Abandonado a los dioses de las profundidades. ¡Qué más da aquí que en casa! Pensaba. Para estar sólo, sin duda, prefiero la mar. Sentado en la bañera de popa, mientras el cielo mudaba del azul al negro perlándose de estrellas, el navegante solitario repasaba su vida: Las ausencias habían ido erosionando el nudo del amor, un nudo frágil que cedió cuando él estaba decidido a dejar las travesías en solitario, cuando se dio cuenta de que su hijo era ya un hombre que emprendía un rumbo propio, y entonces, su mujer, harta, rompió amarras y desapareció. Quizá haya sido mejor así, razonaba mientras iba reconociendo las constelaciones. En el fondo yo era un desconocido para ella y ella para mí, pero mi hijo, mi hijo, ¿qué puede tener en contra? Cuando estuve a su lado lo colmé de cariño y caprichos, nunca le faltó de nada; será que, como yo, todos necesitan buscar su horizonte, elegirlo libremente, no sé, la vida es corta, y yo elegí navegar, no puedo dejar de hacerlo, aunque me conozco todos los mares y aguas del planeta. Ojalá pudiera vivir mil años y conocer aguas nuevas, las aguas del universo, navegar en naves espaciales hacia nuevos soles, decía el navegante en voz alta mirando la infinita bóveda celeste, ese cielo cómplice y bello con el que un buen navegante habla de tú a tú. Supongo que todos debemos de tener los mismos problemas, pensaba, no soy especial, muchos otros marinos se han separado, y los que nos son marinos también, incontables. Son difíciles las relaciones, complicadas, dicen que hay que cuidarlas, cultivarlas, ¿Cómo se hace eso si apenas convives? Debe ser un problema universal, un problema que trasciende a la especie y al sistema planetario en el que estés. Dicen los científicos que el universo está lleno de vida, pues debe estar lleno de divorciados, ¿Tanta vida habrá? Grande es grande, dijo moviendo la cabeza de babor a estribor, y las estrellas que vemos, pocas con las que realmente hay. Se quedó mirando fijamente a la estrella del Sur, la que de noche nos mantiene orientados, la que no gira en la bóveda. Por ejemplo, ahí, a su izquierda, los astrónomos acaban de descubrir un sistema de planetas alrededor de una enana amarilla, han contado cinco planetas hasta la fecha, y creen que dos pueden tener condiciones para que haya vida, ¡Quiero ir! Gritó en medio del océano. Quiero un velero espacial con el que navegar 40 años luz, sea lo que sea eso, y descubrir ese planeta, que estará lleno de divorciados como no puede ser de otra manera. Y según dicen serán parecidos a nosotros, muchos serán navegantes solitarios, otros maestros, o fontaneros, agricultores o camareros; puede que uno esté ahora mismo en su velero mirando hacia aquí, porque dicen los sabios que los ladrillos de la vida son los mismos en todo el universo, así que la vida inteligente también tendrá cinco largos cilios termo-sensibles alrededor de la boca y un bulbo frontal eco-localizador, dijo levantando una lata de espumosos con los tres dedos de su azulada mano.