En la zona donde suelo navegar –costa central catalana- , no hay muchas islas, y cuando se pusieron de moda las piscifactorías y proliferaron por esta parte del Mediterráneo, éstas se convirtieron en unos sucedáneos o placebos de islas idóneas para bordearlas, o dirigir el rumbo de tu embarcación cuando salías de puerto. Piscifactorías, petroleras extractoras, sondeadores de fondos marítimos han sido las plataformas marítimas que en ocasiones sirven para suplantar la falta de islas.
En el Mediterráneo las islas de litoral son escasas. Aquí los navegantes no tienen la suerte de poder disfrutas de unas islas Cíes, en la embocadura de las ría de Vigo; la isla de Oms, en Pontevedra; Salvora, o las Sirsargas frente A Coruña; o disponer de los islotes cántabros de Coelleira, Deva en Asturias, Erbosa, o la de Izaro en Euskadi.
En el Mediterráneo solo las islas Medas en l’Estartit, en la costa de Girona y las islas de Benidorm, Tabarca, en Alicante, son las únicas cercanas al litoral. Tendríamos que ir a la costa norteafricano para encontrar islas, emblemáticas todas, como Alhucemas, Chafarinas o Perejil, en el mar de Alboran, donde también se encuentra la isla Alborán. Ésta, junto con las Columbretes frente el cabo Oropesa, en Castellón, son otras islas que, si bien no son litorales, sí se encuentran a media distancia y que muchos navegantes y organizadores de regatas las tienen como objetivo para rumbear hacia ellas, doblarlas, e incluso fondear, y por ello son punto de atracción náutico y aventurero.
Pero, para muchos navegantes, cuando se habla de islas, -en algunos círculos de la península ya se las llama de forma común ‘las Islas’ o ‘les Illes’- se refieren a las Baleares. Ellas son las Islas por antonomasia, y el objetivo de muchas travesías. Son un reto náutico. Diría más, son una iniciación o bautismo de mar. De hecho, para los navegantes peninsulares su puesta de largo, como un auténtico navegante, pasa por el salto a estas islas. Esta ‘primera vez’ se convierte en un viaje iniciático, que superado, uno ya puede considerarse navegante. Este espíritu aún perdura, y se renueva año tras año, porque toda travesía a las islas, siempre será distinta, diferente, abierta a todas las emociones de la náutica.
Hablando con navegantes siempre me ha interesado conocer cómo fue su primer salto a las islas. El mío fue impresionante. El sencillo salto de 90 millas, rumbo Sur, para alcanzar Sóller. Siempre lo tendré en mi memoria. Nunca se olvida. Como tampoco lo olvida quien lo ha hecho. Recuerdo a Rafael Marsans, empresario barcelonés y aventurero nato -con un grupo de cinco motoristas cruzaron África subidos en una moto Bultaco, en la célebre ‘Operación Impala’- tampoco el mar se le resistió. Antes de cubrir aquella travesía africana tuvo ocasión de realizar su primera travesura con la navegación: a bordo de una embarcación de motor, que no superaba los siete metros de eslora, y con menos de 20 años y sin papeles, salió de Barcelona y sin avisar a nadie quiso llegar a la isla de Menorca. ‘No apunté bien, -me contó- y caí en la isla de Mallorca. En casa no sabían nada de mi desaparición y cundió el pánico. Pero yo ya alcance mi meta, que no era otra que llegar a las islas’. Madera de aventurero, sin duda.
Hace tiempo, en una conversación con Joaquín Coello, entonces presidente del Puerto de Barcelona, y antes ingeniero naval en Cartagena y navegante en los Siete Mares, ganador de una Ruta del Ron, instigador del primer velero español de la Vuelta al Mundo, el Licor 43, le pregunté cómo fue su primer salto a las Baleares. Emocionado me comentó que fue cuando era un adolescente, en compañía de otros amigos de veraneo que también navegaban en Sant Feliu de Guixols, en pequeños dinghis, entre ellos Ricardo Lavilla, y cómo habilitaron un viejo velero de madera alemán, el Gudrum, y en unas vacaciones recorrieron el Mediterráneo y llegaron, como aquel que no quiere la cosa, a Mallorca.
Otro entusiasta de la navegación y del mundo de la aventura, el editor de publicaciones técnicas y promotor de la náutica Enrique Curt, también sintió la necesidad de hacer el salto a las islas desde el inicio de su afición por el mar, y en un verano que recorrió todo el litoral Mediterráneo español, una vez en el puerto de Denia, dio el salto y llegó a Ibiza. Sin duda estos gestos crean carácter y su pasión por el mar se proyectó tanto en su entorno vital y empresarial como en el humano, y sus objetivos se multiplicaron, convirtiéndose en uno de los navegantes más dinámicos de nuestro país.
Con tono irónico, Luis Conde, actual presidente del Salón Náutico barcelonés, me comentó cómo su primer salto por el mar Balear fue desde Andraitx con intención de llegar a Barcelona. Iba con una menorquina recién comprada en Mallorca, y quiso traerla directamente a Barcelona, ‘En principio era una travesía fácil, mucho más que la de aquellos que desde la península quieren recalar en las islas, porque siempre, en la recalada, me encontraría con la costa, cosa que al revés no lo es tanto,ya que puedes pasarte de las islas y llegar a Argelia’. Pero la dificultad no estribó en apuntar bien el destino, sino, que, como siempre, la distancia desde Mallorca a la costa catalana, es ‘más larga’ que la de la península a la costa mallorquina –debido las corrientes, el viento dominante, etc- y a pocas millas de llegar a la costa catalana constató que se quedaba sin combustible. ‘Esto fue un agobio, que siempre recordaré’.
A todos ellos este salto les marcó. Después lo habrán realizado en infinidad de veces, habrán cruzado el Atlántico o incluso dado la vuelta al Mundo, pero todos, en el fondo, tendrán presente aquellas horas de navegación, las sensaciones que palparon, la sana inquietud de llegar a destino felizmente. Un viaje que nunca se olvida y que muchos, cada temporada, lo renuevan con nuevos aires.
Estamos en meses de renovación del salto a las islas en la costa peninsular mediterránea española. Por estas fechas primaverales vivimos un sinfín de eventos náuticos, regatas y travesías que tienen como objetivo las islas. En Semana Santa la meta es Ibiza (Ruta de la Sal) y Formentera (Ophiusa), en el mes de mayo Pollença, Menorca (Joan Guiu), en junio Ciutadella (regata Sitges-Ciutadella), Mahón (regata Sant Joan), La Dragonera. Todas ellas con el atractivo de alcanzar o doblar una meta isleña.
Como vemos, las islas son la referencia. Y no solo en nuestra casa. En Inglaterra las referencias son las islas del canal (Jersey, Guernsey, Sark o Alderney) pegadas en la costa normanda francesa; o el islote Fastnet en el mar de Irlanda; en Francia las islas de la Charente (Olerón, Ré, Ile d’Aix) o de la Provenza (Hyeres, Corcega); en Italia, Elba Sicilia, Cerdeña, Malta, para no olvidarse del paraíso isleño (un auténtico pelagos) croata o griego, rodeado de centenares de islas, tanto en el Jónico como en el Egeo.
En definitiva, entramos en ‘mono’ isleño. A disfrutar de ellas. ¡Vivan las islas!