En las regatas de motonáutica parece que solo hay una avería posible: quedarse sin combustible. A eso se le llama sufrir la avería del pobre. Sin embargo, no siempre eso es cierto. En las carreras de lanchas, el motor suele ser prestado por el fabricante o importador, formando parte de un equipo oficial o casi, o puede ser también que haya sido adquirido con un precio ventajoso con respecto al público en general.
En esas circunstancias, si el motor sufre una avería, resulta mucho más elegante decir que te has quedado sin gasolina en lugar de decir que ha fallado el sistema eléctrico, que se ha roto el cigüeñal o cualquier otra cosa que pueda perjudicar a la marca que te ha dado notable facilidades para competir. Así pues, a menos que el motor se incendie o que pegue una clavada que se oiga desde el bar del club náutico, lo correcto es decir que te has quedado sin combustible y luego ya veremos.
Claro está que en una regata suele suceder que hay barcos de asistencia y rescate dispuestos por la organización a lo largo de todo el circuito, de modo que no implica un riesgo especial quedarse sin combustible en mitad de una carrera.
No sucede lo mismo en la navegación ordinaria. Para un barco de recreo propulsado a motor, quedarse sin combustible es un riesgo notable. Significa quedar a merced de los elementos. Puede ser un mar en calma total o en mitad de la tormenta. En cualquier caso, mal asunto. Muchos armadores o patrones de nuevo cuño –o no tan nuevo- pierden la noción del consumo cuando salen al mar y piensan que una lancha de 8 metros gasta lo que un turismo, y eso solo sucede si ambos están parados. Las estadísticas de asistencias prestadas por los servicios de salvamento oficiales –allí donde las hay- reflejan que quedarse sin combustible es uno de las causas más frecuentes de petición de auxilio. La falta de combustible o el fallo mecánico, pues a veces todo va a parar al mismo saco. Pero no es lo mismo.
Una gran cantidad de problemas suceden porque al motor no le llega el combustible, a pesar de que el indicador marca un nivel suficiente en el depósito. Partimos de la base que el indicador no está averiado. Eso se debe a la suciedad en el depósito. Es un problema mucho más frecuente en el caso de utilizar gasoil pues la suciedad obstruye los inyectores.
Efectivamente, en los depósitos de gasoil se produce un fenómeno aparatoso. La condensación que se genera en los espacios libres del propio depósito cuando no está lleno se convierte en agua. El agua pesa más que el gasoil y va a parar al fondo, justamente el lugar donde está la salida del depósito hacia el motor. Los filtros instalados en todos los barcos hacen un importante trabajo de separación, pues se trata de un fenómeno prácticamente inevitable.
Pero hay aún un segundo problema. El agua y el gasoil generan unas bacterias y hongos que forman una pasta que se pega a las pareces del depósito y que también va al fondo. El fenómeno se acentúa con la falta de actividad. Esta suciedad acaba por desprenderse precisamente el día más inoportuno: cuando hace mal tiempo. En un barco zarandeado el gasoil acaba ensuciándose y los filtros no dan abasto. Terminan por colapsarse y no dejan pasar combustible al motor que, inevitablemente, se para. Eso sucede, por ejemplo, cuando un barco de vela regresa al puerto. Puesto que no está permitido entrar a vela, unos minutos antes de efectuar la maniobra de entrada se pone el motor en marcha, justamente allí, cerca de la costa, donde resulta más peligroso quedarse sin gobierno. ¿Y por qué no sucedió la avería al salir? Pues porque todavía no se había removido el depósito. Si el patrón está por la labor y no cunde el pánico, procede tirar el hierro de inmediato y pedir ayuda.
Muchos barcos montan un sistema de doble filtro, con un baipás, de modo que se está a punto de saturarse el primer filtro basta girar una llave para que el combustible pase por el segundo mientras se limpia el primero. Ojo, una vez limpio hay que dejar que se llene de combustible antes de que vuelva a estar operativo, pues en caso contrario habrá que cebar el circuito. También hay sistemas con dos filtros consecutivos. El primero de ellos destinado a separar las partículas más grandes y el segundo para las más pequeñas.
Naturalmente, ésta es también una avería del pobre. Los depósitos de combustible limpios evitan estos sustos. Los filtros de combustible limpios, también. Pero salir con poco combustible en el depósito acentúa este problema, pues la suciedad resulta proporcionalmente mayor. Si se sale a navegar con una décima parte de gasoil en el depósito, la proporción de impurezas es muy superior a la que sería si hubiéramos zarpado con el depósito lleno, pero no se confíen, porque las impurezas siempre van a parar al fondo.
Llevar poco gasoil también puede producir una “avería del pobre” adicional pues una escora hacia el lado inadecuado puede hacer que no salga el combustible del depósito, que entre aire y que el motor se pare. Entonces hay que recuperar la horizontalidad y purgar el circuito de alimentación. Hay que saber dónde está el pulsador de purgado y actuar sobre él hasta que el circuito vuelva a estar lleno de gasoil.
No crean que la suciedad del gasoil afecte solo a las pequeñas embarcaciones de recreo, también les sucede a las más grandes. Es por ese motivo que existen los registros para poder proceder a la limpieza de los depósitos. Algunos de ellos permiten el paso de una persona al interior. No es un trabajo agradable y además es nocivo para la salud, pues la pasta producida por las bacterias y los productos de limpieza utilizados para su disolución son tóxicos. El mercado ofrece productos disolventes de los microorganismos que actúan preventivamente. Utilícelos. Pero la mejor prevención sigue siendo la limpieza o cambio de los filtros en su momento.
Y llene el depósito…