Cuando el frío hielo hirió al titán indestructible, Deirdre, presa en la cubierta de tercera, oyó un quebrarse sordo y penetrante, y vio abrirse la fría puerta del Averno.
Acunando con dulzura el suave vientre del nonato se fue hundiendo en el oscuro abismo del infierno.
41º 46’ N – 50º 14’W
Es el único exceso que se permite, igual que antes se lo había permitido su madre: Navegar cada catorce de abril en un yate alquilado hasta el lugar donde colisionó el Titanic y lanzar al mar un ramo de gardenias.
Abuela fue una de las pocas personas de tercera clase que se salvó. Dejó en el desastre a su amante, el hombre que le había prometido una vida mejor en América y que le había hecho una barriga incipiente.
Con la venta del collar de perlas que arrancó con rabia del cuello de aquella mujer que quería subir al bote, abuela compró un apartamento en el Lower East Side de Nueva York y puso una casa de comidas en Broadway que le fue bien, muy bien.
Ahora mamá regenta treinta locales y sale en la prensa. Abuela nunca se arrepintió, y mamá tampoco lo hace. Pronto navegaré yo a esas coordenadas y también lanzaré un ramo de gardenias por mi abuelo, y rezaré por el alma de la señora del collar. América es dura.
Ecos de un desastre
Todo rompía el silencio que se le suponía a las entrañas del océano. El submarino era una olla de grillos.
—«Deep cod» a Sirius. David, vemos la popa. Vamos a rodearla, pero a primera vista parece estar hecha polvo.
—Sirius a «Deep cod». Vamos preparando el nuevo filtro de acústica mientras os ponéis en posición.
— ¿Quién será ese documentalista que quiere grabar los sonidos del Titanic?
—Un tarado, seguro.
—Silencio los de abajo, que estamos filtrando los sonidos… ¿Qué es eso?… ¿No lo escucháis?
—No. Aquí no oímos nada, tan solo nos aburrimos.
— ¡Callad, coño! Y poned el oído. Suena algo raro.
Todos se concentraron intentando descifrar aquellos supuestos sonidos.
Diez minutos después todos convinieron que junto a los sonidos habituales, había otros que parecían provenir de la cubierta, unos sonidos que tenían una especie de patrón.
—Voy a filtrar el ruido de fondo —dijo el técnico.
—Para papa, pa pa pa, pa pa pa —Canturreó el comandante del Sirius —. No hace falta, es un ragtime. Es la orquesta tocando un jodido ragtime.