Con este ‘axioma’ comprobé que se podrían crear miles y miles de reflexiones, sugerencias, ideas, críticas, denuncias, de un largo ‘etc’. Un axioma no supone que responda a una verdad absoluta. –¿existe la verdad absoluta?-, pero son de una evidencia que no necesita ser demostrado. De aquí su valor.
Lo náutico, desde siempre, se ha configurado como un conglomerado donde los barcos (como el arroz) forman parte de su esencia, pero para que alcance la categoría de ‘paella’ se necesita que la náutica tenga una buena preparación culinaria y una elaboración especial. Y esto se consigue, solo, gracias al factor humano.
La náutica son sus hombres y mujeres. Sin ellos no existiría esta actividad (¡otro axioma!). Ellos son la esencia fundamental. Sus inquietudes y pareceres. La náutica también es cultura de mar, ya que este medio es su escenario habitual, aunque no único. La náutica es también una filosofía de estar en el mundo, una forma abierta y sincera de convivir entre semejantes sin trapujos y a rostro descubierto, ya que como decían los clásicos, ‘navegar es necesario, vivir no’.
¿Qué se cuece en la paella?
Deportivamente, -me voy a ceñir solo en este aspecto de la náutica- hace décadas esta actividad estaba encuadrada en un solo organismo. La histórica Federación de Actividades Náuticas, creada a principios del siglo XX. Con el tiempo, y dadas las peculiaridades de cada actividad, y a desencuentros personales, de ella se segregaron las disciplinas que no se encontraban a gusto con la ‘paella que se cocía’. Este proceso no solo se ha vivido en el deporte de las actividades náuticas, sino también en el asociacionismo de otras prácticas deportivas. Ejemplo de ello ha sido en los llamados ‘Deportes de Invierno’ que se desglosaron en dos federaciones separadas, una para de deportes de nieve y la otra para las de hielo. El propio piragüismo se separó del remo, formando su propia federación, ya que una ‘pala’ nada tiene que ver con un ‘remo’ y hemos de recordar que la misma Federación de Actividades Náuticas también se desmembró para formar la Federación de Vela, la de Motonáutica, y de ésta, la de Ski Náutico.
Hasta hace bien poco muchos practicantes del windsurf aspiraban a tener federación propia, por su seña de identidad basada ‘en practicarse sobre una tabla’. Muchos kitesurfistas sostienen que tendrían que tener su propia federación, ya que se trata de un deporte de tabla y aéreo. En Francia esta actividad está encuadrada en la Federación de Vuelo.
Disidentes de la RFEV
Toda esta reflexión viene a cuento por la sensación que veo en muchos practicantes de la vela de nuestro país, que creen que muchas clases de embarcación de vela, las que ellos practican -y que en teoría tendrían que estar bajo el mimo y cariño de su federación-, se encuentran ‘como abandonados’. Olvidados. Desatendidos. Y el primer síntoma de desafección siempre es un serio problema y el principio de división entre personas y pareceres.
Muchos creen que la RFEV se ha convertido en tan solo la Federación de Clases Olímpicas. Y con ello se está rompiendo el buen concepto de ‘paella’ de la vela española. Parece, y es bastante evidente, que el resto de los ‘barcos de velas’, y sus regatistas, les sobra o le molestan. A no ser que sean como fuente de beneficio crematístico, a través de los ingresos a cuenta bancaria de sus licencias, o como pasa con la vela de crucero, con los ratings, y donde históricamente el desencuentro es ancestral, llegando a situaciones, como la que vive hoy esta gran familia de la vela española.
Y es precisamente en la vela de crucero donde este debate está más a flor de piel y muchos cruceristas se apuntarían a secesionarse plenamente y funcionar, como sucede en Inglaterra con el RORC y la federación de vela de aquel reino, juntos, pero no revueltos, ya que dicen, son ‘sails’ e intereses distintos.
Todo esto lo he pensado al retuitear un tuit… Pero, por favor, amigo lector, no haga mucho caso de estas reflexiones, -como todo axioma, imposible de razonar- producto sin duda de una mala digestión, tras ingerir lo que creía era una paella y no era otra cosa que un mal arroz con ‘cosas’ revueltas.
Tras reescribir el twitter quedó subsanado mi enfado, la contrariedad del engaño culinario. La vida volvió a la tranquilidad.
Angel Joaniquet