¿Se han parado a pensar en la importancia que tienen las gasolineras? Sin las extensas redes de distribución de gasolina hoy el sistema de vida occidental sería muy distinto.
El poder de la Standard Oil, que ya en 1878 acumulaba el 90% de la capacidad de refino en los Estados Unidos, y su red de distribución, fue el principal soporte del progreso del mundo del automóvil. De otro modo, quizás hoy los autos no funcionarían con motores de combustión interna, sino quizás, tal vez, con motores eléctricos. El poder omnímodo de la Standard Oil fue tal que el gobierno de los Estados Unidos la obligó a disolverse en 1911, tras 21 años de pleitos. Hace más de cien años la gasolina ya era motivo de disputa.
El resultado de esta disolución dio lugar a varias grandes empresas petrolíferas americanas que, sumadas a otras bien conocidas, dio lugar años más tarde a que el italiano Enrico Mattei utilizara el término siete hermanas porque tenían casi el control mundial de este mercado, más o menos.
Las siete eran:
1, Standard Oil of New Jersey, después llamada Esso y más tarde Exxon, hoy Exxon Mobil tras fusionarse con Mobil).
2, Shell.
3, Amoco (hoy BP, British Petroleum).
4, Standard Oil of New York, después Mobil, ahora Exxon Mobil.
5, Standard Oil of California, luego conocida como Chevron, que se fusionó con Texaco y que ahora se llama Chevron Corporation.
6, Gulf, que fue absorbida por Chevron y por BP, más o menos repartida y
7, la ya comentada Texaco.
La creación de la OPEP restó su influencia y hoy ya ninguna de ellas consta entre las siete primeras de la especialidad. ¡Uf! Altas finanzas.
Pero volvamos a la tierra, o mejor al mar. ¿Se han parado a pensar en la importancia que tienen las gasolineras en el mundo de la náutica?
Cuando la mayor parte de los yates de recreo se propulsaban a vela y los pocos que lo hacían a motor instalaban cantidades irrisorias de caballos, puede ser que, entonces, la gasolinera tuviera poca importancia, pero en la actualidad, cuando la flota se propulsa mayoritariamente a motor, si no hubiera gasolineras en los puertos la náutica sería imposible.
Llegar al puerto, subir a bordo, soltar amarras y parar en la gasolinera para repostar combustible antes de hacerse a la mar el domingo por la mañana. Esta es la cadencia de los hechos que se repite infinidad de veces, una cadencia que se truncaría irremisiblemente si se terminase el gasoil o la gasolina en el poste. ¡Dios pille confesado al encargado si se agota el combustible!
Un buen puerto deportivo debe disponer de suministro de combustible. Gasolina y gasoil A. El B es el subvencionado, el que utilizan los pescadores, con su propio surtidor. Sin el pantalán de suministros estratégicamente situado en el puerto, presto a atender a propios y extraños, no tendríamos más remedio que cargar bidones y gerricans en el coche para ir hasta la gasolinera de la carretera y trajinarlos llenos a la vuelta, dejando un olor pésimo en el maletero y con el riesgo de ser denunciados por los agentes de tráfico. ¿Y qué no es cómoda la gasolinera? ¡Qué más da si le cobran unos céntimos más por litro! ¿Acaso no paga usted más, a gusto, por tener en el restaurante mantel de hilo en lugar de papel? ¡Pues lo mismo!
Pero todas estas consideraciones perdieron fundamento cuando los socios de un club náutico descubrieron, tras un cambio de junta directiva, que la gasolinera perdía dinero. ¿Cómo puede perder dinero la gasolinera, con la clientela asegurada y un precio del combustible superior al de la carretera, pensaron los socios? ¡Ya es difícil! Para llegar a esta situación basta con que los gastos sean superiores a los ingresos y esa situación puede darse, en circunstancias normales, cuando al club le corresponde sólo un porcentaje sobre el beneficio o sobre las ventas y, en cambio, corren por su cuenta una serie de gastos fijos que pueden llegar a ser muy elevados. Hay que hacer muchos números antes de llegar a acuerdos con las compañías suministradoras…Pero éste no era el caso. Contadas las amortizaciones y todas las mandangas financieras, el resultado de la explotación era negativo.
¿Había un agujero en el fondo del depósito por el cual se evadían litros y litros? ¿Había un agujero en lo alto por el cual se evaporaban los costosos combustibles? No, señor. Pero agujero, lo había. Otro tipo de “agujero”, pero lo había…
Efectuadas algunas averiguaciones, se llegó a la conclusión de que la cosa había degenerado.
Un día de regatas sucedió que los organizadores andaban un poco apurados de medios materiales y con el barco balizador no bastaba, como fuera que faltaban barcos para el Comité, salió de apoyo uno de la junta, que también echó gasoil. Si se gastaron cien litros se echaron trescientos. Luego vinieron los recados, en coche propio, y si el de la junta ponía gasolina y no firmaba el comprobante, pronto hizo lo mismo el gerente, y acabó haciéndolo el marinero que, total, tampoco cobró aquellas horas extras que le correspondían. Ya lo arreglaremos con gasoil para tu furgoneta, le dijeron. Al fueraborda del monitor ponle quince litros en lugar de veinte y los otros cinco me los pones en la vespa. Pronto no hubo ni vales, ni firmas, ni control alguno. Al final del período las cosas habían degenerado tanto que todos los favores se pagaban en especie, combustible en este caso. No contentos con esquilmar la gasolinera propia, algunos directivos optaron también por esquilmar la de los clubes vecinos, acudiendo a repostar sin pagar, con cualquier excusa, y firmando un vale que luego pagaría el club propio. Descubierto el pastel, al gerente le invitaron a abandonar el cargo, los anteriores directivos llevan semanas sin pisar el club, pero ahora los socios andan mosca pensando si alguien se cambió los baños de casa a cuenta de ellos, porque en el club hay una factura de azulejos y nadie recuerda cuándo fue la última vez que se alicató un tabique…