Corría el año 2007, año de la pre-crisis del 2008, momento en que los pelotazos, la creencia de ganar dinero a costa de quien fuese y de lo que fuera, era el pan de cada día. Actitud entonces muy elogiada y admirada, amparada en aras de un pragmatismo economicista que hacía impune lo más desaforado. En este ambiente de euforia, cuando todo era posible, ya fueran robos de guante blanco, de expectativas bursátiles maravillosas, de especulación irracional, de engaño colectivo, apareció un romántico iluminado, un ‘Quijote teñido de mar’, en el más puro sentido de la palabra. Este hombre, indignado por lo que sospechaba,no tuvo pavor alguno en enfrentarse a todo un entramado de piratas del expolio, y como una piedra en el zapato, con una denuncia perseverante y duradera, frustró un proyecto de robo histórico que se estaba fraguando en aguas del Estrecho. Dicho con palabras suaves, ‘un pirateo con todas las de ley’, cuya víctima era un yacimiento arqueológico submarino, y cuyos instigadores sabían muy bien adónde se dirigían, adónde iban a parar, y que ya habían cuantificado el valor del futuro botín de su aventura.
Estamos hablando de la aventura de Odyssey Marine Exploration y la corporación que sustentó este proyecto que a punto estuvo de llevarse un importante tesoro arqueológico marítimo, que al final resultó ser el de la fragata ‘Nuestra Señora de las Mercedes’, hundida en el año 1804 en el saco de Cádiz. Y hablamos de la acción enconada de Pipe Sarmiento, un abogado bilbaíno, con ADN periodístico, asentado en Mallorca, y aficionado a la navegación, que con su actitud de ‘ponerse de proa’ y de enfrentarse a estos buscadores, puso sobre aviso y en alerta las maniobras de Odyssey Marine, y a la larga –a pesar de los errores intuitivos, propios de toda investigación, ya sea periodística o personal- impidió que este expolio sospechado desde un primer momento, se materializara.
Su actitud perseverante en recelar desde un primer momento, -y evidenciarlo públicamente al denunciarlo- que en aguas del Estrecho se estaba cociendo algo intolerable, concienció a la sociedad en un momento algo reacia en sumarse a causas idealistas, pero que al final de este viaje posibilitó que los más de 500 mil reales de ‘a ocho de plata’ y más de 200 doblones de oro, (17 toneladas de material) no fueran a parar al mercado del “subasteo” internacional, y sí a los museos de arqueología marítima de nuestro país, como patrimonio de todos.
Pipe Sarmiento, a golpe de ciego, por pura intuición marinera, vio que algo extraño se cocía en aguas de Gibraltar, con la llegada de sofisticados equipos, tanto aéreos como marítimos, para rastrear el fondo del mar. Husmeó en el asunto y puso en alerta a la sociedad que se estaba montando todo un tinglado para extraer del mar un tesoro sumergido siglos atrás.
La tozudez de Pipe es digno de recordarla, así como de las organizaciones ecologistas como Verdemar, personas como el abogado James A. Goold y Elisa de Cabo, el acierto del juez estadounidense Mark Pizzo, que juzgó este caso de robo en la Corte del Estado de Florida y obligó a devolver el botín sustraído por Odyssey, y ya almacenado en Estados Unidos, para que regresara de nuevo a España. Y más ahora que se van a cumplir cinco años de que el juez Pizzo obligara, en enero del 2012, a devolver este botín a España y que ahora podemos disfrutarlo como patrimonio de todos, al poderse evidenciar que el ‘tesoro’ de aquella nave pertenecía a un buque con pabellón español, por lo que su propietario natural era el Estado español.
La investigación realizada en los archivos navales –como la conservada en el Archivo de la Marina de Viso del Marqués– para demostrar jurídicamente esta propiedad fue determinante a que el pleito cayera a favor del Estado español y no para los de la corporación del Odyssey. Pero también es cierto que todo esto no hubiera ocurrido sin la obstinada actitud de Pipe Sarmiento en seguir de forma visceral este asunto desde el principio. Hoy, reconocer y valorar este hecho personal de Pipe es encomiable, a pesar de que algunos no quieran recordarlo, o incluso negar su aportación. Aquella devolución no hubiera sido posible sin la perseverancia de este navegante, periodista y abogado, que obligó a aquellos inversores busca-tesoros a reconocer su engaño.
Y hoy, a cinco años de su desenlace, es un buen momento para evocar aquella odisea del bilbaíno-mallorquín, que tuvo como protagonistas una empresa llamada precisamente Odyssey, y a una fragata llamada ‘Mercedes’, hundida por el acoso bélico de la época napoleónica, y que, a pesar de los cuentos de sirenas que se relataron ahora hace una década, la historia tuvo un happy end…
¡Gracias Pipe! Sin tu obsesión esto no hubiera ocurrido.