Con los años y el desarrollo de la normativa de seguridad y salud en el trabajo las tareas en el varadero han ido especializándose. La tendencia es la profesionalización.
El acceso al recinto industrial portuario y la permanencia en el mismo sólo se permite previo cumplimiento de todas las normas y directrices establecidas por la dirección del Puerto. Las personas, usuarios, industriales que se encuentren por cualquier motivo dentro del área técnica del recinto portuario, deberán acatar en todo momento las órdenes de la dirección, y las normas establecidas en el Reglamento de Explotación y Policía del Puerto.
Las exigencias para los industriales también se han incrementado. La petición de acceso se une a la hoja de encargo, la licencia de actividad, la póliza del seguro de RC con el último recibo de pago del mismo, el TC2 de los trabajadores o de autónomos, los contratos de prevención y evaluación de riesgos, con sus respectivos certificados médicos. Las exigencias de seguridad se incrementan, y con ello se abre una frontera entre los industriales que cumplen con sus obligaciones, los que no, y los aficionados.
Buenas prácticas ambientales
El mantenimiento de la propia embarcación es un aliciente para muchos aficionados a la náutica deportiva que quieren llevar por sí mismos esta actividad; sin embargo, los trabajos en el varadero no encajan precisamente con un ambiente familiar y lúdico.
Los gestores portuarios deben disponer de la licencia ambiental, la póliza de responsabilidad civil, la legalización de instalaciones eléctricas, dar cumplimiento de las instalaciones a la normativa de seguridad industrial, tener plan de emergencia, revisar los sistemas contra incendios, planes de contingencia de contaminación maritima, gestión de residuos y cumplimiento de la normativa MARPOL.
Las buenas prácticas ambientales sirven como criterios de educación y modulación de conducta, pero ¿qué espacio queda para el aficionado que quiere hacer el mantenimiento de su propia embarcación? Sí, es necesario flexibilizar y concienciar a los implicados. Un Varadero es una zona de trabajo con riesgos. No es un espacio lúdico.
La crisis pone en evidencia la disminución en el gasto dedicado al mantenimiento de algunas embarcaciones. Muchos usuarios no quieren contratar industriales para simples trabajos de como limpìar los cascos y repintarlos con antifoulings, o cambiar las tres baterías de nuestros velero. Los concesionarios ponen freno al acceso del usuario amateur a los varaderos y eso también significa matar a la náutica. ¿Significa que también se nos impedirá pulir el gelcoat de nuestros barcos con una radial? Si el profesional, o la empresa, lo hiciera en las mismas condiciones, no tendría sentido este agravio. Y si lo hicieran con todas las precauciones medioambientales y exigencias de las normativas, evidentemente a la náutica se le añadiría otro lastre más para su existencia y desarrollo. Hemos de encontrar un punto en común.
La solución tal vez sea la limitación de los trabajos que puedan ejecutar los aficionados en el varadero, asumiendo su responsabilidad, diferenciando las zonas de trabajo amateur del profesional; e imponer pólizas de responsabilidad por el uso del área industrial a toda persona que acceda a la misma.
Jaume Prats
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