A veces creo que es una prueba de la grandeza y generosidad de la sociedad británica, pero también me viene a la mente que pueda ser una muestra de desorientación, o cambios de generación en el mundo de la náutica británica, sufrida sobre todo en pasadas décadas, de forma muy especial la que vivió en la década de los años ochenta.
En el fondo pienso que las ideas e iniciativas más esplendorosas de la náutica provienen de este pueblo de navegantes, y que tras ponerlas en práctica, las regala al mundo en un acto de generosidad que refleja este carácter, un talante de estar siempre dispuestos a dar al mundo de la náutica conceptos nuevos e ideas universales que después admiramos.
La OSTAR, (Single-Handed Trans Atlantic Race), la regata trasatlántica en solitario, la Transat por excelencia transformada posteriormente en Carlsberg, Europe1, etc., la Golden Globe Race, la primera regata en solitario alrededor del mundo y de la que salió la actual Vende Globe, la Whitbread, la regata circunmundista por etapas y con tripulantes por excelencia, hoy rebautizada como Volvo Ocean Race, o la regata en solitario por etapas BOC Challenge, hoy conocida como la 5 Oceans o Around Alone, e incluso si rebuscamos, la misma America’s Cup, son regatas surgidas de la mente de entusiastas navegantes ingleses. Ellos se lanzaron a organizar estos retos náuticos, comprometieron a sus clubes, y a ellos mismos, para tirarlas adelante, apasionaron a sus amigos y patrocinadores, -cerveceros y editores de diarios la mayoría de ellos-, para que apoyaran sus aventuras náuticas, que muchos veían como devaneos mentales de unos locos por el mar con ideas descabelladas y suicidas.
Entre estas ideas brotadas de cerebros un poco crazy, hubo una que surgió con el objetivo de organizar una Transat en solitario, pero con una peculiaridad que la hacía más genuina e inverosímil si cabe, y por ello más grande: hacerla con embarcaciones enanas, de no más de 21 pies (6.5 metros de eslora). Y así surgió la regata que ahora estamos disfrutando durante estas semanas, siguiéndola on-line, la Mini Transat 6.5. Esta prueba nació en un club de visionarios y atrevidos navegantes, el Penzance Sailing Club, en Cornuelles, el Finisterre inglés, donde también salió una mítica mujer de mar Ellen MacArthur. Si ahora estamos disfrutando de esta prueba, -que para el agrado de muchos vuelve a su formato original después de unos años cruzando el Ecuador para recalar en Brasil- y podemos contar con una generación de grandes navegantes oceánicos, es gracias, sin duda, a esa iluminación de unos visionarios que hicieron posible y viable lo aparentemente imposible: cruzar el Atlántico en un bote de 21 pies.
Seguir a los participantes de este hito náutico, la Mini Transat, nunca me ha dejado indiferente. El mismo atrevimiento, en su momento de promover esta prueba, siempre me ha llevado a enaltecer al tipo que la creó, un lunático navegante inglés, Bob Salmon, que quiso demostrar y poner al alcance de todo el mundo el poder cubrir una regata transatlántica. Eso sí, con barcos de poco coste y bajo mínimos. Y con esta idea democratizadora, Salmon resolvió una magnifica ecuación, convertir la travesía atlántica en la aventura más grande de la náutica, a bajo coste.
No quiero quitar mérito al grupo de navegantes atlánticos franceses, bretones y charenteanos que, en un momento dado, revitalizaron la prueba y la pusieron donde hoy está, dando continuidad a este reto que arrancó en el año 1977. En el año 1985, en un momento de ‘decadencia inglesa’, supieron rejuvenecer la regata y convertir este reto de navegar en solitario con la embarcación más pequeña, en el acontecimiento de la navegación trasatlántica en solitario más importante del globo.
Pero quiero reivindicar también a aquellos pioneros que en el año 1977 abrieron brecha con este concepto de regatear en el Atlántico. Y entre ellos estaba un santanderino, Guillermo (Willy) López-Alonso, que por circunstancias ajenas, estuvo en aquel reto que hizo historia.
La Mini Transat, los aficionados y navegantes españoles, siempre se han sentido muy identificados, considerándola casi como propia. Ya en aquella primera edición participó este navegante del RCN Santander que ganó en el entonces único tramo puntuable, el de Tenerife a Antigua, ya que el primer trazo, entre Penzance y Canarias, aunque obligatorio, era simplemente un trayecto de enlace.
Santander e Inglaterra siempre han tenido lazos muy estrechos en el mundo de la náutica. Están cara a cara. Un día tendremos que reivindicar a este navegante, Willy López-Alonso, fallecido hace doce años, que se embarcó en esta aventura de navegar solo por el Atlántico en una embarcación de menos de 6.5 metros y que se enroló porque su hermano Gonzalo, que era quien en principio se inscribió en ella, no pudo participar por encontrarse convaleciente. Guillermo, con su mini Cañamin, abrió un camino en la Transat para pequeñas embarcaciones que sedujo a muchos jóvenes de aquellos años, como Jordi Nadalmany, que la corrió en la edición de 1981 y que destrozó su barco en las costas gallegas a su paso por Finisterre, en plena etapa de enlace, o a Albert Bargués en 1987, que sí pudo completarla.
Tras ellos, una auténtica pléyade de navegantes tomaron la antorcha atlantista y en la última década del siglo pasado, y principios de este, han vivido esta aventura Jaume Mumbrú, Juan Merediz, Hugo Ramón, Alex Pella, Gerad Marín, los hermanos García, Bruno y Willy, Joel Miró, Gonzalo Botín, Luis Irisarri, Nacho Orti, Juan Carlos Sanchis y las navegantes femeninas con Anna Corbella y Pilar Pasanau.
Estamos en el 2015 y en la edición de este año nada menos que siete navegantes españoles se han propuesto cubrir este reto. Fidel Turienzo, Carlos Lizancos, Pilar Pasanau, Guillermo Cañardo, Jesús Jimenez, Aito Ocerin, Nacho Postigo. Después de Francia, el país organizador, es el país con más navegantes en regata. Casi el 10% de la flota de la Mini Transat 2015 procede del Mediterráneo y del Cantábrico español, siguiendo una tradición que viene de lejos. Repetimos en número de participantes como en la edición del 2003, en la que se inscribieron también siete solitarios, cuando Alex Pella quedó segundo y en la que todos los inscritos españoles finalizaron la prueba en el lejano Salvador de Bahia (Brasil).
Ahora de nuevo repetimos con este espectacular número de siete participantes. Lo que demuestra, una vez más, que la filosofía de quienes diseñaron aquella regata, ahora hace 40 años, tenía futuro. Y que ha dejado huella. Por esto pienso que seguir a estos siete magníficos es la mejor muestra de reconocimiento y homenaje hacia aquellos hombres que hace décadas se atrevieron a encarase con el océano, solos y con las mínimas asistencias técnicas posibles. Como fueron el creador de la regata Bob Salmon y nuestro legendario y recordado Guillermo López-Alonso, que no tuvo ningún inconveniente en seguir el proyecto de este osado inglés y cruzar el Atlántico con un enano 21 pies.