Con salida desde Marina Rubicón, en Lanzarote y llegada en Marina de Mindelo, Martinica, la primera etapa del Ocean Raid – Gran Prix del Atlántico fue muy rápida, con alisios que se mantuvieron estables sobre los 20 nudos de intensidad. El conjunto de la flota llegó a su destino en Marina de Mindelo, tras cinco días de navegación. El primero en arribar de madrugada a puerto fue el Islay Dos, Sun Odissey 49 de Artur Soto, seguido del H43 Habana, Bavaria 50 de Miguel Hernández.
En Marina de Mindelo, los participantes pudieron disfrutar de un merecido descanso y compartir sus experiencias en esta primera etapa en una cena con música en directo organizada en el palafito de la marina, donde fueron acogidos por Ivenice Estevao, Directora y Jackie Gomes, Capitana de Marina de Mindelo.
El grueso de la flota tomó la decisión de retrasar la salida de la segunda etapa Cabo Verde – Martinica para acabar de hacer los últimos preparativos y reparaciones, pues los pilotos automáticos y de viento de algunas embarcaciones habían sufrido algún percance en la etapa precedente. Dos embarcaciones, el Ulteria, Catana 431 de Jaime de Muller y el Islay Dos de Artur Soto, retrasaron unas horas su salida pero finalmente zarparon a las 5 de la tarde del 17 de enero, día inicialmente previsto por la organización, mientras que el resto de la flota lo hacía al día siguiente, a las 12 del mediodía.
Esta salida escalonada iba a resultar decisiva en los tiempos de llegada finales, pues una zona de encalmadas se movía de este a oeste, atrapando a la cola de la flota y afectando en menor medida a los que estaban en cabeza.
Los primeros días de navegación estuvieron marcados por alisios estables de unos 20 nudos de intensidad que permitieron a la mayoría de los barcos marcar sus mejores registros hasta las 180 millas que conseguían devorar en 24 horas los más rápidos. El Utreia y el Islay Dos, que había salido unas horas antes que el resto, pudieron aprovechar la intensidad del viento de estos primeros días de singladura poniendo millas por medio respecto al resto de la flota.
Encalmadas
A mitad de travesía, con 1000 millas recorridas y otras tantas por recorrer, una zona de encalmadas se extendió de este a oeste y afectó a la totalidad de la flota, pero especialmente a los que estaban más atrás. Vientos sin dirección establecida de 2 a 6 nudos de intensidad fueron la tónica durante 5 días, en los que los navegantes tuvieron que poner a prueba su temple para seguir avanzando. Así, por ejemplo, el 29 de enero el navegante solitario Juan Antonio Martín, a bordo del Vagabundo, apenas conseguía recortar 37 millas en 24 horas a las 881 millas que le separaban aun de Martinica.
1 hora de diferencia entre el primero y el segundo
En la cabeza de la flota, el Islay y el Ultreia, que se encontraban ya a unas 350 millas de Martinica, se vieron afectados en menor medida por la caída del viento. Fueron apenas dos días en los que sufrieron las calmas, pudiendo finalizar la travesía con una media de 152 millas recorridas por día. Su duelo particular se mantuvo en todo momento, con una distancia entre barcos que no superó nunca las 65 millas y que el Ultreia recortó en los últimos días para protagonizar un “match-race” con los dos barcos a la vista en su aproximación a Martinica, donde finalmente llegaron la madrugada del 31 de enero con apenas una hora de diferencia, tras trece días de navegación.
Los siguientes barcos en llegar lo hicieron 3 días más tarde. El H43 Habana, Bavaria 50 de Manuel Hernández y el Siesta, Baltic 54 de Fernando Goizueta arribaban a Marina du Marin el 03 de enero, mientras que el Blaumarí, Belliure 41 de Meritxell Cornudella lo hacía el día después. Considerando que habían salido un día más tarde que los dos primeros, completaban el cruce Atlántico en 15 y 16 días respectivamente.
Finalmente, a última hora del 05 de febrero y tras 17 días en alta mar, llegaban los dos últimos barcos: el Vagabundo, Oceanis 34, de Juan Antonio Martín, y el Colomba IV, Hunter 37.5 de Paco Vaño con tripulación A2.
Una vez finalizado el evento los participantes inician su periplo por aguas caribeñas, con el valor añadido de las nuevas amistades, las recomendaciones para la navegación que aportan los que ya conocen bien sus secretos y la posibilidad de reencontrarse en algún fondeadero, playa o chiringuito, o de planear un regreso a España en flotilla para mayor seguridad.