Hace algún tiempo vi en televisión la película Friends with Money (2006), dirigida por Nicole Holofcener y protagonizada, entre otras, por Jennifer Aniston, Frances McDorman y Joan Cusack. El film está clasificado como “comedia dramática” y combina las historias de una serie de acomodadas parejas californianas entre las cuales el personaje que interpreta Aniston no termina de encajar.
En una de las escenas Aniston se hace acompañar por un nuevo amigo a una cena de gala organizada con finalidades filantrópicas. La idea del encuentro consiste en pagar una cantidad desorbitada de dinero para recaudar fondos. Con lo recaudado, obviamente, se paga la cena y, con lo sobrante, se genera una cantidad importante para el fin caritativo de que se trate.
El acompañante de Aniston, en apariencia un poco bobalicón, se cuestiona en la misma mesa sobre lo adecuado del procedimiento. “Caramba, si de lo que se trata es de recaudar fondos podríais no realizar la cena y dar también todo su importe a beneficencia”.
La cara del resto de los comensales es de absoluto pasmo ante tal sugerencia, pero el espectador capta enseguida que tiene más razón que un santo. La finalidad benéfica se mezcla con el afán de estar allí, de lucir indumentaria, de ver y de ser visto. Si no se hiciera la cena, la totalidad de lo recaudado iría a la finalidad prevista, no solo una parte.
Les pondré otro ejemplo.
Sucedió en la capital de un país con monarquía constitucional. Sucedió que una empresa enarboló la bandera de la obra benéfica organizando un espectáculo, los beneficios del cual irían a parar a alguna organización caritativa. Con la finalidad de conseguir una afluencia notable de público dispuesto a pagar una cantidad importante por asistir al acto, el organizador ofreció la presidencia del asunto a la reina de ese país.
¡Ah! Pero hete aquí que la aristocracia feudal y financiera de ese lugar no estaba dispuesta a pagar por tener unas entradas y, llegando próxima la fecha de celebración del acto en cuestión, el organizador temió encontrar a su reina en el palco y la platea vacía. Ante semejante perspectiva optó por pagar los gastos de su faltriquera y regalar las entradas. ¡Ah! (de nuevo) Entonces sí que los hijosdalgo, los políticos, los financieros y los miembros de la jet set de turno corrieron a pedir entradas. Gratis, por supuesto. Era un acto que no se podían perder, no fuera caso que se perdieran también una foto en las revistas del corazón o un plano en los programas televisivos de cotilleo.
Dicho de otro modo: le hubiera salido más a cuenta dar el dinero directamente y no organizar el espectáculo.
¿Y a cuento de qué viene todo esto? Pues viene a cuento de que el deporte se utiliza con demasiada frecuencia con finalidades que distan mucho de ser estrictamente deportivas. Sirve como excusa de casi cualquier cosa. Desde construir infraestructuras hasta hacer publicidad turística. Les pondré como ejemplo los futuros Juegos Mediterráneos cuya celebración está prevista en Tarragona en 2018. Estaba prevista en 2017, pero ya ven…
Antes de seguir les informaré que Tarragona se encuentra entre mis ciudades preferidas y solo tomo el caso como ejemplo. Es lo que tiene la transparencia.
Para argumentar utilizaré un documento publicado en enero de 2013 con el título “Los Juegos Mediterráneos Tarragona 2017. Una oportunidad para la economía y la reputación internacional de Tarragona, Cataluña y España”. Un documento de 21 páginas realizado por el gabinete de prensa del Ayuntamiento de Tarragona que incluye el presupuesto previsto –entonces- y un desglose aproximado de ingresos y gastos. Los gastos vienen en el gráfico que les adjunto:
Traduzco y pongo por orden de porcentaje en el presupuesto:
Estructura operativa: 24,2 %
Infraestructuras: 20,0 %
Logística: 19,9 %
Comunicación: 10,9 %
Protocolo y ceremonias: 6,7 %
Competición deportiva: 6,6 %
Voluntarios: 4,1 %
Derechos delegados CIJM: 3,2 %
Servicios médicos: 2,6 %
Seguridad: 1,4 %
Reuniones: 0,4 %
Lo primero que llama la atención es que la suma de porcentajes da 100. ¡Menos mal! Lo segundo es que la competición deportiva solo precisa del 6,6 % del total del presupuesto. Si. El 93,4% del presupuesto es parafernalia. En protocolo y ceremonias se gastará más que en deporte. La gran excusa de este tipo de actos deportivos es que se construyan infraestructuras que después sean utilizadas de forma frecuente por la ciudadanía, pero tampoco. Las infraestructuras a construir en Tarragona solo son el 20% del presupuesto, cuatro puntos por debajo de la “estructura operativa”. Dicho de otra manera: si de lo que se trataba era de construir unas instalaciones deportivas, se podían haber ahorrado el 80% del presupuesto.
La gran excusa es que para gastar seis en deporte hay que conseguir 100. ¿Y cómo? Con el patrocinio. A continuación les expongo el gráfico de los ingresos.
Ordeno y traduzco:
Patrocinio: 76 %
Otros ingresos: 14 %
Aportaciones instituciones: 9 %
Ingresos delegaciones: 1 %
Si ustedes suman en el aparatado de presupuesto de gastos las infraestructuras y las competiciones obtendrán un resultado del 26,6 % del total. Los ingresos sin patrocinio suman el 24 %. No hace falta ser Einstein para darse cuenta que casi se pueden hacer las infraestructuras y las competiciones sin patrocinadores.
Estaría bonito que los actos deportivos importantes, estos o cualquier otro, tuvieran una utilidad práctica que trascendiese a la competición puntual en sí misma, pero fíjense que la parte del león se la llevan chorradas como “estructura operativa”, “logística”, “comunicación” o “protocolo y ceremonias”. Tal vez no sean chorradas, tal vez lo que sucede es que yo no sé interpretar adecuadamente el significado de las palabras que ilustran estas partidas. ¡Vete a saber!
Oiga ¿Y si los organizadores pidieran el patrocinio solo para las infraestructuras y las competiciones deportivas? ¿De veras hace falta todo este alambicamiento?
Me pregunto si sucede lo mismo con los Juegos Olímpicos, los Campeonatos del Mundo, los grandes premios…
Estoy convencido que los Juegos de Tarragona no se parecerán a lo sucedido con el auditorio de Puerto Lumbreras –faltaría más-, pero me llama la atención que para poder gastar 6,6 euros en deporte sea necesario recaudar 100.