cuesta nada establecer turnos a la rueda en trayectos cortos, aunque el barco no pare de hacer guiñadas (seamos pacientes), o que se turnen en levar el ancla con el mando del molinete. Detalles de “por favor” ¿podrías dar un poco más de gas al motor, o le puedes dar un poquitín al winche? (especialmente en los eléctricos) les hace sentir importantes, útiles y, en el fondo, felices. Si no saben exactamente cómo hacer las cosas y titubean, es mejor explicarlas y que las hagan a su ritmo, en vez de hacerlas nosotros mismo delante de ellos “para acabar antes”. Contribuirá a su confianza ya que ellos también son capaces de hacer las cosas.
¿Cómo hacer que se callen un rato?
¡Imposible! Mejor ser pacientes o largarse al chiringuito de la playa dejando, claro está, a un adulto a bordo. Si nos da pereza irnos con el tender, mejor jugar con ellos para que el barullo no vaya a más. Cuando una persona mayor se implica en los juegos infantiles acostumbran a estar más organizados y en orden, consiguiendo un poquito de calma por un rato.
¿Cómo vencer el aburrimiento?
¡Me aburro! Suele ser habitual cuando llevamos ya varias horas fondeados. Honestamente, creemos que los niños tienen que vivir momentos de aburrimiento alternados con otros que no lo sean. Cada vez más los pedagogos inciden en que los momentos de aburrimiento forman parte del aprendizaje de la vida. Los niños deben acostumbrarse a gestionar este tiempo sin frustrarse, para buscar alternativas que le pongan remedio, pero con calma, sin la ansiedad que suelen mostrar. Se entiende que no debemos hacer que los niños se aburran deliberadamente, simplemente es mejor no darle mucha importancia cuando eso suceda. Que no se aburran demasiado es una cuestión ya de la habilidad que tengan los mayores en proponer actividades.
Lo ideal es fomentar la actividad en grupo, porque así ellos mismo se retroalimentarán, dejando ya en segundo plano la iniciativa del adulto: desde concursos de dibujo, a dejar caer un sedal por la borda, o ir de investigadores a tierra con la auxiliar, todo vale para estimular una cierta actividad. Desde luego creemos que es más provechoso combinar actividades o retos que estimulen a los niños a bordo con actividades externas que caer en la tentación de enchufar el DVD, cosa que nos podremos reservar para otros momentos más críticos en que necesitemos una paz social con urgencia.
¿Cómo entretenerlos?
Lo normal es que un grupito de niños se entretenga prácticamente solo. Pero a veces ocurre que los juegos se les “acaban” y es entonces cuando algún mayor ha de proponer una actividad o algún juego concreto. Recordemos que en un barco, cualquier excusa se le puede otorgar un carácter de actividad o juego.
Cuando los niños lleven ya mucho rato a bordo, debemos saber encontrar el momento de irnos con el tender a darnos una vuelta “de investigación” científica o en busca de las grutas “donde los piratas escondían sus tesoros”. Dejemos también que lleven ellos un ratito el fueraborda aunque no sepan mantener un rumbo perfecto y… ¡demos vueltas sobre nuestro propio eje! Los auxiliares que poseen la posibilidad de una vela son una excelente válvula de escape para aprender a navegar solos. Desembarcar en cualquier punto e ir a merodear por la zona suele relajarlos mucho porque, recordemos que los niños necesitan espacio.
Si no se desea salir del barco es hora de sacar los juegos de mesa que hayamos previsto antes de la partida: el parchís, el Juego de la Oca, el Party, o el Trivial son válidos para todos; también las cartas o muchos lápices de colores y papel para pintar o escribir. Suelen funcionar muy bien los concursos de dibujos, los juegos de adivinar películas por gestos, etc. Incluso se podría proponer crear entre todos una mascota con materiales propios de a bordo y del equipamiento que llevamos… Alternándolos podremos conseguir una provechosa armonía.
Las chicas son más propensas a llevar al día un diario personal de abordo que siempre podemos sugerir que le dediquen un tiempo fijo… Juegos de mesa como el incombustible Monopoly, damas, etc surten efecto inmediatamente y todo el mundo se apunta aunque, en realidad, los juegos que más triunfan son los relacionados en las actividades al aire libre que nos inventemos.
¿Cómo plantear las horas muertas?
Las horas muertas están directamente relacionadas con un aburrimiento… ¡aparente! Aunque a veces no nos lo expresen directamente pasan de un estado inicial de aburrimiento a una abstracción, ya sea pululando por el barco, murmurando una cancioncilla o hablando solos “en sus fantasías” en un rincón. Suelen ser momentos en que el chiquillo o no tan chiquillo busca su momento de intimidad, evadirse de algún modo del mundanal ruido del barco y de la actividad general. En determinados momentos parecen pedir un respiro como diciendo ¡dejadme un ratito tranquilo que aquí estoy muy bien! Respetémoslos y no interrumpamos esos momentos pensando que se están aburriendo. Ya se encargarán ellos de notificárnoslo insistentemente llegado el caso.
¿Cómo hacer que hagan los deberes?
Es una gran idea que los padres acuerden todos en llevarse los deberes de los niños. A esas edades todavía pueden considerarlos pasatiempos. Por tanto, dentro de la más o menos rutina de la vida a bordo, deberíamos poder establecer una hora, a poder ser siempre la misma, para reunirlos todos con lápices, libretas y plumieres para hacer las fichas de matemáticas o lo que toque. Como las edades son diferentes, lo interesante es que todo el mundo termine “su hora de deberes” a la vez. Los más pequeños acabaran antes, pues pidámosles que nos hagan un dibujo, o les añadimos una suma hasta que coincida que acaben junto a los más mayores. Dosifiquemos la hora de los deberes a lo largo de la travesía, ya que esta actividad nos será útil para concentrarnos en otras tareas, y nos será más fácil convencerlos de hacerlos en pequeños ratos y todos a la vez que en un par de días en una auténtica maratón.
¿Cómo hacerlos dormir?
Creemos, simplemente, que no se puede, a no ser que se imponga una Ley del Silencio por parte del patrón, siempre que sea amable, con gracia, sin mal rollo. Desde panoramanautico.com optamos, especialmente si duermen juntos, por un “a quien se le oiga, mañana le tocará poner la mesa”. Ello, naturalmente deberá cumplirse. Y al día siguiente pues lo mismo con otra propuesta igualmente “ingrata”.
Otra forma es simplemente dejar que hagan, que chillen, que se molesten, eso sí con la puerta cerrada. Ellos mismos se irán “apagando” como cerillas vencidos por el cansancio, cosa que se acentuará especialmente si cenamos algo más tarde de lo habitual.
La seguridad
Lo que no debe hacerse
Proteger a los niños en un barco es una cosa y sobreprotegerlos, otra. Es importante tenerlo claro porque en realidad los niños son más listos de lo que parecen. Además -y que no sirva de excusa para no atenderlos- los críos tienen una habilidad innata para autoprotegerse. Poseen como un instinto de autoseguridad muy alto aunque ¡claro! no siempre es infalible.
En general, desde Navegar hemos comprobado que es mucho más efectivo tener la vista permanentemente puesta en ellos, pero dejando que sus actividades “fluyan” normalmente, que no cohibirles constantemente con un ¡Ojo con eso!, ¡Cuidado con aquello! o un constante ¡vigila!
Los niños son mucho más hábiles de lo que parecen y se agarran en todas partes. Por tanto, a modo de ejemplo, no debemos estar tensos si navegando de día con una brisa apacible, y el barco ligeramente escorado, los niños deambulan por el barco de proa a proa, o si les gusta sentarse en el balcón de proa o en la plataforma de popa siempre con adultos cerca. Lo que está claro es que nunca hay que quitarles el ojo de encima hagan lo que hagan, pero debemos confiar en ellos. Y esta última observación la hacemos extensible en todas las actividades. Con los niños de chapoteo en la plataforma del barco, fondeados en una cala, siempre debe haber un mayor cerca. No siempre coincide la siesta de los niños con la de los mayores. Por tanto, cuando estos jueguen en el agua, habrá un adulto que sacrifique su siesta para estar pendiente de ellos en todo momento. Es inconcebible dejarlos solos a su aire con todos los mayores durmiendo… Y, por supuesto, no fomentar nunca la broma de tirar a alguien al agua por sorpresa, acaba siendo un juego siempre peligroso.