En medio de un denso nudo de comunicaciones cercano a Barcelona se encuentra la masía milenaria Can Fatjó dels Urons. En sus amplias y cómodas instalaciones viene germinando poco a poco un astillero peculiar: La Drassana (el astillero). Nos ha inducido a su visita Luis Cotero, Ingeniero Naval y profesor asociado de Organización de la Producción en la Facultad de Náutica de Barcelona. Nos reciben Glòria Margenat Arxé y su primo Albert Arxé Margenat, propietarios de las instalaciones ambos muy interesados y comprometidos en la recuperación de oficios artesanos prácticamente en extinción.
Entre campos, caballos y los módulos en dónde se halla la marca Arxé de muebles y proyectos de decoración sostenibles realizados a partir de materiales recuperados, nos encontramos con unas instalaciones abiertas y protegidas de la intemperie. En ellas vemos embarcaciones de madera que esperan a ser restauradas junto a materiales, utensilios, grúas, horno/autoclave y otra maquinaria propia de los astilleros de antes.
Un espacio a donde llegan embarcaciones necesitadas de una restauración para su supervivencia. Es el caso, por ejemplo, de embarcaciones como la “Massa d’Or”, “Virgen de Lidon” o el “Tenaz”, nombres que para algunos lectores les sonará y provenientes de la Costa Brava y del Reial Club Marítim de Barcelona.
Nos fijamos también en una magnífica dorna gallega “Mais de Cuatro” esperando tanda desprendiendo su característico olor a aceite de linaza, de otro llaüt de la Costa Brava y en una embarcación de nueva construcción con sus cuadernas todavía al aire, obra del maestro de ribera “residente” de La Drassana, David Liñán.
A David Liñán, ingeniero informático metido profesionalmente desde hace ya tiempo a labores propias de los “mestres d’aixa”, le sorprendemos alzando planos a una casi irreconocible “Virgen de Lidón” con un aprendiz del oficio, Noam y dos chavales en el último curso de Ingeniería Naval, Àlex Atienza e Ignasi Cajal. Dos compañeros a los que tan solo les falta el master para terminar y que todavía no tienen definidas sus respectivas orientaciones profesionales.
Lo que sí tienen claro es que poder colaborar trabajando en la restauración de una embarcación desde la base, tienen que ver mucho con sus pasiones por el diseño y la arquitectura naval. Ambos afirman que les está costando mucho encontrar empresas para realizar prácticas y que acepten a personas sin experiencia profesional alguna previa. “La Drassana para nosotros es una forma de entrar en contacto con el sector de una manera interesante, útil y amena desde la base” nos cuenta Àlex
Los objetivos de La Drassana
David Liñán nos dice que “siempre me gustaron los trabajos manuales y finalmente decidí dejar mi antigua profesión y entregarme a este oficio y ahora con este proyecto”. Un proyecto en La Drassana que no es otro que la de ganarse la vida -como viene haciendo- ejerciendo de carpintero de ribera y a su vez, contribuir a tejer una red de conocimiento suficiente para que tanto profesionales como propietarios puedan trabajar en sus embarcaciones.
Algo así como un “hub” de propietarios, aficionados y profesionales que deseen poner en común experiencias con proyectos concretos de restauración o construcción de embarcaciones de madera con las técnicas propias de un oficio ancestral que va languideciendo poco a poco y que, dado el momento actual de una “necesidad moral” de una náutica ecológicamente más sostenible, pudiera tener una oportunidad razonable de supervivencia. Una continuidad y normalización que, indudablemente, pasa por transmitir conocimiento a personas que estén iniciando la vida profesional.
Podríamos decir de otra forma que La Drassana ofrece sus servicios comerciales de restauración y hasta de construcción de embarcaciones, pero también acoge a todo aquél que, bajo la dirección técnica del astillero, quiera realizar trabajos de mantenimiento técnicamente ambiciosos o, incluso, construirse una embarcación de madera.
Se trata pues de crear un ecosistema friendly y sostenible económicamente, para satisfacer muchas inquietudes y necesidades de espacio y que, al final, contribuirá a ampliar los esfuerzos para la conservación del patrimonio marítimo, el conocimiento técnico y el mantenimiento de un oficio.
Liñán nos pone el ejemplo de alguien que podría (como ya sucede) traer su embarcación de madera para hacer una restauración. Con un aporte mensual pactado para el pupilaje de la embarcación, ese propietario comprometido con su barca y su historia dispondrá de una infraestructura donde alojarla bajo techo para trabajarla con comodidad, arropado por un profesional que lo irá guiando en cada fase de su proyecto.
Tres proyectos en uno
Pero tanto David Liñan, como Luis Cotero y como los primos Margenat-Arxé, son algo más ambiciosos. “La Drassana, como dice Luis Cotero, es un proyecto abierto que se va cociendo. Además del día a día en la restauración profesional y amateur, creemos que en un futuro más o menos cercano, pudiera nuestra actividad devenir parte de los ciclos formativos profesionales como el de Mantenimiento de Embarcaciones para aquellos alumnos hábiles y especialmente interesados en las técnicas artesanales. Estaríamos encantados de poder ofrecer nuestras instalaciones creando conciertos de cooperación con esos centros formativos.
La Drassana es, sin duda, un proyecto empresarial, porque requiere de una sostenibilidad y viabilidad económica. Es también un proyecto social, porque pretende crear conocimiento y preparar a un perfil profesional técnico-artesanal con proyección. Y también es un proyecto cultural. Preservar el patrimonio marítimo es tanto como preservar el patrimonio arquitectónico o el de cualquier otro ámbito cultural.
Los recursos
Pero qué duda cabe también que este proyecto precisa de “material restaurable” –embarcaciones- para los futuros carpinteros de ribera. Ello llevaría necesariamente a hacer un llamamiento a aquellos propietarios de barcas susceptibles de ser rescatadas del olvido a ser donadas, o a la proposición de una restauración “low-cost”. También a proponer a determinadas instituciones culturales que posean embarcaciones restaurables su implicación y, desde luego, a encontrar mecenas privados o disponer de la contribución monetaria directa de la propia administración de educación o de empresa… pero eso,… ¡ya es harina de otro costal!