Me parece acertado que José Maria van der Ploeg sea quien coordine a los olímpicos de la vela. Su palmarés como regatista –oro olímpico, además- y sobre todo como buen monitor y excelente entrenador de vela, avalan sobradamente esta opción. Estará además asesorado por auténticos ases de la vela, como su amigo José Luis Doreste, de los técnicos Paul Depoorter, José Antonio Antón, Asier Fernández, y de Chimo González-Devesa.
Veo con optimismo estos movimientos que han de conducir al camino hacia Tokio. En lo que no estoy tan optimista es la escenografía que se está proyectando en la capital nipona. Sí, es en Tokio –o Japón- donde veo el fututo más negro. Me dicen que el espíritu de los juegos no lo está asumiendo bien el Comité Organizador. Por dos razones sobre cómo se está gestando el desarrollo y la filosofía de los eventos olímpicos en el Imperio del Sol Naciente.
La primera objeción es sobre la futura sede de vela. Algunos recordarán como en los Juegos del ‘64, la vela olímpica tuvo un campo de regatas excepcional, en la costa de la isla Enoshima, en aguas abiertas y con vientos (a priori) asegurados. Nuestros representantes no consiguieron nada, pero todos los participantes en aquella Regata Olímpica elogiaron aquel risueño lugar, situado fuera de la bahía de Tokio.
Para las regatas olímpicas del 2020 la sede será el campo acuático de Wakasu, en plena bahía de la capital imperial, en una isla artificial, junto al Tokio Gate Bridge, la más meridional de la desembocadura del río Arakawa, construida en aquel espejo de agua que es la Bahía de Tokio. Esta decisión está alimentando toda una serie de críticas y suspicacias a nivel local e internacional, porque consideran que no es la zona más amable de la variada costa tokiata. Críticas normales y casi habituales, contra quienes eligen un escenario como el futuro marco de unos Juegos. ¡Como pasa en todos los Juegos!
Que sea en una isla artificial la ubicación del puerto olímpico no es negativo, lo importante es lo que hay fuera: el campo de regatas. Sobre si está en una isla artificial, esto es una realidad tácita en aquella zona. Decenas de islas se están creando en las distintas ensenadas de poco calado y protegidas de la costa japonesa, para ganar territorio y crear nuevos hábitats en una zona donde el metro cuadrado urbano escasea.
La opción de crear lotes insulares está proliferando vertiginosamente en la ciudad de Tokio y esto es un hecho incuestionable. En la Isla de Wakasu ya se está trabajando para construir el puerto olímpico y, si todo va según lo previsto, el próximo año se disputará en estas aguas la primera regata como campo de prueba, en vista los futuros Juegos. Entonces se comprobará si las cualidades de viento son buenas o malas dentro de la cerrada bahía de Tokio. En este sentido nada que objetar, aún. Se podrá navegar ‘in situ’ y así comprobar y validar las cualidades o la insuficiencia eólica de la zona. Habrá que adaptarse a él.
No quiero entrar ni hacer caso a las críticas que ya se vierten en contra de este lugar, como el que es una área ganada al mar gracias a los escombros y basuras que se generaron durante décadas en este entorno de barrio industrial, que es Toko-ku, frente el puerto mercante de Yokohama. Ni entrar, menos aún, en valorar que las aguas de esta zona, al estar en la bocana del puerto comercial de Tokio, son sucias y desaliñadas. Ni saber si es cierto que el campo de regatas está sobre la línea de aterrizaje y despegue de los aviones que genera el tráfico aéreo del aeropuerto internacional de Haneda, y que esto dificultaría la retrasmisión televisiva a bordo de helicópteros o drones.
Y todo ello no me preocupa porque en el fondo no me creo en exceso estos argumentos de crítica, muchas veces malintencionados, ya que el desvío aéreo, el reciclaje y la descontaminación tecnológica están al abasto de estas macro-sociedades post-industrializadas y contaminantes como es la japonesa. Y sobre los derechos televisivos seguro que se encuentra una solución a corto plazo.
Pero la segunda crítica, según muchos detractores, y aquí sí me uno a ella, viene por el poco respeto que tiene el Comité Organizador de los Juegos de Tokio, (Tokyo 2020 Organising Committee ) y las autoridades japoneses en no valorar cuestiones elementales de sostenibilidad y no mostrar un respeto mínimo con la naturaleza y el medio ambiente.
Se están vertiendo objeciones de que mientras se desarrollan los futuros centros olímpicos en estas islas artificiales dentro de la bahía de Tokio, en otros puntos del Japón también son susceptibles para la creación de nuevos islotes artificiales, y ya se están construyendo escolleras para nuevos lotes inmobiliarios, que ponen en peligro la existencia de spots surfistas muy populares de Japón, cómo el conocido por sus ‘olas perfectas’ de Osaki, Kabune e Inamura ‘tres olas muy importantes en Japón y conocidas por surfistas de todo el mundo’ como se puso en evidencia el pasado año en el festival dedicado al surf Surfilmfestibal que se celebró en la ciudad de Donosti.
Alegan que en unos Juegos donde su leiv motive es el de la sostenibilidad, el respeto a los ecosistemas, y que además acogerá el surf por primera vez como disciplina olímpica, no se entiende cómo se han indispuesto de una forma tan directa contra los practicantes del surf, que lo único que buscan es que se respeten los lugares donde se generan estas olas, indispensables para la práctica de su deporte.
Dicen que con la construcción de estos rompeolas, precisamente en costas con poco calado –germen de futuras islas artificiales-, se terminará con estos spots. “Siempre estaremos –señalan fuentes organizadoras de este festival del surf que este año se toma un descanso sabático– en contra de cualquier intervención que afecte de manera negativa a la costa y al medio natural, pero más cuando ésta se plantea en los Juegos Olímpicos en los que se ha aceptado el surf como deporte olímpico, a partir de olas artificiales”.
Lo expuesto parece un ejemplo perfecto de esta neurosis bipolar que gobierna nuestra sociedad. Se destruyen joyas naturales para, a su vez, querer emular a la naturaleza con artificios. Una contradicción que en el mundo del surf queda reflejado como paradigma en el Tokio Olímpico 2020, con la creación de perfectas olas artificiales generadas por artilugios tecnológicos, pero destrozando zonas donde existen tres olas perfectas de forma natural.
Lo dicho: la ola olímpica va a tener sus detractores. Esperemos que este ímpetu tecnológico no afecte también a la vela, y nos encontremos con un campo de regatas con unas estupendas turbinas eólicas para generar vientos perfectos e impulsar a los veleros, en la cerrada bahía de Tokio.
Angel Joaniquet