¿Remain o Exit? Permanecer o salir de Europa. Esta es la cuestión hamletiana que, como buenos ciudadanos shakesperianos que son, los británicos estos días tienen que decidir.
– ¡Y a mí qué!, ellos se lo pierden, o ¿se lo ganan? Puede que yo también decidiría irme de esta Unión -nos comenta un amigo en la terraza del club no muy amante del proyecto europeo-. Otro amigo, contertulio en esta charla sabatina, le responde irónicamente:
-No te tendría que importar tan poco esta cuestión, y menos a nosotros, que tenemos pabellón holandés en nuestro barco.
-Y ¿qué tiene que ver esto con los británicos y su problema?
-Pues que si se van de la Unión Europea, ‘esto’ puede hacer aguas. Si sale Gran Bretaña, por efecto dominó, mañana saldrá Dinamarca, después Suecia y después Holanda, y nuestros barcos quedarían con un pabellón extracomunitario dentro de un estado comunitario.
-Siempre nos quedará la bandera belga, o la maltesa, que también son comunitarias y muy liberales.
-Sí, “siempre, -como dijeron en Casablanca-, nos quedará París”, pero con la trasgresión británica puede que todo esto que hoy llamamos Unión Europea sucumba en cuestión de unos pocos quinquenios.
Esta conversación es un ejemplo claro de cómo la salida de un Estado de Europa puede afectar de forma seria a la vida cotidiana de muchos ciudadanos europeos. Y esta realidad es la que han querido resaltar los políticos británicos partidarios del remain, la permanencia británica a Europa, ya que según ellos, la salida afectaría en muchos detalles, mínimos e inapreciables del día a día, de muchos ciudadanos que ya tienen asumido, de forma natural, las ventajas de ser europeo, a pesar de sufrir algunos de sus inconvenientes.
En el mundo de la náutica, la pertenencia a la Unión Europea para muchos españoles ha supuesto un respiro. Sobre todo en la simplificación de papeleos y requisitos para poder navegar con tranquilidad y menos burocracia. Muchos conciudadanos, amantes de la navegación, han optado con toda la naturalidad del mundo por estar protegidos náuticamente por un pabellón comunitario como el belga, el holandés, el maltés, y ahorrarse y no soportar la farragosa normativa española al uso y eludir los impropios requisitos que exige esta complicada legislación española sobre la cuestión de la náutica de recreo.
A veces me horrorizo cuando veo el caudal de papeleo que ha de presentar el armador de un barco con pabellón español que quiere inscribirse en una simple regata de altura, en comparación con otro que tiene la bandera de otro país de la Unión.
Y ya no solo me refiero a la bandera belga –caso paradigmático-, sino incluso a otras, como la misma Union Jack británica. Esta complicada legislación nuestra hizo que muchos armadores no dispuestos a pasar por el excesivo celo normativista español, optaran por otro tipo de bandera para sus embarcaciones, muchos a pesar del desagrado de tener que exhibir otro pabellón en la popa de su propio barco.
La Unión Europea tiene sus cosas positivas y negativas. Pero sus valores han entrado en nuestras venas. Puede que haya países para los que estar en la Unión no les suponga tantas alegrías como a otros. Y pongo como ejemplo a España. Puede. Pero nadie negará que formando parte de este espacio común hay muchos elementos positivos que a nivel individual se pueden resguardar.
Y convencer sobre estas ventajas ha sido la preocupación de estas semanas de quienes en Gran Bretaña están defendiendo la permanencia del Reino Unido en la Unión.
Mi amigo español partidario del Brexit, y armador de una embarcación con pabellón holandés, nos comentaba, tras estas reflexiones:
-Continúo pensando que los ingleses pueden hacer lo que quieren, si se quedan o se van. A mí lo que me preocupa es que aquí, en España, aún tengamos que buscar otra bandera para nuestros barcos, para no ir agobiados con tantos requisitos y papeleos, que nos obligan a tomar como pabellones alternativos los de otros socios europeos, más sensibles y comprensibles con la mentalidad de quien practica la náutica.
Y creo que no deja de tener razón mi amigo. De todos son conocidas las exigencias, y requisitos, realmente surrealistas, que a veces nos piden.
-Lo que querría -insiste- es que nuestra administración marítima simplificara y copiara la forma de hacer y de pensar de nuestros vecinos, como los belgas, holandeses o daneses, eliminando papeles y procedimientos, y sobre todo que cambien de actitud mental hacia nuestro colectivo.
Tras lo dicho, reflexioné. No es una cuestión de que se vaya alguien de un sitio, sino de que de tu sitio no tengas necesidad de irte, por un bullying administrativo.
Curioso. Algunos británicos quieren irse de Europa porque sienten que sufren un acoso burocrático comunitario que les limita en su libertad…, y muchos de nuestros navegantes se acogen a los pabellones marítimos de nuestros vecinos europeos porque quieren huir del acoso administrativo de nuestro país, que les da sensación de sofoco y asfixia. Y ambos casos tienen como marco a Europa.
Sí, algo no funciona en Europa…