Me decía el difunto Miquel Company –presidente de ADIN- que hay tres maneras de hacer números: bien, mal y estadísticas. Me lo decía porque yo, habitualmente, le criticaba a él que las estadísticas que presentaba con motivo del Salón Náutico dejaban mucho que desear. Han cambiado las personas, han aparecido nuevas instituciones, pero las estadísticas mostradas siguen pareciéndome poco fiables.
En el informe económico “La náutica deportiva y de recreo en España 2006” publicado por Fira de Barcelona con motivo del Salón Náutico, se dice, citando como fuente a ADIN, que había en el año 2005 un total de 186.136 embarcaciones de recreo. Comentado así, a la unidad, el dato parece creíble. Similar informe publicado con motivo del Salón Náutico de 2009, referido al año anterior, citando como fuente a ANEN, daba la cifra de 220.000. Así, redondito, se abre la puerta de mi escepticismo. Es como cuando vas a comprar, que una cosa de 999 euros te parece barata y si vale 1.000 te parece cara. El mismo informe decía que en España había una embarcación de recreo por cada 207 habitantes.
A principios de 2015 se hizo público un estudio de ANEN según el cual en España había una embarcación de recreo por cada 227 habitantes. Si comparan ustedes estas cifras, llegarán inevitablemente a la conclusión de que –salvo error tipográfico- la flota ha disminuido. A principios de 2015 hacían falta 20 habitantes más que en 2008 para tener un barco.
Es posible. Tal vez el padrón ha crecido notablemente. Tal vez durante el período de la crisis muchos particulares han vendido sus embarcaciones de recreo en el extranjero. Saber cuántas han sido me temo que no lo sabe ni Sherlock Holmes.
Entonces, ¿Cuántos barcos hay en España?
La consulta de una monografía denominada “Lista oficial de buques”, publicada por el ministerio de Fomento, la última vez en 2009, mamotreto de 966 páginas donde constan todos los barcos de la época, de más de 20 TRG, tampoco sirve de mucho.
En nada contribuyen los cambios de lista de 6ª a 7ª y viceversa, los cambios de bandera para huir de las revisiones obligatorias, o las bajas, de todo tipo, comunicadas o no. Eso sin descuidar los barcos que no navegan en el mar, que no le constan a la DGMM, pues se matriculan en las Confederaciones Hidrográficas.
Yo creo que, en realidad, nadie sabe cuántos barcos hay en España. Me refiero a barcos españoles matriculados en España, porque saber los que hay propiedad de ciudadanos extranjeros, con matricula extranjera, o matriculados bajo pabellón de conveniencia, sea de la nacionalidad que sea su armador, eso, apreciados lectores, debe ser totalmente imposible.
Bien mirado, quizás tampoco hace mucha falta saber cuántos barcos de recreo hay en España, que esto no es el censo electoral…
En cualquier caso, los sesudos ponentes utilizan estos datos para decir que, comparados con los países de nuestro entorno, las perspectivas son encomiables. Porque, claro, si en España hay una embarcación por cada 207 habitantes -o 227, tanto da- en Italia una por cada 94 habitantes y en Francia una por cada 83, cabe esgrimir que la flota española se debería más que doblar.
Para conseguir disminuir el ratio entre habitantes y embarcaciones es imprescindible que se cumplan una de dos cosas: que disminuya el numerador (la población) o que aumente el denominador (número de embarcaciones). Obviamente, la intención del sector es la segunda, pero no se define cuál es el sistema para conseguir tanto incremento…
¿Es factible un gran crecimiento?
Si tan positivos oráculos llegaran a suceder, me atrevo a preguntar: ¿Si doblamos la flota, dónde vamos a meter los barcos? Porque las bocanas de los puertos recreativos españoles ya casi se tocan y la reconversión al recreo de los puertos comerciales –Barcelona, Tarragona, Valencia, Alicante- ya ha cubierto una importante etapa…
Otra pregunta. ¿Se espera alguna extraordinaria circunstancia que lleve a doblar la flota de recreo española mientras que las de Italia o Francia permanecen inalteradas? Porque, claro, si las flotas internacionales crecen por igual, no les vamos a alcanzar nunca.
Las comparaciones con “países de nuestro entorno” me parecen imposibles además de innecesarias. ¿Con cuáles países? ¿Marruecos, Argelia, Túnez? Ah no, con ésos no. ¿Francia, Italia? La única comparación posible con Francia o Italia es la geográfica.
Para otras comparaciones descubriremos que el PIB de Francia es de 2,8 billones de dólares, que el de Italia es de 2,15 y que el de España es de 1,4. En euros, 1 billón. Por cierto, cantidad que equivale a la deuda del país. Debemos tanto como producimos en un año. ¡Fantástico!
Ahora dirán ustedes, con razón, que en esos países hay más habitantes. Cierto. Vamos a por el PIB por habitante: 32.200 euros en Francia, 26.500 en Italia y 22.780 en España. Visto que en alguna comparación aparece Noruega, con un barco por cada 6 habitantes, les recordaré que el PIB per cápita allí es de 73.500 euros.
Para contribuir a paliar estas diferencias, el último gobierno Rajoy, antes de entrar en funciones, aumentó las pensiones en un 0,25 % y el salario mínimo un 1 %, es decir, 6,6 euros al mes. Conocedores de estas noticias, masas entusiasmadas de trabajadores y jubilados españoles corrieron hacia las náuticas para comprar toda clase de embarcaciones de recreo. ¿Verdad que no?
Tampoco es obligatorio tener un barco, por muy elevado que sea el sueldo de una persona o mucho su patrimonio, que a la gente le puede gustar otras cosas.
A la vista de la situación del país –política, laboral, administrativa, fiscal, jurídica, emocional…- creo que el sector náutico español debería en la actualidad explorar objetivos asequibles: los sectores del chárter, de los clubs de navegación, de la multipropiedad. Sencillamente porque el compromiso económico para el aficionado es menor. Y, por supuesto, hacia los clientes potenciales de alto poder adquisitivo, pues tienen el bolsillo poco comprometido. Y, de nuevo, a capear el temporal. Que no será la primera vez ni la última…