La primera foto que ilustra este artículo fue tomada en un puerto del sur de Francia hace unos 30 años. Refleja el momento en que una gran cantidad de yates propulsados a motor –diesel- ponen en marcha sus máquinas para salir a contemplar una regata.
Afortunadamente, esta imagen sería imposible de captar hoy en día. Vaya, al menos así yo lo espero. La tecnología actual y la aplicación de distintas normativas para reducir el consumo y disminuir las emisiones han dado sus frutos.
Pienso que hay, básicamente, tres maneras de propulsar una embarcación. A vela, a remo y a motor. Sin duda, la más placentera de todas ellas es la vela. Dejarse llevar por el viento, en principio inagotable, es una gran cosa. Claro está que los navegantes de recreo han de disponer de tiempo para ir aquí o allí. Cosa distinta es la navegación de competición, donde las velocidades son muy elevadas, pero el esfuerzo físico e intelectual que tienen que poner los regatistas en estos casos es considerable.
Navegar a remo ha quedado reservado al deporte. A nadie en su sano juicio se le ocurriría proponer la vuelta a la navegación a remo, a las galeras. Tal vez algunos delincuentes merecerían pasar por los banquillos tales como los de Ben-Hur después de pasar por el banquillo de las salas de justicia, pero no caerá esa breva…
Pensar que la navegación a remo no implica consumo energético es un error. Quienes reman por deporte o placer han de haber desayunado de forma considerable…
La propulsión a motor es la más extendida. Y cuando hacemos referencia al motor estamos refiriéndonos a motores de combustión interna, aquellos que utilizan gasolina y gasoil.
Sin duda, las características de este tipo de motores han mejorado de forma substancial en los últimos años. De los motores fueraborda de dos tiempos a carburación se ha pasado a los motores de inyección directa y a los motores de cuatro tiempos, más caros, pero sin duda mucho más eficientes. Se consume menos y se contamina menos. También la tecnología ha llevado a motores diesel mucho más eficientes. Ojo, aprovechando estas circunstancias hoy los motores son más potentes. Con las cilindradas de hace veinte años hoy se consiguen potencias mucho mayores, velocidades más elevadas, han proliferado embarcaciones de mayor tamaño y el consumo en su conjunto ha continuado creciendo.
La aparición de motores marinos que utilizan el gas como combustible es todavía incipiente como también lo es el uso de la electricidad. Aquí las propuestas se producen en segmentos decididamente opuestos. Por la parte más baja del mercado, en las potencias más pequeñas, proliferan los motores fueraborda eléctricos. Por la parte más alta, las propulsiones híbridas. Las embarcaciones propulsadas con baterías eléctricas que se cargan en el puerto son testimoniales.
Y es aquí donde algunas personas se preguntan por qué no hay en todos nuestros puertos recreativos tomas de corriente para cargar las baterías de las embarcaciones. Pero no esas baterías que sirven para arrancar los motores y encender las luces de a bordo, no, unas tomas de corriente que permitiesen cargar baterías capaces de propulsar las embarcaciones, del mismo modo que en nuestras calles son cada vez más numerosas las tomas de corriente que permiten cargar las baterías propulsoras de automóviles y motocicletas. ¡Y encima gratis!
Pues hay dos razones básicas. En primer lugar porque no hay baterías eficientes para propulsar grandes embarcaciones –de ahí el auge de la propulsión híbrida- y en segundo lugar porque el coste de propulsar una embarcación –o un automóvil- con energía eléctrica debe ser, más o menos, del diez por ciento -¡10 %!- de lo que cuesta llenar el depósito para realizar un recorrido parecido. Amigos, primero hay que gastar el petróleo…
La excepción será, en breve, la de instalar potentes tomas eléctricas en el puerto de Barcelona para que los enormes cruceros puedan parar los motores mientras están amarrados y así dejar de contaminar.
Que autos, motos y lanchas se propulsen con energía eléctrica favorece sin duda, la disminución de la contaminación ambiental allí donde se usan este tipo de vehículos, especialmente en los centros urbanos de las grandes ciudades, donde la contaminación está más concentrada, pero lo más importante es darse cuenta que esa electricidad sigue procediendo de la quema de combustibles fósiles: petróleo, carbón, gas, uranio… La contaminación que no se produce “aquí” se ha producido “allí”. Y toda ella va a parar a la atmósfera. Inevitablemente, la solución ha de venir del uso de energías alternativas, renovables e inagotables a la hora de generar la electricidad: hidroeléctrica, eólica y solar. El autoconsumo debería ser espoleado por las administraciones públicas.
Desafortunadamente en España la situación de oligopolio, oligarquía y oligofrenia que rodea el mundo de la distribución de la energía, con interrelaciones entre compañías petroleras, generadoras, distribuidoras y bancos lo hace extraordinariamente difícil. ¿Triunfarán las energías alternativas? ¡Por supuesto! En cuanto las controlen las mismas manos que hoy controlan las energías convencionales…