El pasado día 10 de abril falleció en Sarnico (Italia) Carlo Riva, el gran impulsor del astillero Riva, a la edad de 95 años. La historia de Riva se remonta a la primera mitad del siglo XIX en la persona de Pietro Riva, un pescador del Lago de Como, habituado a reparar su propia barca de madera. Un día de la primavera de 1842 un pescador del Lago de Iseo le vio trabajar y le pidió ayuda para reparar sus dos barcas, que un temporal había destrozado. Riva se trasladó entonces a Sarnico, en el Iseo, donde terminadas las reparaciones previstas, un cliente le encargó la construcción de una barca en el estilo de las que se hacían en Como, lo que constituye el primer encargo de Riva. Pietro se casó en 1852 y tuvo cinco hijos. Su primogénito Ernesto decantó la actividad hacia la construcción de barcos a motor para el transporte de pasajeros, ampliando el negocio hasta diez empleados.
Ernesto murió en un accidente en 1907, precisamente durante la botadura de un barco, y su hijo Serafino dio un nuevo ímpetu al astillero cuando emprendió la construcción de la primera lancha propulsada con motor fueraborda, tipología que se había intentado ya en Estados Unidos y Alemania, pero que encontró en Serafino un empuje definitivo en 1912 cuando consiguió la nada despreciable velocidad -para la época- de 24 km/h con una de estas lanchas.
En el período de entreguerras el éxito de Riva es muy notable en la Costa Azul, donde la marca es comparada en el agua con Bugatti y Rolls Royce en las carreteras, pero no es hasta después de la II Guerra Mundial cuando Riva despega definitivamente, no sin antes vivir una fuerte crisis que lleva a Carlo Riva, hijo de Serafino y cuarta generación de la familia de constructores, hasta el timón de la fábrica, eso sí, con una montaña de problemas financieros. Pero Carlo no se arredra y en 1951 viaja a los Estados Unidos para comprar motores, lo que abre nuevas posibilidades tecnológicas y le destaca de la competencia. Desde este momento su mercado estará compuesto por reyes, actores de Hollywood, deportistas de élite y miembros de la jet-set internacional, como el Sha de Persia, el rey Hussein de Jordania, Richard Burton, Peter Sellers o Brigitte Bardot, dando lugar al nacimiento de un auténtico mito. Las lanchas Riva de madera, como la Corsaro de 1950, la Ariston, la Tritone, la Sebino, la Florida, la Junior de 1966 o la Olympia de 1968, diseños todas ellas del ingeniero naval Giorgio Barilani, eran tan imprescindibles en el patrimonio de las personalidades de la época como un Rolls-Royce o un guardarropa de alta costura.
Riva también construyó barcos para la pesca recreativa (1971), como la Bahia Mar 20’ o la Sport Fisherman 25’, ambos sobre cascos Bertram. Y aún más: el astillero holandés De Vries construyó ocho unidades del modelo denominado Caravelle Riva, de nada menos que 22 metros de eslora.
Aquarama, mito por excelencia
La Aquarama fue el barco más emblemático de todos ellos, una auténtica escultura de caoba de la que se construyeron tres versiones: la Aquarama, de 8,02 metros de eslora; la Super Aquarama, de 8,25 metros y la Aquarama Special, de 8,78. 784 unidades en total entre 1962 y 1996, cuando la complejidad técnica y su precio desorbitado -más de 500 millones de liras de la época- obligaron a dejar de construirla. Una idea de su coste la dará que personal del propio astillero se desplazaba a Costa de Marfil para seleccionar los árboles, o que las planchas de caoba que llegaban al astillero debían esperar un secado de tres años. Hoy son auténticas piezas de coleccionista, pero la última unidad no se vendió, sino que permanece en el pequeño museo de la firma.
Las Riva de madera son barcos de época por naturaleza, piezas a admirar en todos los meetings de embarcaciones clásicas, y a tal efecto se creó un registro mundial donde están “controladas” más de 2.000 unidades, y un selecto club que reúne a los propietarios de estas embarcaciones.
En 1969 Carlo Riva vendió sus acciones a la sociedad estadounidense Whittaker, con sede en Los Ángeles, iniciándose la producción de embarcaciones en fibra de vidrio. Cosas de la vida: en aquellos tiempos Whittaker era propietaria también de la marca Bertram, que en 1998 fue adquirida por el Ferretti Group, que la mantuvo hasta 2015.
A mediados de los años 90 Riva fue adquirida por el grupo árabe-inglés Invest Corp y en 1990 por la británica Vickers, que ya era propietaria de la marca Rolls-Royce, iniciando una fase de grandes inversiones y la salida al mercado de unidades de gran porte como el 54 Aquarius, el 60 Bahamas o el 80 Opera, así como lanchas deportivas como la Gitano, Black Corsair, Tropicana o Ferrari, ésta última propulsada con motores BPM a gasolina con eje directo y hélices de superficie. En este período el grupo adquirió unas instalaciones en Savona, con la intención de dar a luz una gama denominada Riva Grandyachts, con modelos de 24, 29 y 33 metros, que no se vio recompensada con el éxito.
En 1998 la marca cambió de nuevo de manos y pasó a la sociedad británica Stellican Ltd, lanzando los modelos Splendida 72’ Open y Cantata 84’ Open. Por fin, en mayo del año 2000 Riva volvió a manos italianas, pues fue adquirida por Ferretti S.p.A. pasando a ser la joya de la corona del grupo Ferretti, uno de los líderes mundiales en la construcción de motor yachts de lujo.
En la actualidad Riva es el decano de los astilleros italianos, paradigma de la elegancia clásica, del trabajo artesano y de la calidad absoluta, con una gama de 13 modelos que van desde la lancha Iseo, de 8,24 metros de eslora, hasta el superyacht denominado, directamente, 50 metros. El mito continúa, pero ahora el Ferretti Group forma parte del Shandong Heavy Industry Group – Weichai Group, un fabricante de motores diesel de la República Popular China, que en 2012 adquirió la mayor parte de las acciones de la compañía italiana.