El humo impedía detenerse en detalles. La batalla duraba ya más de cinco horas; en el interior de las naves se hacía difícil respirar, y los galeotes, encadenados a los bancos veían como entre los tablones de las cubiertas se filtraba la sangre de los heridos y los muertos. Los remeros maniobraban a ciegas entre naves ardientes, gritos de espanto y dolor, gritos de júbilo, aplausos y vivas al emperador Claudio y a su mujer, Agripina. Ambatus no tuvo la oportunidad de ver a la bella Agripina alzar los brazos hacia el pueblo vistiendo una espectacular clámide dorada: minutos antes de que concluyera la Naumaquia del lago Fucino, otro condenado a muerte le cortó la garganta mientras se disculpaba con un lacónico Lo siento. Ambatus, mientras moría, recordó a Nisunin, su mujer, embarazada, y el saludo de los convictos al emperador: Ave, Caesar, Morituri te salutant. Fue la mayor Naumaquia del Imperio Romano, el gesto de un emperador tartamudo hacia su pueblo aprovechando las enormes obras para desecar el lago Fucino.
Vecco esperaba que la sombra del bastón llegara hasta el pie de la encina, esa era la hora de dejar los cálculos matemáticos, recoger a los cochinos en su cochiquera y volver a casa con los suyos, cuando Levonio llegó corriendo, alterado: ¡Noticias de Roma! ¡Noticias de Roma! El emperador Trajano anuncia una Naumaquia en Roma para los idus de marzo.
—A partir de ahora los cochinos son tuyos —le dijo Vecco a su hermano menor—. Cuida de madre y de los otros.
El invierno no fue amable: helado en la meseta, lluvioso y frio en el Mediterráneo, agrio y duro en las estribaciones de los Pirineos, ventoso hasta un puerto donde embarcaban mercancías para Roma y turbulento el mar hasta Ostia. Vecco desembarcó con dos preguntas: Dónde dormir caliente y cómo trabajar en las obras de construcción de la Naumaquia. La primera se resolvió rápido, la segunda pasó por probar sus dotes como agrimensor ante un comité de profesionales romanos muy celosos de sus privilegios. Le salvó la necesidad de profesionales para terminar en las fechas previstas y proceder de Hispania, como el emperador.
Vecco corrigió los cálculos de aforo de las gradas y dio ideas sobre la estanqueidad del albero, eso le llevó ante el emperador a mediados de febrero.
— ¿Cómo está Hispania? Hace tiempo que no voy.
—Este invierno estuvo dura y fría. Aunque yo soy natural de Emérita Augusta y no conozco Itálica, vuestra ciudad.
—Vuestro nombre dice que sois íbero. ¡Cuántos problemas nos habéis dado!
—Más lusitano que íbero.
—Peor me lo ponéis. ¿Queréis una copa de vino griego?
Vecco fue muerto por la guardia pretoriana el día de la inauguración de la Naumaquia, cuando se lanzó con una falcata escaleras arriba, hacia la grada del emperador, para vengar la muerte de su abuelo Ambatus, condenado en tiempos de Claudio por robar un mísero medio saco de castañas, o por ser lusitano.