A Luis le conocí hace 20 años cuando me incorporé al mundo periodístico náutico profesional. De hecho le conocía de antes a través de las desparecidas revistas Yate y Náutica, esta última, creada por él mismo como otro producto editorial de MC Ediciones.
Luis me acogió de inmediato en el grupito que en aquél entonces informábamos desde un punto de vista técnico de las novedades del mercado náutico. Siempre generosamente y con muy buen humor.
Muchas veces nos buscábamos para compartir tandas de pruebas en una misma embarcación y debatíamos acerca de los pormenores y de nuestras sensaciones de la prueba realizada. Contrastábamos con especial pasión nuestras pareceres, tanto de navegación como el nivel de equipamiento de la embarcación. Me quedará toda la vida grabado que, según Lluís, una embarcación debe tener siempre un compás magnético, por muy humilde que fuera cosa que, cada vez más, se tiende a no instalar ya que los GPS realizan esta función.
Luis nunca soportó las cornamusas verticales en las popas de muchas embarcaciones. Decía, y yo opino igual, “que no trabajaban bien, que el tiro no es el idóneo para amarrar…”
¡Pero qué bien lo pasamos alabando y criticando las propuestas del mercado! Debates que se prolongaban normalmente hasta en las largas esperas de los aeropuertos. Debates que, probablemente enriquecieron los artículos de ambos o de todos. Reconozco la influencia que ejerció Luis en mí, en especial, al principio., aunque los estilos de valorar los barcos fueran francamente opuestos.
La memoria de Luis era prodigiosa y muy útil para los “recién llegados” como yo y con menor conocimiento histórico del sector. Siempre me arrimé a él porque siempre se aprendía algo o se refería a algún detalle aparentemente tonto…, ¡pero no tan tonto tras la reflexión!
Luis Bosch siempre fue dialécticamente muy combativo con todos los compañeros y, desde luego, fue el alma del grupito español en todas las pruebas internacionales a las que acudimos con él. Un grupito de periodistas a los que nuestros colegas de otros países siempre nos alabaron, e incluso envidiaron, por nuestro buen rollo, por muy competidores que fuéramos desde nuestros respectivos medios de comunicación. Por que, por muy competidores que fuéramos, el grupito, con Lluís en el centro, siempre hizo piña. Y Luis, el primero.
No es casual que el nombre de nuestro chat profesional se llame “Amigo Luis!” como consecuencia de una broma que se sacó de la chistera acerca de un cliente muy querido en común.
Ahora, nada será igual, simplemente deberá ser diferente. Echaremos en falta esas interminables polémicas aeroportuarias, esas bromas, esas confidencias, esa amistad, y ese compromiso cierto y eterno del “Yo lo tengo, no te preocupes. Ya te lo envío por mail mañana.”
Amigo Luis, aixxxxxxxxxxxx… ¡Nunca tuvo que ser tan pronta tu marcha! Te llevaré siempre en el corazón. 😔