En la noche del 17 de septiembre se produjo un fatal accidente en las proximidades de Venecia cuando la embarcación tripulada por Fabio Buzzi, Luca Nicolini, Mario Invernizzi y un cuarto piloto del que no se ha facilitado su identidad, impactó contra una escollera artificial a unos 80 nudos de velocidad. Este equipo de primeros espadas de la motonáutica internacional estaba a punto de terminar un recorrido que había empezado el día anterior a las 11 de la mañana en Mónaco. En el momento de redactar esta noticia fuentes generalmente bien informadas aseguran que Buzzi, quien iba a los mandos de la embarcación, sufrió algún tipo de inconveniente, distracción o desvanecimiento, en noche cerrada, lo que ocasionó la colisión. Los tres fallecidos viajaban en una fila delantera de asientos, mientras que Invernizzi lo hacía en una fila posterior y tuvo tiempo de lanzarse al agua antes del impacto. Los primeros en llegar al lugar del accidente fueron un pescador y los cronometradores que debían certificar la consecución del récord de velocidad.
Merece la pena repasar la personalidad de varios de estos personajes. Fabio Buzzi (nacido en enero de 1943) era un reconocido ingeniero italiano y piloto de competición desde 1960, diseñador y constructor de embarcaciones de recreo y de regatas, creador de los motores biturbo diesel Seatek y de las transmisiones con hélices de superficie Trimax, entre otros logros, a menudo a través de su empresa FB Design, establecida en 1971. Barcos vinculados a Buzzi ganaron 52 Campeonatos del Mundo y obtuvieron 56 récords mundiales de velocidad, varias veces con el propio Buzzi como piloto. Pero también obtuvo notables éxitos en el ámbito de la navegación profesional y de recreo, con modelos destinados a organismos oficiales de distintos países o diseños comercializados por las grandes marcas de la náutica de recreo internacional.
Alguno de los logros más sonados de Buzzi fueron el Campeonato del Mundo de Offshore de Class One logrado con un monocasco patrocinado por la empresa italiana Cesa 1882 en 1988, barco que al año siguiente revalidó el título mundial con Stefano Casiraghi al timón. Nunca antes un mismo barco había ganado dos años seguidos el mundial. Buzzi pasó el barco a Casiraghi porque él mismo construyó un imponente catamarán cuya particularidad más destacada era la de contar con cabinas blindadas eyectables como medida de seguridad frente a un hipotético accidente. Un año más tarde, en 1990, Casiraghi encontró la muerte disputando el mundial de Clase 1 en Mónaco, precisamente a bordo de un catamarán también diseñado por Buzzi, pero que no contaba con estas medidas de seguridad.
Entre los modelos de recreo que tal vez recuerden ustedes, podemos citar los Sunseeker XS 2000, XS Sport y Hawk 38, con un diseño de casco patentado, dotado de redanes. O el Ferretti 48 High Performance, el único modelo de tipología sedán que construyó Ferretti, justo antes de comprar Pershing.
Uno de los últimos logros de Buzzi fue el récord de velocidad para barcos propulsados con motores diesel, alcanzado el año pasado en el lago de Como, a 277,5 kilómetros por hora.
No puedo olvidar a otra de las víctimas a la que también conocí personalmente: Luca Nicolini. Miembro de una familia de larga tradición en la motonáutica italiana e internacional, Nicolini alcanzó una cierta fama como copiloto (throttleman) de Daniel Scioli a la hora de alcanzar también distintos títulos internacionales, precisamente con barcos diseñados por Buzzi.
¿Scioli? ¿Les suena el nombre? Es el político argentino que se presentó a las elecciones a la presidencia de la república contra Mauricio Macri. Ganó Macri.
Scioli sufrió un aparatoso accidente mientras participaba en los 1.000 kilómetros del Delta Argentino en 1989, accidente que le costó la amputación de su brazo derecho. Eso no le impidió seguir participando en competiciones, siempre con diseños de Buzzi y casi siempre con Nicolini a los aceleradores. Scioli no volvió a los catamaranes, sino que encargó a Buzzi un monocasco bautizado como La gran Argentina, con el que volvió a obtener grandes éxitos. Precisamente ese casco ha sido el utilizado en esta ocasión para intentar batir el récord.
Tuve ocasión de navegar con el propio Buzzi a bordo de la primera 48 High Performance, pilotando la nave otro campeón del mundo: Luca Ferrari, throttleman (encargado de los aceleradores) del propio Norberto Ferretti en las regatas de Offshore Class One.
Pero aún tengo una anécdota mejor. Fue en 1992 con motivo de su participación en la regata motonáutica Barcelona – Sevilla, organizada por el hoy veterano Enrique Gómez Curt, editor de la revista Skipper. Buzzi participaba junto a Giandomenico Soldi con una enorme embarcación semirrígida de diseño propio, de 13,20 metros de eslora, propulsada con dos motores Seatek de 700 caballos, desarrollados por Buzzi, y con sendas transmisiones Trimax para hélices de superficie, ideadas asimismo por el ingeniero. En la bañera del barco sólo cuatro asientos de tipo bolster, de esos en los que se navega de pie, sujeto por la cintura.
El día antes de dar salida a la regata Buzzi decidió salir a probar el barco y a ajustar el instrumental. Yo me encontraba sacando fotos en los pantalanes de Port Vell, instalación que aún no estaba ultimada, y que por eso se aprovechó para albergar la regata. Siga Curt, el hijo del organizador, me dijo que Buzzi iba a salir y que podíamos acompañarle. Efectivamente, salimos Buzzi, Soldi, Siga, el mecánico y servidor de ustedes. Cinco, pero solo había cuatro asientos. Buzzi iba delante a babor, Soldi delante a estribor, yo detrás de Buzzi y Siga detrás de Soldi. ¿Y el mecánico? El mecánico iba de pie, sujetándose con ambas manos en el roll-bar.
Empezamos a salir del puerto de Barcelona. En aquellos tiempos no existía la nueva bocana, la de levante, así que a cuatro o cinco nudos de velocidad máxima autorizada, había para media hora de recorrido. No fue así. A partir del segundo muelle, gas a fondo. Las manetas de los aceleradores hasta abajo. El barco debía hacer unos 40 nudos. Bueno, no estaba mal para la época, pero no es tanto para un barco de regatas. Pero en cuanto salimos del puerto trimaron los flaps y el barco salió, literalmente, volando. En un mar como un plato la corredera marcaba de forma sostenida los 82 nudos. El GPS ni existía ni se le esperaba. Allí, a lo lejos, estaba la patrullera, no la de la Guardia Civil, que todavía no había servicio marítimo, sino la de la armada, seguramente el Espalmador. Lejos, les aseguro que estaba muy lejos, pero llegamos al buque en segundos y lo utilizamos como baliza para hacer un 360 grados. La marinería todavía está intentando identificar lo que era aquello.
Pero la mayor sorpresa de la jornada se la llevó una distraída gaviota que, al ver venir el bólido, decidió levantar perezosamente el vuelo. No le dio tiempo a más, el animal chocó contra el parabrisas y, de allí, contra el roll-bar. Muerta en el acto. ¿Y el mecánico? Al mecánico, que iba de pie allí mismo, la gaviota no le impactó en la cabeza de puro milagro. Supongo que, desde entonces, no ha vuelto a comprar lotería, ya le tocó el premio gordo aquel día.
En esta ocasión no ha habido tanta suerte.