Así fue como tuve ocasión de probar como funciona esta rutinaria línea, embarcando tres meses en el “Juan March” de TRANSMEDIRERRÁNEA. Ello me permitió en la etapa final de mis prácticas de Alumno, poder acudir a clase los días alternos en los que hacíamos escala en Barcelona.
En aquel tiempo se navegaba siempre durante la noche y un día era Palma y el otro Barcelona. Tan pronto llegaba el barco a las ocho de la mañana, provisto de mi cartera allí que a través del muelle de Bosch i Alsina (moll de la Fusta) me incorporaba a las clases de la Escuela Náutica. Al mediodía una visita rápida a casa y vuelta bordo para proseguir tan “variada ruta”.
Bien lejos de ser crítico con la función que realizan estos barcos, sí que estaremos de acuerdo en que se ven relegados a una rutinaria navegación. Tan solo recuerdo una única anécdota destacable con motivo de una llegada a Palma.
Estábamos ya iniciando la aproximación a la bahía de Palma, amanecía con algo neblina, cuando por nuestra proa avistamos las luces de un barco sin dar sensación de gran tamaño, destacando una luz intermitente anaranjada, (flare-up) todos en el Puente daban su opinión sobre de que embarcación se trataría, cuando yo desde un rincón se me ocurrió decir que era probable se tratara de un submarino, a lo cual no se le dio ninguna credibilidad. Al poco a nuestro costado vimos cómo nos cruzábamos con un submarino americano. Jugué con ventaja ya que en nuestra escala anterior en Palma había visto un submarino amarrado en el muelle de Porto-Pi, y la normativa de luces de navegación se refería a que ellos podrían añadir una luz centelleante con la que llamar la atención, no como trato preferencial.
Finalizo aquí mis relatos. Espero te hayan gustado. Y recuerda: Navigare necesse est, vivere non est.
Relatos anteriores:
- Menú de Navegación
- Rumbo al Caribe
- Suecia, madera y mar helado
- Singladuras singulares
- Un cabotaje a bordo del Campsa