Que un país como el nuestro no disponga de unos mínimos recursos -posiblemente ya presupuestados- para poder sostener un archivo de la trascendencia del Archivo General de la Marina “Álvaro de Bazán”, es una anomalía que roza la falta de respeto, por no decir que es un insulto a la inteligencia. Un desprecio pasado por agua.
Es vergonzoso evidenciar de forma tan plástica esta falta de sensibilidad hacia un patrimonio histórico -en este caso marítimo- ya no solo español, sino universal. Resulta bochornoso que se pueda cuestionar la continuidad de una institución por una falta de personal necesario para mantener su actividad.
Me sorprendió más cuando comprobé que la decisión procede del propio Ministerio de Defensa del que, en parte, depende este archivo. Un patrimonio de alto valor histórico, bibliográfico y documental no se merece este ‘marrón’… y me irritó más saber que hoy este ministerio está regido por una persona castellano-manchega, región donde está ubicado este archivo de la marina española, lo que me demuestra una insensibilidad o una ignorancia de ella en valorar algunos de los ‘tesoros’ que alberga su tierra.
El Archivo General de la Marina es un archivo nacional, creado como centro único e histórico para reunir todos los fondos de la Armada. Custodia buena parte de los legajos y documentación de las diferentes instituciones del Estado que ha gestionado a la Armada, así como de otras actividades marítimas, desde finales del siglo XVIII hasta gran parte del siglo XX.
Alberga, entre otros registros, la documentación de la Secretaría de Estado y del Despacho de Marina posterior a 1783, expedientes, protocolos e inventarios del Ministerio de Marina decimonónicos (con documentos sobre procesos históricos tan significativos como la independencia de las diferentes posesiones españolas de Ultramar y un sinfín de curiosidades históricas) y de los diferentes ministerios que sucedieron a éste, durante el primer tercio del siglo XX.
Además, tiene una parte de la documentación generada por los distintos organismos con jurisdicción en los departamentos marítimos peninsulares y en los apostaderos de Ultramar (capitanía general, intendencia, comandancias y ayudantías de Marina…), de los expedientes de asistencia marítima, documentos transferidos y generados por diversos organismos de la Marina durante la Guerra Civil, tanto del bando republicano como del nacional, reunidas por el Servicio Histórico del Estado Mayor de la Armada y que también están albergados en este edificio, legajos que, muchos de ellos, aún hoy están en proceso de clasificación.
Este archivo también alberga la documentación proveniente de los juzgados marítimos, hasta que estos fueron abolidos por la reforma judicial realizada a finales del siglo XX.
Una verdadera joya para historiadores y para todos aquellos ciudadanos sensibles y aficionados con las cosas del mar y de sus hombres.
Puede que para muchos este ‘tesoro’, fuente documental de la historia naval, no sea más que una papelada que les suene a chino, o a birmano, y que no pasaría nada si se perdiera en el ‘fondo del mar’ o pasase a engrosar el almacenaje de alguna ‘librería de viejo’ o una casa de anticuarios, donde otras personas pudieran encontrar y recomprar a precio de saldo toda esta serie de pliegos y manuscritos que guardan secretos cubiertos de polvo relacionados con la historia de nuestro mar.
A mí me alarma esta falta de consideración por parte de nuestra administración. Hablamos de un Archivo sin duda peculiar al estar ubicado en ‘tierra adentro’, en plena Mancha, lindando con Jaén, a medio camino entre Toledo y Sevilla, en el extremo sur de la tierra de Calatrava y Valdepeñas, a la sombra de Sierra Morena. Un archivo que tiene su sede, -y de aquí también su originalidad- en el palacio del que fuera durante el reinado de Felipe II el Almirante del Mar Océano, Álvaro de Bazán, primer marqués de la Santa Cruz.
Quiero pensar que su cierre sea solo temporal. Si fuera definitivo, no dudo que sus más de 12 km. de fondos que custodian los muros de este palacio pasarían a otras instancias gestoras de archivos históricos, ya sean los archivos navales existentes en las distintas capitanías marítimas que guardan este tipo de documentación -Cartagena, Ferrol, San Fernando- o en el propio Archivo Central en Madrid. Pero esto no deja de inquietarme porque hechos como este muestran una falta de sensibilidad hacia lo marítimo. Somos testigos de cómo en más de una ocasión un desatino empieza con una mueca desagradable que, a la larga, acaba con un despropósito. Con esta desidia se ha perdido mucha documentación marítima, no solo oficial, sino también privada, particular, de navieras y armadoras, de clubes… que han forjado el universo náutico de nuestro país y que ha desaparecido sin que nadie se alarmara ni dijera nada.
Dicen que obras son amores y no buenas razones y el cierre por falta de personal de un archivo de primer nivel evidencia una penosa realidad, el desentendimiento existente en nuestra sociedad con las cosas de la mar y de nuestra historia.
Es posible que la circunstancia del cierre de las instalaciones se deba –en el fondo- a que el Palacio del Marqués de la Santa Cruz, arrendado a la Armada por un periodo de noventa años prorrogables, acaba su contrato de arrendamiento y que, a corto plazo, una manera de solventar el tema es cerrarlo. Pero aun así, pienso que despojar del legajo documental a esta ciudad y a su singular edificio, construido en el siglo XVI y declarado Monumento Nacional en 1931, significará para Viso del Marqués perder algo de sí. ¡Que ya es mucho!
Angel Joaniquet