Nos quejábamos de las cosas que se hicieron mal en España, pues bien, la 34 edición de la Copa América está entrando en barrena. El inicio de la competición con la ya tradicional Louis Vuitton Cup, de donde debe salir el barco que se enfrentará al Defender, Oracle Team USA, se ha convertido en casi una burla para los aficionados que seguimos este veterana regata. Lo que antes era glamour, sí, pero también competitividad, rivalidad, igualdad, emoción y lucha se ha transformado en un evento que, a día de hoy, no sabemos cómo definir.
Los tres contendientes de esta prueba: Artemis, Luna Rossa, y Team New Zealand son los tres llaneros solitarios en un campo de regatas que nos ofrece imágenes inauditas en la historia de la America’s Cup. El Artemis sueco aún está montando su segundo catamarán, según Paul Cayard, director del equipo, no estará listo hasta finales de julio; el Luna Rossa se había autoexcluido hasta que el Jurado Internacional de la Copa América se pronunciara al respecto de la protesta presentada contra el director de regatas Ian Murray, -precisamente hace escasas horas sabíamos que ha decidido volver a la competición; y el Team New Zealand nos ha ofrecido el triste espectáculo de navegar contra sí mismo.
Resultado, Louis Vuitton, que aportó diez millones de dólares firmando un contrato que contempla la participación de al menos ocho equipos, pide una indemnización de tres millones de dólares (unos 2,3 millones de euros) por incumplimiento de contrato.
La Louis Vuitton Cup había contado hasta ahora, a lo largo de su historia, con una flota de entre siete y trece desafiantes. En esta edición varios países de los inicialmente interesados cayeron por falta de financiación, entre ellos España, Francia, Reino Unido o Italia. La firma francesa puede obtener hasta un millón de dólares por cada equipo de menos de seis que participen, según fuentes de la organización, lo que significaría que la empresa tiene derecho a recuperar casi tres millones.
Muchos expertos han calificado de “farsa” el espectáculo que se está desarrollando en San Francisco, motivo que también ha repercutido en una menor cobertura informativa de algunos medios, entre los que nos encontramos.