La vela no solo es la aplicación del foil, -por otra parte, una innovación revolucionaria, que admiro- probada con espectacularidad desde hace décadas por las más vanguardistas clases y modalidades de vela, entre ellas la más audaz de todas ellas, la clase moth, y que desde los lejanos años sesenta del pasado siglo, ya lo aplica en sus embarcaciones.
La ‘app’ del foil, utilizando nomenclatura ‘tech’, adoptada por los multicascos America’s Cup, es muy loable, pero, -de aquí mi discrepancia-, ella, por si sola, no es el futuro de la vela. Es una aplicación más en la vela y, como tal, positiva, pero no la única. Ni su esencia.
La vela está abierta a todo tipo de botes propulsados por el viento. Con o sin foil. Y el futuro de esta práctica es el desarrollo de todas sus modalidades y, ante todo, el respeto a los botes de siempre y a los futuros.
No se puede despreciar la modalidad del monocasco, en sus múltiples acepciones como monocascos clásicos (dinghis, balandros) por no llevar foils, ni a los skiffs, ni a los multicascos sin foil. Ni por descontado a las tablas (con orza o sin orza), incluso los kite, que muchos teóricos englobarían en los deportes aéreos.
El foil es un instrumento más, magnífico, que se puede aplicar a la vela. Pero no su esencia. El foil es un elemento que ha hecho evolucionar positivamente a muchas clases de vela, como el moth, que hace años algunos usuarios de este bote, más aferrados al clasicismo del dinghismo decidieron no seguir en la carrera sin límites de su propia clase, y establecieron un bote nacido del moth , más ‘tradicional’ y que fue el germen del moth europe.
Esto es lo que pienso. Y por descontado no quiero sentar cátedra. Pero creo que si la innovación del foil es positiva, sobre todo en ciertos catamaranes, no por ello hemos de sentenciar que el futuro de la vela tenga que pasar solo potenciando este elemento. O apéndice.
Angel Joaniquet