“Es una sensación genial, llegar aquí es el objetivo principal, cruzar el Atlántico en un barco tan pequeño como este. Si no llegas aquí no cumples ninguno de tus otros objetivos. Es un camino muy largo y supone mucho trabajo, llegar aquí es cumplir, es cerrar un círculo“. Así de feliz se mostraba el segundo navegante español en cruzar la línea de llegada de la Mini Transat 2015, una regata de 3274 millas para la que Ocerín invertía 17 días, 22 horas, 5 minutos y 15 segundos.
“La primera semana disfruté mucho, había mucho viento y fue muy bien. Luego la segunda semana fue peor, había muy poco viento, entre 10 y 12 nudos, de popa cerrada… Un poco agobiante. Estoy muy contento de cómo navegué la primera semana, luego la segunda estuve un poco agobiado. En los primeros días de la regata iba muy bien, con los primeros de la flota, pero luego rompí el espí enseguida, el tercer día y al final iba casi sin velas”.
Navegar en solitario
“Eso no ha sido un problema, lo único que he echado de menos es el viento. Ha sido un agobio el no tener viento. He dormido bastante y eso me ha permitido no llegar muy cansado. La soledad no es problema, me ha gustado la experiencia. El último barco con el que pude hablar fue hace una semana más o menos, y desde entonces nadie”.
¿Volverías?
“La volvería a hacer por supuesto, lo único que pediría sería repetirla con viento. La falta de viento, el calor, eso fue muy duro, ver que no avanzas… Pero sí que volvería, por supuesto. No cambiaría de barco, ha ido muy bien; a lo mejor cambiaría las velas, que es lo que no he elegido muy bien”.
¿Qué se siente?
“El sentimiento en general es positivo, es una experiencia alucinante, después de 17 días de estar navegando en solitario en un barquito como este. Hemos tragado viento y mar, y ha habido días muy duros, en esos momentos piensas, es increíble que este barco aguante tanto… Es una sensación indescriptible la de estar en medio del Atlántico, solo y en un barco tan pequeño. Ha sido muy especial”.