La escala anterior había sido en un puerto inglés al norte de Dover, Great Yarmouth, con una entrada muy estrecha de unos 75 metros, y con corrientes frente a la bocana que a nuestra llegada tenían un valor de unos 4 nudos.
Pues bien, estaríamos a una eslora de la entrada cuando de pronto salto el automático, quedando el barco sin gobierno y apagado, de inmediato fondeamos quedando el barco atravesado en la bocana. Con este último incidente el Capitán decidió que al llegar a Rotterdam elaboraríamos un completo informe de las últimas averías padecidas, casi en forma de ultimátum, para que se realizara una revisión a fondo de todo lo que sucesivamente estaba fallando.
Reunidos Capitán, Jefe de Máquinas y yo como mecanógrafo, empezó el mensaje de supervivencia mediante la “Olivetti” portátil. Sería excesivo ahora reproducir la carta de tres páginas de la cual me guardo copia -ya por entonces tenía inquietud coleccionista-. Reproduciré algunos párrafos que por sí solos contribuirán a documentar el desastre que vivíamos a bordo.
Parte de la corriente se lograba generar por una dinamo que iba acoplada al eje de cola, pues bien, ésta no aguantaba bien la carga por averías, entre otras de la turbo-soplante, lo cual hacia elevar peligrosamente la temperatura de los escapes. Ello obligó a dejar los camarotes con una sola bombilla y sin calefacción.
El motor principal empezó a quedarse sin aceite suficiente. Primero intentaron trasvasar aceite de los motores auxiliares, pero al no conseguir mejorar la presión se tuvo que hacer una arribada en Ceuta para proveernos de unos bidones de aceite. En el viaje de subida por una prolongada avería de máquina, de más de un día frente a la costa de Portugal, se echaba a perder parte, o casi la totalidad, de las provisiones de la cámara frigorífica.
Para paliar dicha situación nos dispusimos a localizar un pesquero para poder proveernos de pescado fresco. Con nuestro pequeño bote a remos acudimos al costado del pesquero, iba yo al “mando” e iniciamos un intercambio de unas cestas de pescado a cambio de unos cartones de tabaco y unas botellas de whisky. La imagen de proveernos de comida fresca en alta mar requiere pocos comentarios. En cuanto a los motores auxiliares, uno quedó inservible por causas que no puedo precisar, y el otro se mantenía en funcionamiento tras haber anulado uno de los tres pistones, debido a haberse fundido el cojinete del cigüeñal. En la carta se informaba que las paradas de máquina, sólo en el viaje de subida, totalizaban 2 días, 4 horas y 40 minutos.
La frase final no tiene desperdicio, “es evidente que en estas condiciones el buque se perderá tarde o temprano, y no se puede seguir navegando sin seguridad por los defectos que Vds. ya conocen”
Singladuras Singulares por el Mar del Norte, capítulo 1
Singladuras Singulares, capítulo 2, El barco Eco Mercedes