Al principio fue el aficionado. El burgués, sí, burgués, que quería hacer salud mediante la práctica deportiva. Para ello el aficionado necesitó agruparse con otros aficionados como él, que tuvieran sus mismas inquietudes, para practicar juntos la actividad deportiva y, tal vez, competir. Aquí tienen su origen los clubs. El Fútbol Club Barcelona lo crearon unos señores suizos y alemanes para jugar al fútbol. Para jugar “ellos” al fútbol. No tenían estadio, las botas y las camisetas se las compraban cada uno de ellos y, durante años, los miembros de la junta directiva eran los mismos que le daban puntapiés a la pelota. Y así sucedió en la mayoría de clubs, de todos los deportes.
La mayoría de los clubes náuticos con historia nacieron del remo. A la mayoría de los burgueses de hace más de un siglo no les interesaba mucho navegar a vela ni, mucho menos, a motor. Tal vez porque consideraban que se hacía poco ejercicio. A los proletarios ni se les pasaba por la cabeza lo de remar por afición, porque solo remaban por necesidad los pescadores y, antes, los condenados a galeras. Además, los proletarios no hacían deporte, no tenían tiempo porque trabajaban doce o catorce horas al día.
Para poder tener un lugar donde guardar el bote y los remos, era necesario un local junto al mar, una caseta en el puerto o en la playa, y para conseguir el permiso o la cesión por parte de las autoridades, los aficionados se constituían en club. Así pues, lo normal, es que cuando alguien quería practicar una actividad deportiva pidiera su incorporación a un club, donde solía ser recibido con los brazos abiertos porque cada nuevo socio implicaba ser uno más a la hora de repartir los gastos. Con la construcción de la cafetería, la piscina o las salas de juegos, los que no competían fueron más que los que sí lo hacían. Y la cosa empezó a complicarse.
Ahora hay, como mínimo, tres tipos de variaciones respecto del planteamiento inicial. El primero lo conocemos todos, se trata de ese tipo de clubs cuyos socios no practican el deporte de que se trata. O, al menos, no lo practican allí, en las instalaciones del club. Son espectadores. Por ejemplo, el Barça cuenta con más de cien mil socios, pero no juegan al futbol en las instalaciones del club. El segundo es justamente el contrario, el de los abonados a una instalación deportiva que no les pertenece, pero que suelen acudir al recinto, piscina o gimnasio a realizar ejercicio. El tercer caso es el de los clubs creados para la práctica deportiva, pero que están derivando en clubs de abonados. Me extenderé en este caso.
Los clubes creaban federaciones
Puesto que estamos en un portal náutico, utilizaré, solo como ejemplo, el de un club náutico hipotético. Supongamos que una serie de aficionados a la náutica precisan de un lugar para dejar sus embarcaciones, sus kayaks, sus monotipos de vela ligera o sus motos acuáticas. Adquieren un solar junto a la playa –vaya, lo adquirieron hace años, porque con los precios de ahora, ni de broma- y piden las autorizaciones administrativas necesarias para dejar los barcos en la playa y tener un canal balizado para entrar y salir convenientemente protegidos de los bañistas. Todo esto tiene un coste económico. Hay que pagar las instalaciones, su mantenimiento, la electricidad, el agua, el vigilante. Poco a poco la cosa se va complicando, hay que tener un empleado para llevar las cuentas, tal vez el número de socios y la envergadura de las embarcaciones lleven a la construcción de una sede mayor o de un puerto deportivo.
Puesto que el origen y la finalidad del club es la práctica deportiva, pronto deciden organizar competiciones, enfrentarse el club de Villarriba con el de Villabajo. Se hacen necesarios los reglamentos, la presencia de árbitros y nacen las federaciones deportivas. Fíjense bien, las federaciones deportivas no estaban para crear clubes, sino los clubes para crear federaciones. Mientras las competiciones fueron entre clubs o poblaciones vecinas, los viajes eran cortos, cada cual se pagaba lo suyo y todos tan amigos, pero cuando hubo que ir unas millas más lejos la cosa se complicó. ¿Quién paga el gasto? Cuando los clubs eran pequeños y todos los socios –o casi todos- practicaban la actividad deportiva no había ningún problema. Se pagaba a escote entre los que viajaban, o pagaba el club, porque venía a ser lo mismo. Pero cuando los que se quedaron en casa, en el club, empezaron a ser más numerosos que quienes viajaban, los que se quedaron en casa dijeron que sus cuotas no iban a servir para pagar que otros viajasen.
Ni les cuento el problema cuando el club quiere organizar una competición en su sede. Eso implica recibir participantes de otros lugares, no tener mesa en el restaurante, hacer turno en las duchas, tal vez tener que mover el barco del amarre. ¿Por qué yo, socio de este club, tengo que sufrir todos estos inconvenientes? ¿Por qué yo, que pago religiosamente las cuotas, veo mermada la utilización de mis instalaciones? ¡Que las he pagado yo!
Este problema no es exclusivo de la náutica. Hay socios de clubs que no toleran que la piscina esté ocupada por las niñas de la natación simplificada el mismo día y a la misma hora que a él le conviene ir a nadar. Y mucho menos que con el dinero de sus cuotas se organicen torneos, viajen los miembros de los distintos equipos a todo tipo de torneos, o se entreguen trofeos, placas o medallas a los socios que han alcanzado éxitos deportivos. Para ellos la solución siempre es la misma, que se lo paguen ellos, o que lo pague el ayuntamiento, o la diputación, o el gobierno autonómico, o la federación. Vaya, que lo pague otro. Pero no el club. Porque el dinero del club no ha de servir, según ellos, para pagar las aficiones que practican una parte de sus miembros.
Ahora ya no se puede ir con la misma alegría a pedir dinero al ayuntamiento, a la diputación o a la comunidad. Ya no hay. Y ahora las cosas empiezan a ponerse en su sitio. Basta fijarse en las clasificaciones de las ligas de todos los deportes, descontado el fútbol y poco más. Equipos de pueblos pequeños compiten con éxito y aparecen en los lugares de honor de las tablas. Equipos prácticamente amateurs. Sin el dinero para fichar cracks volvemos al deporte amateur, al de los juegos olímpicos antes de Samarach y a los de antes de las repúblicas soviéticas con atletas de músculo excesivo. Y pronto puede suceder lo mismo con el fútbol. En Europa ya están hartos que los equipos de aquí deban dinero a troche y moche –lean Hacienda y Seguridad Social-, sigan fichando como si sus arcas estuviesen saneadas y, encima, ganen torneos europeos.
Diferencia entre deporte y entretenimiento
En el fondo sucede que no se ha explicado adecuadamente la diferencia que hay entre la actividad deportiva y la actividad recreativa. Quien va a nadar a la piscina, o a hacer máquinas al gimnasio, o dar unos golpes con la raqueta o sale a navegar, está realizando una actividad de recreo. Se entretiene, hace salud, se relaciona, pasa el rato, todo ello muy digno, muy saludable. Pero no hace deporte. Hace deporte el que se entrena y se prepara para la competición, el que compite con licencia, el que estudia el reglamento, el que tiene una actitud deportiva con respeto al adversario, sabiendo ganar y perder. Sin la existencia de los clubs deportivos el deporte se tambalea por la fragilidad de la base.
Es gracias a la competición que ese, o aquel club, ha obtenido una concesión pública para construir sus instalaciones en un terreno de dominio público, cuando no directamente de propiedad municipal. Es gracias al componente deportivo que las tarifas del club son más bajas que las de un gimnasio privado; sin esas secciones deportivas que compiten con las del club vecino, el club no tendría sentido y sería, solo un gimnasio o una marina, que son también cosas muy dignas, pero en las que mandan los accionistas, no los socios.
En muchos clubes veteranos, no necesariamente náuticos, se está dificultando el uso de los fondos de la caja común, de los socios, a las actividades deportivas, porque el socio quiere que su dinero se destine a las actividades sociales o recreativas o, mejor aún, a ninguna actividad, solo a mantener en perfecto estado de revista las instalaciones y razonables precios en el restaurante del club. ¿Y si los deportistas no surgen de los clubs deportivos, de dónde van a salir?
A este paso, el deporte será un fiel reflejo de la sociedad, donde desaparecerá la clase media y solo quedarán los muy ricos y los muy pobres. Traducido al deporte, cracks mediáticos sujetos a los avatares del patrocinio, del retorno publicitario y del payperview por un lado, mientras que al resto de los mortales se les aplicará aquello de aquí cada cual se paga lo suyo.