Los actos protocolarios de las competiciones deportivas náuticas se pueden resumir en tres: las presentaciones, las reuniones de patrones y las entregas de trofeos. Presentaciones no las hay siempre. Hay presentaciones en las regatas importantes.
Podemos definir como regatas importantes aquellas en las que está en juego un título de prestigio, un campeonato internacional, algún campeonato estatal o similar. En estos casos la colaboración institucional es notable, tal vez imprescindible. Un club, por potente que sea, rara vez dispone de los medios económicos necesarios para hacer frente a los gastos que implican este tipo de competiciones. La simple organización de una regata de alto nivel conlleva unos gastos que se apartan del día a día del club. Hace falta disponer de espacio en los pantalanes, contar con embarcaciones para balizar, controlar y de soporte. En muchos casos hay que llevar suministros a los regatistas –de vela ligera- que pasan la jornada en el mar. En muchas regatas de vela no se sabe cuándo empezará la competición, pues se está a la espera del viento y, en consecuencia, no se sabe cuándo va a terminar. Los socios no siempre están de acuerdo en ver invadidas sus instalaciones por docenas de regatistas que ocupan el bar y terminan con el papel higiénico en el momento más inoportuno. Si la regata es de motor se ocupa la grúa y hay que hacer cola en la gasolinera. En fin, una serie de inconvenientes que se compensan con el espíritu deportivo que ilumina toda institución y con las necesarias aportaciones económicas de entidades públicas y privadas.
Esas aportaciones se compensan con unas pancartas en el club, la rotulación de las boyas, un dorsal con la marca de turno y el obsequio de unas camisetas a los participantes y, a veces, con una presentación a la prensa. ¡Ah, la prensa! Si quieres que venga la prensa a una presentación tienes que tener previsto un aperitivo, una comida o una cena de acompañamiento, ágape que se costeará con las colaboraciones institucionales o privadas comentadas más arriba. Si no hay ágape ni regalito al salir, es muy probable que los dignísimos representantes de la prensa no vuelvan o, lo que es peor, que no hagan ni el menor comentario de la presentación esa convocada con tanto amor. Se atribuye a los miembros de la profesión periodística una permanente dificultad para llegar a fin de mes y, por lo tanto, una permanente voluntad de apuntarse a cualquier acto público en el cual se obsequie cualquier cosa. Un bolígrafo o una camiseta. Y, si acaso en parecido horario hubiese o hubiera dos actos a la vez, sin duda que los plumíferos acudirían antes adonde hay croqueta y gamba que adonde hay aceituna y patata frita. Aclaro: según la Real Academia de la Lengua, plumífero es un término despectivo para describir a una persona que tiene por oficio escribir. De cuando se escribía con pluma, supongo. Haré una nueva aclaración: también la RAE define como pesebre el beneficio o prebenda que se da a militantes del partido –político- en el gobierno o a quienes lo han favorecido o también asistir con frecuencia allí donde dan de comer. Gratis, ya se entiende.
Cuando el periodista regresa a la redacción los compañeros le preguntan. ¿Qué tal el pesebre? Inquiriendo si hubo una buena tragantona o si acaso regalaron un Rolex. Bien, si acaso existía la más mínima posibilidad de que regalasen un Rolex, aunque solo uno fuera, no les quepa duda de que no habrá ido el periodistilla de turno, no. Irá el director. ¡Qué digo el director! ¡El editor en persona!
Por supuesto hay excepciones. Hay presentaciones que merecen el interés periodístico, con o sin pesebre, y periodistas que no aceptan regalo alguno, aun entendiendo todo el mundo que solo se trata de una cortesía.
En sentido totalmente opuesto hay presentaciones a las que hay que acudir, con o sin pesebre, aun si la hora es intempestiva y el lugar pilla a contramano. Eso sucede cuando el patrocinador de la regata es anunciante real o en potencia del medio de comunicación. Entonces ya se ocupa el director comercial de influir en el director y en todo el equipo de redacción para que se “cubra” la citada presentación, so pena de perder la paga doble de Navidad, pues el cliente es muy capaz de retirar sus inserciones publicitarias si no se le hace caso.
A pesar de todo ello, este tipo de actos empieza con agradecimientos. Quienes toman la palabra agradecen unos el patrocinio al patrocinador, el patrocinador agradece que el organizador le haya dado la oportunidad de patrocinar, todos ellos agradecen la presencia de los periodistas. Y, por adelantado, el mucho espacio que le van a dedicar a la competición de que se trata, con la esperanza, más o menos sutil, de recuperar la inversión realizada con el retorno publicitario.
Se producen agradecimientos por segunda vez durante la reunión de patrones –o de pilotos, en motonáutica- cuando el director de carrera, presidente del jurado u otra personalidad relevante agradece a los presentes su presencia y participación para, a continuación, proceder a impartir las correspondientes instrucciones de regata.
Parecidas escenas suceden durante el acto de entrega de premios, recordando que sin los regatistas no es posible la regata. Obvio. Pero tan obvio como que sin el club, los miembros de los comités de regatas, la marinería y tutti quanti tampoco habría regata. Se entiende que si el organizador es un profesional que se gana la vida montando regatas y carreras debe estar agradecido de que el número de inscritos sea elevado, pues de ello depende su trabajo. Pero en la mayoría de los casos la cosa no es así, sino bien al contrario, con unas tarifas de inscripción –cuando las hay- que no alcanzan a pagar el combustible de los barcos balizadores y oficiales de regata voluntarios o casi.
Pagando elevadas inscripciones o no, con comités profesionales o no, con o sin patrocinadores de postín, con o sin vino de honor, con o sin dinero de por medio, sin organizador no hay regata.
Durante el acto de entrega de premios es normal que quien recibe un merecido trofeo lo agradezca a quien se lo libra, pero es un agradecimiento que no llega a oídos del resto de los asistentes. No es un agradecimiento general.
Tal vez sería bonito que un representante de la flota tomase la palabra y agradeciera a los organizadores su labor. ¡Qué gran momento de deportividad sería éste!
Claro que dejarle un micrófono a según quien tiene un peligro que…