Regatas como Barcelona World Race, Vendeé Globe, 5 Oceans, Volvo Ocean Race, últimamente se han popularizado, por lo menos ya no suena a ‘marciano’ estos nombres en los medios de comunicación generalistas. Incluso para algunos lectores de diarios y seguidores de informativos, ya no les resulta tan extraño que haya una gacetilla informando sobre un@s chalad@s que se están mojando las espaldas, navegando por esos mares de Dios para demostrar su destreza y actitud, superar los elementos naturales, y tener un reto personal y deportivo.
Hoy ya se asume que esto de la vela tiene cabida en los medios informativos, a pesar de que no estemos en fechas olímpicas, único periodo donde en muchas redacciones justificaban hablar de vela.
A los ya convencidos, a quienes ya le gusta la vela y la siguen con normalidad en medios especializados y en la gran red, vemos cómo cada vez más se busca información sobre regatistas y regatas que tienen como objetivo navegar a bordo de un velero en trayectos alejados de la costa, rodeado solo por el horizonte, lo que llamamos la navegación de altura.
La ‘navegación de altura’ está viviendo un resurgir en nuestro país. A pesar de la crisis, se ha consolidado un grupo de aficionados que buscan información y quieren participar en regatas abiertas al horizonte. Las trasatlánticas se han puesto de moda, como las ya consolidadas Route du Rhum, la Minitransat, el Gran Prix del Atlántico, la regata colombina de la Gomera, así como las trasmediterráneas, Ruta de la Sal, Mare Nostrum, La Columbretes, o ahora la recuperada Mil Millas, navegando por la cuenca occidental de este mar.
Muchos dirán que es una moda. No lo creo. Esto viene de lejos. Soy de los que piensan que es un fenómeno que siempre ha existido. No tan exaltado mediáticamente como ahora, -puede-, pero que siempre lo hemos tenido cerca. Lo que vemos ahora es la constatación de la madurez de muchos navegantes, que entienden que la verdadera navegación de crucero pasa por estar varios días navegando, viendo solo el horizonte, como decíamos anteriormente. Si fuera un fenómeno circunstancial, una moda, no tendríamos la escuadra de navegantes que estos días están cruzando el Indico en la Barcelona World Race, o no se hubiera realizado la recepción real a Alex Pella.
Estos navegantes, y las ganas de navegar en mar abierto, no se improvisan; ni se crean de un día para otro, como ciertos seguidores comprados para llenar un pabellón y aplaudir al país organizador de un mundial. Es resultado de años de afición, de verdadero entusiasmo hacia una actividad deportiva. Un valor que una sociedad madura ha de saber respetar y estimar. Y también demostrarlo, como ha hecho el rey con Alex Pella, un navegante que curiosamente navega en un velero de 6.5 metros, pensado para navegar en solitario, en mar abierto y sin ayuda electrónica a bordo, un bote a vela no muy del gusto de la autoridad marítima española.
Que no destrocen esta afición de los que quieren navegar en altura. Solos o con tripulación, no molestan a nadie. Supongo… Y que continúe creciendo esta afición de navegar durante días, rodeado solo de horizonte -sin trabas administrativas, normativistas y, a veces, en exceso paternalistas- .
Angel Joaniquet