Con los años, nos hemos concienciado de que la costa es un elemento limitado que debe preservarse, de hecho, todos los proyectos sobre infraestructuras portuarias deben cumplir con una serie de requisitos medioambientales que garanticen su sostenibilidad e integración en el entorno.
En la actualidad, muchos de los nuevos diseños de ampliación de los puertos deportivos se proyectan alargando diques y espigones hacia el mar, con el objetivo de ocupar el menor espacio posible en la línea de costa. Dentro de la idea de optimizar los espacios portuarios, carece de sentido la construcción de grandes infraestructuras para dar abrigo a embarcaciones de 6 metros de eslora. Es aquí donde prevalece la opción de las marinas secas, un concepto que se ha importado a nuestro país con cierta lentitud, pero que poco a poco va arraigando. Un ejemplo es la noticia que publicábamos este 11 de junio sobre el Club Náutico La Rápita, el primero en contar con una marina seca en la isla de Mallorca.
Optimizar las instalaciones de menos uso del puerto
La reducción de actividad en los varaderos de los puertos ha permitido, para algunos casos, buscar rentabilidad de los espacios ociosos y convertirlos en almacén de embarcaciones. Esta iniciativa no solo ofrece un precio de estancia en puerto más económico que a flote, sino que además favorece la longevidad de las embarcaciones, pues sufren menos el desgaste y deterioro causados por el agua marina.
El concepto de marina seca supone la sofisticación de la invernada o invernaje. El usuario puede tener invernada su embarcación todo el año y disponer de ella permanentemente. El funcionamiento solo exige avisar con una antelación prudencial al operador que se encarga de la maniobra de puesta en agua, operación que se realiza sin que el cliente intervenga.
Choque con la normativa urbanística
Conceptualmente, la contratación de una plaza en una marina seca puede asimilarse al derecho de amarre. El armador tiene en el agua su embarcación cuando lo pide, y se sustituye el servicio de amarre por el servicio de izada.
Con todo, la adaptación de los espacios -en los puertos deportivos actuales- en marinas secas, choca con la normativa urbanística que impide la correcta integración de las instalaciones con el entorno, en especial a la volumetría necesaria. Es más agradable a la vista un pantalán con embarcaciones, que una estantería de embarcaciones dentro de una nave de aspecto industrial.
a adaptación de los puertos, incorporando el servicio de marina seca, al menos para embarcaciones de pequeña eslora, es una buena opción que evita la construcción indiscriminada de rampas de varada por el litoral, que entre el espacio necesario para vehículos, los remolques, las embarcaciones y el espacio para maniobrar promueven la degradación de las zonas que supuestamente pretenden proteger.
Los siniestros ocurridos en nuestro país dentro de las marinas secas frenaron su construcción, pero las ventajas de la marina seca resultan indudables. Si los concesionarios no adaptan sus instalaciones, serán las náuticas y talleres de reparación las que se llevarán el negocio.
Jaume Prats
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