La señora Agustina fue la abuela que tuvo la paciencia de esperar mirando a la nada, hacia el punto exacto por donde, a las nueve y cuarenta y tres minutos, emergió aquel tipo enorme y barbado seguido por una corte de varios centenares de hombres, mujeres y…¿cosas? La señora Agustina fue la mujer que, contaminada por sus nietos a base de Harry Potter y «Juego de Tronos», se acercó al gigante y le preguntó: ¿Qué película está haciendo y quién es usted, caballero?
— ¿Quién cojones quiere que sea con esta pinta? Poseidón —contestó él—. ¿Dónde está el imbécil que manda aquí, en el secano?
Agustina escrutó detalladamente a aquel grupo de hombres y mujeres desnudos, de ojos glaucos y branquias sanguinolentas, acompañados de mujeres de cola de pez, peces con caderas femeninas, ostras gigantes dicharacheras y un sinfín de efectos especiales, que acompañaban al gigante barbado, miró hacia atrás esperando ver un set de filmación de alguna película. No había nadie y se puso lívida. El tal Poseidón se puso impertinente y agrio.
Dos semanas antes, en la fosa de Matapan, frente a las costas griegas y a cinco kilómetros de profundidad, el palacio de Poseidón echaba humo. Leucótea, la diosa protectora de navegantes y pescadores lloraba amargamente mientras Ocípite, una de las harpías, le acusaba de negligencia en sus funciones.
—Jamás en la historia —decía la harpía— tantos secos han descendido ahogados hasta nuestro reino, nunca sucumbieron como ahora, y protegerlos, lo sabes muy bien, es tú tarea. ¿Qué te pasa Leucótea? ¿Hemos de dejar tu negligencia en manos de Poseidón?
Los tritones murmullaron en desacuerdo con Ocípite y las sirenas señalaban con el dedo a Tetis, la nereida responsable del desove de la vida marina.
— ¡Que hable Tetis! —dijo Poseidón revolviéndose en el trono con gesto cansino.
— ¡Oh, noble dios de nuestros mares! —Comenzó la amanerada Tetis—. Cuento por lunas el inicio del drama, que no es uno, sino trino (“sino trino, sino trino” corearon las sirenas). Fui yo la primera acusada, tiempo ha, por la disminución de las especies hasta límites peligrosos. Acusada injustamente por ti, Ceto (“por ti Ceto, por ti Ceto” corearon) diosa de los monstruos y peligros del mar. Al poco tiempo, unas decenas de años de los secos, Forcis, el que controla los peligros del mar, acusó a Euribia de ser responsable de todos esos plásticos que nos invaden (“que nos invade, que nos invaden, vaden, vaden”. Esta vez al coro se unieron los tritones y las nereidas). Y yo digo ¡Oh gran Poseidón! Que nada de esto es culpa de nuestra dejadez o de nuestra decadencia. Que tantos peces muertos, tantos plásticos y tantas decenas de miles de ahogados son cosas de arriba, de los secos. Y que lograrán acabar con nuestra civilización.
—Eso será si no acaban antes con la suya. ¡Je, je! —canturreó Halia, la ninfa marina de la salmuera, que era muy salada.
Poseidón se retiró y llamó a consultas a Amfítrite, a Artemisa, a Palemón y a las tres Górgonas.
— ¿Qué pensáis de todo esto?
— Que está jodido —dijo Palemón con su característico optimismo—. Una puta mierda.
—Esto ya no es soportable, pero podemos revertirlo. Aún estamos a tiempo —dijo Amfítrite con su sonrisa perenne y su libreta de soluciones para todo—. No queda otra, hemos de salir y hablar con ellos, explicarles el problema, que entiendan que nos están llenando el mar de mierda y de muertos, de sus muertos, y… amenazarlos.
— ¿Amenazarlos? —Saltó Afrodita— ¿Cómo vamos a amenazar a los secos, que son millones, y la mayoría con un cerebro tan averiado que permiten que los suyos mueran y mueran a miles sin hacer una mierda?
—Sabéis perfectamente cómo — respondió Amfítrite.
Un silencio se instaló temporalmente en la sala del trono.
—No podemos hacerlo —dijo serio Poseidón mirando fijamente a Amfítrite.
— ¿Por qué?
— Porque…
—Quizá sí —dijo Palemón— Hay una manera. Una sola demostración, rápida e indolora, sin víctimas, o con muy pocas.
—A mi lo de muy pocas no me gusta —Poseidón no acababa de aceptar el plan—me va mejor ninguna.
—Lo intentaremos —dijo Amfítrite— Afrodita que elija el puerto.
Afrodita eligió Lloret de Mar por tres motivos: En primer lugar, en verano era un hervidero de gente de todo el mundo, gran impacto; en segundo lugar, a la hora prevista no habría casi nadie en la playa, allí se vivía desde las doce del mediodía hasta minutos antes de la salida del sol; y en tercer lugar, le tenía cierta manía por haber perdido en el casino una cantidad de oro indecente, el juego le atraía, pero no acababa de entender lo de los dados.
La policía retiró a la señora Agustina, y ante Poseidón fueron pasando perplejos el Conseller de Interior de la Generalitat de Catalunya, El ministro del Interior, el ministro de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente y el presidente del Gobierno. Ahí Poseidón se plantó.
—No lo entiendo —le dijo al presidente—. ¿Los secos son una civilización de ignorantes comandados por estúpidos? —El presidente entreabrió los labios sin contestar y arqueó las cejas—. Vamos a elevar el nivel del mar veinte metros si no dejan de enviarnos cadáveres de hombres, mujeres y niños, si no dejan de sobreexplotar los caladeros y si no acaban con esa mierda de plástico. Y le doy dos horas para responder.
Las dos horas pasaron, se crearon tres comisiones y diez subcomisiones, mas siete grupos de asesores. Entretanto se desalojó una parte de Lloret y dos corbetas y cuatro helicópteros acordonaron la zona. A las doce en punto, con una sonrisa de triunfo, felicidad y estupidez supina, el secretario del subsecretario del Ministerio del Interior se plantó delante de Poseidón para proponerle una reunión con el adjunto del secretario del subsecretario del presidente de la comisión de Medio Ambiente de las Naciones Unidas.
— ¡Vámonos! —dijo Poseidón dando la vuelta y entrando en el Mediterráneo.
No hubo muertos porque fue muy breve, y también hubo suerte. El mar subió veinte metros entre Blanes y Cala Llevadó, cogiendo Lloret de Mar de pleno. Veinte metros supone que decenas de miles de personas quedaron sumergidas bajo el mar durante unos diez segundos, la mayoría durmiendo en sus camas y despertando con el terror en el cuerpo. A pesar de eso el asunto se conoce como el “mini tsunami” de Lloret, debido a un pequeño seísmo. No se han tomado medidas para disminuir la contaminación, para frenar a las pesqueras industriales, y mucho menos para ayudar a los refugiados. Poseidón está harto y cuenta con la ayuda de Equidna, el monstruo marino del limo, las ciénagas y la podredumbre del mar, para animar a las placas tectónicas a hacer bailar a los secos.