La solidaridad forma parte intrínseca del regatista y de los hombres y mujeres del mar. Es una condición de aquel que se hace a la mar con el objetivo de conseguir un mérito deportivo condicionado por elementos externos. Condiciones meteorológicas y estado del mar que conforman un entorno del que somos ajenos, y con el que jugamos para medir nuestras fuerzas.
El regatista compite en un estadio que no puede controlar, en el que disfruta su cara más amable y sufre la más despiadada. Un ring en el que el juez no trabaja a golpe de silbato sino a golpes de mar y viento, capaces de destrozarte a ti y a tus adversarios.
Cuando esto ocurre es cuando el regatista saca su mejor valor, el que le hace capaz de olvidar su objetivo deportivo y jugárselo todo por dar la mano a su contrincante: la solidaridad.
Fernando Echávarri es uno de esos hombres de mar, un regatista que ha demostrado tanto la capacidad de luchar férreamente por una medalla olímpica hasta alcanzarla, como la de abandonar sin pestañear el camino a la gloria ante la necesidad del enemigo.
Su palmarés es amplio y multidisciplinar: tres campañas olímpicas: diploma olímpico en Atenas 2004 y oro en Pekín 2008 con Antón Paz en la clase Tornado; undécimo junto a Tara Pacheco en la novísima clase Nacra 17. Dos veces campeón del mundo y un campeonato europeo en Tornado, subcampeón del mundo y europeo en Nacra. Distinguido como Regatista del Año por la Federación Internacional de Vela en 2005. Y participante en dos ocasiones en la Volvo Ocean Race, la vuelta al mundo a vela con escalas, como tripulante rotatorio del Telefónica en 2005-06, y como patrón del Telefónica negro en 2008-09.
Un largo recorrido en el que junto a las alegrías ha habido sinsabores, momentos duros en los que ha demostrado, y nos cuenta, que la calidad humana y la solidaridad del mar están por encima de todo.