El embarque tipo “patera” consiste en saturar de inquilinos una embarcación de recreo. Subrayo, de inquilinos, que no de tripulantes o armadores, y alquilarla por slots, [cuantos más, más rentable] para dormir o pasar el día en ella. Una práctica que se está generalizado en muchos puertos españoles, y que este verano puede ser el detonante de una verdadera masificación.
En principio dormir a bordo de un velero recreativo, deportivo, o en una confortable motora, no es nada del otro mundo. Quienes practicamos la náutica sabemos que nuestros barcos cumplen, entre otras, la función de ser nuestro hogar en el mar.
He conocido a muchos aficionados del mar que, en un momento dado de su vida, han convertido su barco en su casa habitual. Navegantes oceánicos que después de pasar años en el mar no se habitúan a las cuatro paredes y optan por vivir a bordo. Artistas, periodistas, médicos, arquitectos, cantantes, cineastas, escritores que toman su barco como el medio cotidiano de su hábitat, los hay a docenas. También conozco a muchos separados que, ante la necesidad de ceder el piso a su ex, no han tenido ningún inconveniente en irse a vivir a su barco, satisfaciendo, de paso, el poder cumplir con un deseo soñado: estar de forma cotidiana en medio del mar, vivir intensamente en su club o en el puerto donde está amarrado, y desprenderse explícitamente de su, -hasta entonces-, compañera de vida, que para más INRI, nunca le había gustado el barco de su marido, ni las aficiones náuticas de su lunático exesposo. Incluso he conocido a un exgobernador civil español, cuando aún existía esta función en nuestro país, que en un momento de su vida decidió vivir permanentemente en su velero y sentirse plenamente libre y feliz.
En definitiva, que no es raro eso de vivir permanentemente a bordo de tu barco, sobre todo para quienes les gusta el mar y tienen su barco como una parte intrínseca, un prolegómeno de uno mismo, paladines de una cultura náutica probada y reconocida por todos. Personajes que por ello saben convivir y respetar el entorno portuario.
Pero lo que ahora pulula nada tiene que ver con estos personajes, aficionados a la navegación y con una educación náutica exquisita. ¡No! Lo que se está detectando ahora es la invasión de personajes que irrumpen en los muelles de las marinas y se instalan por decenas en una embarcación, no respetando a propios ni ajenos.
Una embarcación para cinco tripulantes se convierte en una pensión donde se alojan hasta 15 personas, repartidas entre el camarote de proa, el salón central, la litera del navegante, y si conviene, durmiendo en la ‘bañera’. Colchonetas sobre el suelo o la cubierta. Dormir de forma gregaria, de ‘cama caliente’, con turnos de sueño, a precios de saldo. Eso sí, en una zona de privilegio, en el centro de las mejores poblaciones costeras. Fiesta y discotecas garantizadas en los alrededores. Un ir y venir continuo de gentes por los pantalanes, con un espíritu de juerga que nada tiene que ver con una fiesta náutica, y sí mucho con un botellón urbanita.
Estos ‘apartamentos turísticos a flote’, en medio de las dársenas recreativas de los muelles de muchas marinas, son en esencia bulliciosos, donde el jolgorio dura toda la noche y las mañanas se convierten en calurosos dormitorios abarrotados por inquilinos que desprenden sudor, olor y vinagre.
Nada que ver con la antigua tradición náutica, donde los residentes en sus barcos, de forma discreta, impregnaban un ambiente de autenticidad marinera y de vida fresca (cool) en los pantalanes, y estaban perfectamente camuflados, por su estilo y comportamiento, con el entorno.
¡No! Estos nuevos inquilinos son oportunistas que se aprovechan de una oferta y que la exprimen al máximo, sin ningún respeto, ni conocimiento. Al sobrecargar de inquilinos un barco, hacen que su alquiler, ya sea de pocos días o de unas semanas, sea muy barato. A un turista que quiera disfrutar a ‘tope’ de una localidad costera a low cost, le sale muy a cuenta estar a bordo de una embarcación. Es disfrutar de un lugar privilegiado a precio de ganga.
Me dicen que esto irá a más. Y algunos gestores de puertos y marinas recreativas están alarmados. Me comentan que en otras poblaciones portuarias europeas, como Londres, Amsterdam, o Malmö -y de otros puntos del ‘globo mundial’- esta forma de pensión a floteo ya se ha institucionalizado.
Aquí nos entra de nuevo. Como en todo en la vida, ‘pasar del uso al abuso, solo es cuestión de dos letras, AB’. El AB ya lo tenemos en nuestras marinas. Veremos cómo se expande este fenómeno del ‘barco-pensión’ patera en un futuro próximo. Seguro que será tema de rumor de pantalán estos meses de verano.