Aprender a navegar es una cuestión de voluntad y de horas. De experiencia. Los navegantes más experimentados, nunca dirán que saben lo suficiente, en esto de gobernar un barco. Al contrario, afirmarán que siempre están aprendiendo. El mar, el viento, las costas, siempre están en estado cambiante. No son una instantánea fija, una fotografía, que sirve para toda la vida. En realidad es una materia fluida, y quien se enfrenta a ella lo conoce y ha de saber adaptarse y dominarla a base de experiencia.
La filosofía del buen navegante, es la de aprender constantemente, de forma continua, en acumular experiencias, no confiar, ni fiarse de lo que sabes, sino recordar situaciones que has vivido y resolverlas, a veces improvisando, disfrutando siempre en este aprendizaje continuo y escurridizo.
Por esta simple razón, quien navega desde hace años, sabe que una titulación nunca le dará una patente de corso para dominar el mar. Te ayudará, en el proceso de aprendizaje para sacar un carnet, te otorgará unos conocimientos, un background, sobre la técnica de navegar, una información previa con la que abordar una cierta dignidad al entrar en el mar. Pero aprender, aprender a navegar, solo se logrará a base de hacer horas abordo de una embarcación, acumular experiencias –buenas y malas-, sortear todo tipo de contratiempos, y superarlos con convicción.
En esta tarea de aprendizaje continuo – aparte de la aportación de las modernas escuelas de náutica- algunos navegantes cuentan, por suerte, con unos ‘elementos inestimables’ que a lo largo de las décadas, han hecho que el arte de navegar a vela no haya desaparecido de nuestro acervo cultural, sino muy al contrario, han extendido la afición al mar.
Realmente hubo un momento histórico, sobre todo cuando la motorización y el vapor, que amenazó con postergar el arte de navegar a vela a la nada. Por suerte, entonces, unos románticos se empeñaron en no tirar por la borda todo este activo tecnológico y cultural e inventaron la actividad del yachting. Estos ‘elementos inestimables’ que han mantenido el conocimiento de la navegación a vela han sido y son personas e instituciones que se han volcado en trasmitir ‘este saber’ a los demás, ya sea enseñando a neófitos el arte de navegar, ya sea fomentando su práctica con travesías maritinas para que el aficionado pudiera experimentar y mejorar sus conocimientos náuticos adquiridos y así adentrarse en el infinito mundo de la navegación.
En este rol de propagar el arte de navegar han jugado, y juegan, un papel inestimable, a parte de los comodoros de muchos clubes volcados en el aprendizaje de muchos neófitos, instituciones como la británica Royal Yachting Association, fundada en 1875 como Yacht Racing Association (YRA), a la encomiable escuela bretona de Les Glénans, creada por el matrimonio francés Philippe y Hélène Viannay en el año 1947 y que lanzó a los franceses al mar después de la Segunda Guerra Mundial y en España, sin lugar a dudas, ha sido La Ruta de la Sal, una auténtica escuela de navegación, una regata de altura, abierta a todos y con un formato atractivo. Esta prueba, con más de 30 años desde su instauración, ha conseguido que muchos navegantes, después de realizar sus primeros pasos haciendo bordos frente la costa donde tenían atracado su velero, se aventuraran a realizar el primer salto a las islas, dejando de ver su costa habitual y descubrir otra nueva más allá del horizonte.
Esta realidad la ha recordado el director de esta regata, Enric Curt, en la presentación de la edición de este año de la Ruta de la Sal. Para muchos navegantes españoles, tal como señaló, esta travesía náutica ha sido una auténtica escuela de navegación, a la que han ido participando asiduamente y perfeccionado su conocimiento náutico, para después ‘dominar el mar’ en otras latitudes. En ella han participado y se han formado a lo largo de estos años, navegantes, verdaderos emblemas de la náutica de crucero y oceánica de nuestro país. No es casual, que ahora hace más de 30 años, esta ruta sea invadida por miles de tripulantes y que el nivel de nuestros navegantes sea hoy día reconocida en todo el mundo. Esta prueba ha puesto su granito de arena en ello.
En próximos días, este fenómeno náutico reverdecerá de nuevo y el próximo jueves de Luna Llena, esta Ruta continuará con su doble cometido de fondo, primero, formar a nuevos navegantes que por primera vez darán su salto a las islas, y segundo, consolidar la afición de los muchos que repiten esta aventura cada primavera, compitiendo en el mar. Todos ellos se encuentran a gusto y cómodos, y en esta confraternización náutica, como siempre, el objetivo primordial es el de disfrutar de la navegación, convivir todos juntos, aprender más del entorno de la vela y el mar y todo ello en un incomparable escenario, la isla de Ibiza.
Angel Joaniquet