Más de 600 científicos de 76 países se reunieron en Barcelona con motivo de la 2ª Conferencia Internacional sobre Investigación Oceánica, celebrada del 17 al 21 de noviembre bajo la organización de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO, The Oceanography Society y la Fundació Navegació Oceànica Barcelona. Los mayores expertos en este campo estuvieron de acuerdo en la necesidad de salir de sus laboratorios para alertar no sólo a los políticos, sino también al público en general, sobre las amenazas que acechan al océano, y por tanto también al planeta.
La contaminación, la sobreexplotación de los recursos marinos, la proliferación de plásticos, la hipoxia o zonas muertas sin oxígeno, la acidificación del océano y sus efectos sobre algunas especies, la disminución de la biodiversidad marina, el aumento de la temperatura del agua… Los desafíos relacionados con el océano son enormes. Aunque la investigación aún tiene que progresar, no se puede demorar la gestión amparándose en la espera de obtener nuevos datos. La urgencia es aún mayor en aquellas intervenciones que implican la explotación de los fondos marinos (por ejemplo, la explotación minera de los fondos marinos para extraer manganeso y otros minerales).
“Tenemos que reformular radicalmente la manera en que la ciencia puede cooperar. Hoy, la cooperación científica no puede ser un lujo. Estamos todos de acuerdo en que los mayores problemas del océano requieren soluciones globales que implican una investigación lo más amplia posible”, declaraba Wendy Watson Wright, secretaria ejecutiva de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO, en el transcurso de la ceremonia de clausura del congreso, a la que también asistieron Mike Roman, de The Oceanography Society; Lisa Emelia Svensson, embajadora sueca para el océano, el mar y el agua dulce, y Françoise Gaill, director de investigación del Centro Nacional de Investigación Científica francés.
El mundo marino es a día de hoy todavía un gran desconocido. En la actualidad hay un tercio de las especies marinas sin identificar, y nos queda mucho por descubrir sobre la capacidad de adaptación de las especies marinas al cambio climático, o sobre cómo les afecta la proliferación de microplásticos. En todo caso, la ciencia dispone ya de bastantes elementos para medir la amplitud de la degradación y la urgencia de actuar. Por ejemplo, sobre la proliferación de medusas en las costas japonesas, que antes se producía cada 40 años y que ahora es un fenómeno prácticamente anual. También están ya muy documentadas las consecuencias concretas de la acidificación sobre el desarrollo de los mariscos, especialmente de las ostras.
Salir de los laboratorios y debatir con la sociedad
Los participantes han resaltado que los últimos proyectos de las ciencias del mar deben mucho a los programas científicos internacionales, como el sistema mundial de observación del océano (GOOS) o el proyecto de investigación integrada sobre la bio-geoquímica marina y el ecosistema (IMBER), para recopilar datos y favorecer el intercambio de conocimientos. Pero los expertos han reclamado una mayor cooperación científica, más allá de disciplinas y especialidades. Por ejemplo, han subrayado la contribución de las ciencias humanas en la comprensión y la percepción de determinados fenómenos.
Pero ¿cómo lograr que los resultados de los trabajos de investigación se traduzcan en decisiones políticas y en una sensibilización del gran público? Ahora más que nunca, los científicos tienen que salir de sus laboratorios y tomar parte en los debates de la sociedad. Porque algunos fenómenos como la acidificación del océano progresan a un ritmo acelerado, pero las mentalidades evolucionan lentamente.
Una de las maneras de promover el cambio consiste en apoyarse en los éxitos políticos desarrollados. Por ejemplo, en Estados Unidos en el 64% de las pesquerías sobreexplotadas la población de peces se ha reconstituido.
También se ha concluido que es necesario reforzar los nexos de colaboración con la sociedad civil. En este sentido, según los científicos, el compromiso de la Fundació Navegació Oceànica Barcelona, organizadora de la Barcelona World Race, tiene que dar ejemplo. Durante la regata de vuelta al mundo los navegantes recopilarán datos del océano y lanzarán boyas Argo para medir la salinidad y la temperatura. Además, el barco científico, el One Planet, One Ocean & Pharmaton, efectuará mediciones sobre la presencia de plásticos.
Pero la protección del océano pasa también por una mejor gobernanza. Los científicos opinan que los organismos y las instituciones encargados de la investigación, la vigilancia y la preservación del océano son demasiado numerosos y dispersos para permitir una acción concreta y eficaz.
Al absorber casi un cuarto de las emisiones de CO2 que la actividad humana vierte en la atmósfera, el océano tiene también un papel regulador determinante en el cambio climático. Sin embargo, el océano ha ocupado hasta ahora un lugar marginal en las negociaciones internacionales sobre el clima, concentradas sobre todo en las emisiones terrestres de dióxido de carbono. Así, los científicos han destacado la necesidad de cambiar esta situación y de hacer que el océano tenga el sitio que se merece en estas negociaciones, de cara a la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21), que tendrá lugar en París en 2015.