No me refiero a creadores, como Manuel Ruiz Elvira o Marcelino Botín, activísimos hoy día y en plena actualidad, por su talento y reconocimiento internacional, que son venerados en círculos náuticos por sus modelos ganadores en Copas Americas, circuitos TP52, VOR, etc., ya que desde fuera, parece que se valora la maestría propia.
Me refiero a los diseñadores de la generación anterior, que fortalecieron una industria, de la que muchos nadie se acuerda. Y que de sus barcos diseñados es muy probable que la mayoría hayamos navegado en alguna ocasión. Veleros concebidos y dibujados por ellos y que han formado parte de nuestro historial náutico.
No puedo dejar de citar entre ellos a Albert Cabal, Xavier Soler, Javier Visiers, Iñigo Echenique, ‘Pepín’ González, Fernando Roca, de cuyos diseños, -muchos de los que me leerán- es muy probable que hayan navegado en ‘sus’ embarcaciones y, por ello, probado de forma directa y a bordo de ellas, la sutileza de navegar con Puma’s, Furia’s, Fortuna’s, Brisa’s, Barracuda’s o Somo’s .
Sin duda estos nombres, hoy un poco olvidados, forjaron un estilo, una forma de construcción naval en nuestro país, con unas embarcaciones que fueron reconocidas y valoradas, y aún hoy lo son, como de excelentes. En definitiva, son ‘clasicas’.
Recordémosles. Todos ellos, a parte de ser buenos diseñadores, fueron excelentes navegantes. Y navegaron en varios mares. Además del mar físico, también navegaron en el embravecido océano del entorno empresarial del momento, sorteando calmas y tormentas, en un ambiente inmerso en el entusiasmo innovador y emprendedor de unas élites empresariales que apostaron de forma decisiva en crear una industria naval recreativa en nuestro país durante la década en que los ‘composites’ y la fibra de vidrio entraban de lleno en nuestro país.
Fue una generación de personas emprendedoras y aficionadas a navegar y que impulsaron un sector, el de la construcción naval destinada al ocio, que duró de forma brillante hasta la entrada española en la Comunidad Europea.
En el fondo todo empezó en los años 60. Y eran unos aires que procedían desde California, cuando se popularizó allí un yate, un velero para crucero, confeccionado todo él con materia sintética, obviando la noble materia prima, ancestral, de la madera.
Esta tendencia entró con fuerza en nuestro país. Fue cuando aquí se conocieron los míticos veleros de recreo Cal, concretamente con el California 28, una embarcación diseñado por Willian Lapworth y construido por primera vez en 1963 por Cal Yatch en Los Angeles y que revolucionó el mundo del crucerismo a vela. Toda la embarcación, excepto el acastillaje y algunos detalles de madera, era de fiberglass (fibra de vidrio). Y esta aplicación tecnológica puso en severa crisis a los tradicionales constructores navales que utilizaban la madera como materia prima. Puso en crisis, sin duda, la ancestral tradición constructiva naval de los carpinteros de ribera, de la que nuestro país también fue un modelo de reconocido prestigio internacional. Pero la modernidad, y sobre todo la facilidad de poder producir barcos en serie, hizo que muchos empresarios españoles apostaron por la nueva tecnología y se volcaron a construir barcos de fibra.
De sus proyectos empresariales surgieron excelentes técnicos navales, diseñadores, operarios, que con los moldes adecuados, supieron plasmar barcos realmente insuperables. Hoy día, muchos salidos de aquella época, aún continúan vivos y coleando.
Creadores a recordar
Javier Visiers fue un adelantado. De sus manos y talento, salió el primer velero, el Mistral, con el que Julio Villar se convirtió en el primer español en completar la vuelta al mundo en solitario. Este arquitecto naval también desarrolló la construcción en España de los clásicos Tornado, Coronado y sobre todo la saga de los Noray, que invadieron los incipientes puertos y dársenas deportivas españolas durante los años setenta y ochenta.
También creó un velero, a finales de los ochenta, el Fortuna 9 (y su hermano mayor F12) que se ha prolongado en el tiempo con los conocidos Ro y fue, este diseñador madrileño, una pieza clave en proyectos de desafíos españoles participantes en la Vuelta al Mundo (entonces conocida como “La Whitbread”) con unidades prototipo como el Siesta, Fortuna Ligth, Fortuna Extra Lights, que fue el primer maxi concebido, diseñado y construido en España y que batió el récord del mundo de velocidad en la segunda etapa de la Whitbread en un tramo de 24 horas que cubrió 405 millas.
Otro grande de estos olvidados fue barcelonés Albert Cabal, gerente de Nao Glass, una industria de producción de piezas en fibra de vidrio, pero que sus responsables, también unos apasionados de la vela, se volcaron en hacer barquitos y popularizaron, construyéndolos, los emblemáticos Pumas. Cabal fue además el diseñador de varias de esas unidades, como el Puma 24, el Puma 32, y fue el visionario que atrajo para estos astilleros a genios de la arquitectura naval internacional de mediados del s.XX, y que diseñaron los míticos Puma 26 y 34 (Holman & Pye), Puma 29 y 37 (Angus Primrose), el Puma 27 (Ron Holland). De la mesa de Albert Cabal también salieron los diseños de los Furia 28 y Furia 33, tras la crisis de Neoglass e Inerga y la creación de Dressport, un nuevo astillero, donde el propio Cabal participó como uno de sus dirigentes.
De esta época dorada del diseño naval español también destacaron otros muchos genios, hoy un poco olvidados, como el malogrado, por su prematura muerte a causa de un accidente, ‘Pepín’ González, que se centró sobre todo en la construcción de innovadores veleros para regata IOR, en los mallorquines astilleros Barracuda. De su lápiz salieron diseños verdaderamente innovadores que destacaron en los principales campos de regatas del momento y creó escuela, seguida por el conocido diseñador Iñigo Toledo, entonces muy joven, que continuó con el talento y forjó un equipo que reverdeció el conocimiento de Pepín, convirtiéndose en uno de los más destacados creadores de los veleros IMS que campearon en los 90 y de los retos españoles de Copa America de principios de aquella década.
Un valioso know-how desaprovechado
De este know how ambiental que se produjo aquellos años en torno al diseño náutico, caben destacar también al vigués a Iñigo Echenique, en la década de los ochenta diseñó otro clásico de la náutica española, los Brisa 38, a parte del velero America’s Cup español Desafío 92, o Xavier Soler, que fue otro de los diseñadores de los Pumas españoles de finales de los ochenta, como los Puma 39 y Puma 43, al santanderino Fernando Roca, con los Somos, o al versátil y más joven, Ricard Teixidó, que de su mesa de diseño han salido desde minis 6.5, a un IMOCA Open 60.
Como vemos, nosotros también tenemos diseñadores emblemáticos como lo fueron John Illingworth, Agnus Primrose, Kim Holman, Ron Holland, German Frers, Ed Dubois, Jean Berret, Michel Joubert o Bernard Nivelt. Y como la mayoría de aquellos, sabían combinar su maestría en el diseño en crear barcos, con su afición por navegar. Les gustaba navegar y probar las innovaciones que querían experimentar en sus modelos. No eran creadores solo de laboratorio. Al contrario, conjugaban a la perfección la experiencia práctica de navegar con la especulación teórica y creativa. En definitiva, tenían praxis náutica en las venas.
Noto a faltar, que no les hacemos mucho caso. Y ocasiones, motivos y festivales no han faltado. No nos olvidemos de nuestros genios, que sin duda forman parte de nuestro acervo cultural náutico, como pocos. Reivindiquémosles.
Àngel Joaniquet