Naturalmente, cualquier mortal sería mucho más feliz si no hubiera impuestos. Pero cuando yo me encuentro mal acudo al médico y prefiero que me atiendan enseguida, hoy mejor que mañana. Si quienes tenemos casa, coche o barco, no pagásemos impuestos ¿Quién debería pagarlos?
Quienes venden embarcaciones de recreo, y muchos de quienes las compran, estarían encantados de la vida si no fueran necesarios permisos o títulos náuticos para su manejo. Aquí ya la cosa se complica, pues existe un importante colectivo de empresas y personas que han hecho de los títulos náuticos su modus vivendi, trabajando en academias, ejerciendo de profesor, instructor o administrativo, redactando o editando libros al respecto, y también conviene no olvidar a los funcionarios que se ocupan de estas regulaciones, en actividades que van desde la realización y corrección de los exámenes hasta la confección de los carnets, pasando por los mismos tribunales de examen. Unos preferirían que no hubiera titulaciones y otros consideran imprescindible que las haya.
Pero aún hay más, el público en general seguramente prefiere que las haya, pues agradece poder tomar un bañito en cualquier concurrida playa sin tener que preocuparse de si un lanchero atolondrado le va a cortar un apéndice imprescindible con una hélice despistada, o le va a insertar la proa en el cráneo mientras da unas brazadas.
En el tema de las balsas pasa, poco más o menos, algo parecido. Quienes venden embarcaciones de recreo, y muchos de quienes las compran, preferirían que las balsas salvavidas no fueran ni fuesen obligatorias. Y mucho menos que sea obligatorio su revisión cada cierto tiempo. Por el contrario, quienes venden, revisan o reparan balsas, están totalmente inclinados a la utilización mayoritaria de tan simpáticos elementos así como a la frecuente revisión de los mismos.
Empezaré por las revisiones. En España son obligatorias cada año, mientras que en el extranjero lo son cada dos. Pero suele ser habitual que en estos lares las revisiones solo se efectúen en el momento de pasar la “itv”, cada cinco años, momento en el cual sucede que todo el material de seguridad está caducado, lo que resulta costosísimo de reponer y, además, es muy probable que se haya perdido la garantía por no haber pasado las revisiones en los periodos señalados por el fabricante.
Ahora vayamos a por las balsas propiamente dichas. Hechas algunas comprobaciones, resulta que ni en Italia ni en Francia es obligatorio el uso de una balsa has seis millas de la costa. Que en Italia es obligatoria una balsa “costera” para navegar entre las seis y las doce millas –entre las seis y las 20 millas en Francia- y una balsa en toda regla a partir de las 12 millas en Italia y a partir de las 20 millas en Francia.
En España la norma solo obliga al uso de la balsa si se va a navegar a más de 25 millas de la costa. Yo no sé si Mireia Belmonte regresaría nadando a tierra desde 24 millas, o desde 15, o desde 4. Pero yo, que tengo que parar a descansar cada vez que hago una piscina de 25 metros, yo, les aseguro que no.
Si a esto sumamos que los chalecos salvavidas suelen estar estibados en el último rincón del barco, que su ubicación casi secreta es solo conocida por el armador o su distinguida esposa, que los quitó –cualquiera de los dos- de donde estaban más a mano porque molestaban, y que ninguno de los invitados sabe ni dónde están ni cómo se colocan, del mismo modo que tampoco saben cómo se utiliza la balsa, no cuesta nada imaginar que la perspectiva de supervivencia en caso de naufragio es bastante pintoresca.
Yo soy firme partidario de que cada palo aguante su vela, y de que cada cual se haga responsable de lo que hace y de las decisiones que toma. Si un motociclista se descalabra por no llevar debidamente colocado el casco, debería asumir la totalidad del coste de sus atenciones en el servicio público de salud, que pagamos todos. Si una persona o individuo no quiere llevar chalecos o balsas, que no los lleve, pero que informe debidamente de ello a todos los demás que suben como invitados a su embarcación. “Muchachos, si nos hundimos os vais a ahogar”. A ver cuántos suben a bordo.
Vaya, que si alguien prefiere navegar sin seguridad, que navegue solo. Y, por supuesto, admita que no espere que le vengan a ayudar los servicios públicos dedicados a este menester, cuya obligación principal debe ser atender a quienes sí tomaron todas las precauciones señaladas. Si se procediese así, tal vez todos esos “valientes” que obvian las medidas de seguridad, tal vez, solo tal vez, no lo serían tanto…