Existe una tipología de club náutico de playa. Es aquel que tiene su sede social en la playa o pegado a ella. Lógico ¿Dónde va a estar un club de playa sino en la playa? La alternativa de un club náutico es estar en un puerto recreativo o deportivo, bien sea de su propiedad –que los hay- con sus instalaciones en el interior de un puerto, incluso si no es deportivo, sino comercial. Eso sucede en Palma, Barcelona, Málaga, Cartagena, etc. La casuística es amplia.
Los clubs de playa consisten en un edificio más o menos grande, con servicios, oficina, almacén y una notable superficie de ocupación de la propia playa donde se depositan las embarcaciones, deportivas en teoría, necesariamente de poca eslora, que son botadas y varadas mediante tractores, cabestrantes, rodillos y otros sistemas. Pero sucede que la Ley de Costas no contempla con buenos ojos esta clase de cosas. Ni clubs, ni servicios, ni chiringuitos ni nada. Bueno, no corramos tanto…
En realidad, las entidades sin ánimo de lucro –clubs- existentes deben adaptarse a las nuevas limitaciones que impone la Ley de Costas. No caben prórrogas, por mucho que tuvieran concesiones legales. Pero ¡Ah! las entidades con ánimo de lucro sí las tienen. Restaurantes y bares que ocupan enormes superficies pueden seguir ocupando. Para ser exactos la disposición transitoria vigesimoquinta del Reglamento dice: Los establecimientos expendedores de comidas y bebidas, podrán mantener las superficies reconocidas en el título por el que se otorgó la concesión. Vaya. Esto más parece un “todo por la pasta” que un “salvemos el litoral”…
En realidad habría que tomar la existencia de estos clubs como un valor añadido a la oferta lúdica de la costa. Del mismo modo que la playa tendría poco sentido sin tumbonas, sombrillas, pédalos, cayacs, duchas, aseos y todas esas cosas que son necesarias para el disfrute del litoral, a menos que se trate de un lugar paradisíaco, ausente de edificios en kilómetros a la redonda, donde la preservación del paisaje y de la naturaleza impongan la total ausencia de ello. No busquen un lugar así en España. O no esperen encontrar muchos de ellos. Es más, en la exposición de motivos de la Ley de Costas anterior, la de 1988, se decía que el 82 por ciento de la oferta turística española se concentraba en el litoral. La última Ley, la de 2013, no hace comentarios en este sentido, seguramente porque ahora el porcentaje es escandalosamente superior.
Que recordemos, estamos en la tercera Ley de Costas del estado y cada vez que se ha publicado una de ellas ha sido para frenar los desastres que no consiguió evitar la anterior. La política de hechos consumados, los inacabables litigios en los tribunales, la multitud de administraciones competentes ¿competentes? Han dado como resultado calles, plazas, urbanizaciones, edificios enormes…Cada vez hay menos litoral sin urbanizar.
En el pasado las concesiones para los servicios de temporada –chiringuitos- se adjudicaban por concurso de año en año. Eso provocaba instalaciones paupérrimas, auténticos chamizos con tres hierros y cuatro cañas, pues había que amortizarlos en un verano y la cosa no daba para más. Ahora las concesiones son para cuatro o cinco años, lo que da pie a mayores inversiones y a construcciones más presentables. Desmontables, sí, pero presentables.
La tipología del club de playa es muy catalana. Incluso popular, pues hace innecesario el puerto deportivo o recreativo. Vaya, desde el punto de vista de la conservación del litoral es un mal menor, preferible un club de playa que un puerto.
Eliminar algunos de ellos no va a suponer una mejora del litoral. Estos clubs no están en mitad de las dunas, están junto al paseo marítimo de turno cuando no pegados a la vía del tren. ¡Oh, qué bonito! Sacarán al club, pero dejarán la vía del tren, con sus traviesas y sus convoyes pintarrajeados por grafiteros. ¿Y por qué está ahí la vía del tren? Pues porque hace 150 años a la playa no iba nadie y se consideraba el lugar más malsano y barato, idóneo para tender vías férreas.
¿Y los cánones? La instalación de servicios de temporada paga su canon. Al estado. Visto que la playa no tiene catastro ni IBI, la referencia es el lugar “imponible” más próximo: el paseo marítimo. Lo más caro del término municipal, seguramente. A la hora de concesionar la administración también tiene en cuenta las inversiones a realizar y los beneficios estimados, que hay que declarar en el momento de hacer la oferta. Y si pones en el papel que invertirás poco, la concesión se la lleva otro. Las entidades sin ánimo de lucro también pagan canon, pero tienen un descuento abultado por sus actividades deportivas. Dice la Ley 2/2013: En los títulos otorgados a entidades náutico-deportivas para el desarrollo de sus actividades de carácter no lucrativo, el importe del canon de ocupación podrá reducirse un 75 por 100. Para la obtención de dicha reducción será preciso que la Federación deportiva correspondiente certifique que las respectivas entidades se encuentren debidamente inscritas y que ejercen exclusivamente la actividad náutico-deportiva.
¡Caramba! Un 75 por ciento de descuento no está mal. Pero fíjense que dice que hace falta un certificado de la federación deportiva correspondiente y que ejercen exclusivamente la actividad náutico-deportiva. ¿Seguro que todas esas embarcaciones que están varadas en la playa participan en actividades deportivas? No necesariamente de vela. Actividades subacuáticas, esquí náutico, motonáutica, pesca, piragüismo, remo… Un chorro de licencias en cada uno de estos deportes justificaría el descuento y sería un tapabocas magnífico. Pero recuerden que salir a pasear a vela no es lo mismo que practicar el deporte de la vela, del mismo modo que ir a pasear en moto no es ser practicante del motociclismo.
Otros países…
¿La desocupación de las playas es universal? Pues no. Si ustedes pasean por el Boulevard de la Croisette, en Canes, observarán que la playa está privatizada. Salvo en sus extremos, toda la playa de la Croisette está gestionada por los hoteles, que tienen allí muelles y restaurantes carísimos. Más aún, las playas italianas cuentan con kilómetros lineales de coloreadas casetas de baño concesionadas a hoteles, restaurantes y asociaciones. Las casetas sirven para cambiarse de ropa, guardar sombrillas y tumbonas. Pero, sobre todo, las concesiones ofrecen servicios sanitarios, bares o zonas de juegos infantiles porque, bien mirado, la playa pelada es bastante aburrida.
Sin embargo, tal vez no sea necesario iniciar acaloradas discusiones en torno a este asunto. Dentro de cuatro días subirá el nivel del mar lo suficiente para que no queden ni playas, ni clubs, ni chiringuitos, ni vías del tren ni paseos marítimos. Eso sí que debería preocuparnos.