Hace una semana iniciábamos un proceso de reflexión sobre la necesidad de utilizar materiales reciclables en la construcción de embarcaciones de recreo.
Simultáneamente a la publicación de aquellas líneas el huracán Matthew, (septiembre 2016), sesgaba la vida de 1300 personas dejando devastados países como Haití, Jamaica, República Dominicana o Cuba. La peor tormenta en el Atlántico en los últimos 10 años –fuerza 4- se ha ensañado particularmente con Haití, el país más pobre de América Latina.
Ante este panorama nos parece sumamente banal tratar, sin más, temas náuticos y aquellos que entendemos pueden ayudar a la gestión ordinaria de las instalaciones portuarias.
Las fotografías que se consiguen por Internet son extremadamente gráficas sobre cómo han quedado afectadas zonas de la costa y las Marinas de Smyma Beach o de Hilton Head.
Las roturas de los pantalanes y muelles es lo de menos; cientos de embarcaciones han sido destruidas, y las compañías aseguradoras aún no han presentado una estimación de los daños.
Los puertos de recreo de Estados Unidos, en especial los del norte de Florida, Georgia y parte de Carolina del Sur han sufrido un huracán de fuerza 4 y han quedado severamente afectados, y ni hablar de los Caribeños.
La fuerza de la naturaleza deja puertos por reconstruir, embarcaciones para renovar, desechos por recoger. El sector se repondrá. Pero desgraciadamente la cruz de la moneda es inmensa: sequía, pobreza, hambre, cólera, y sufrimiento por los fallecidos, desaparecidos y por los que las enfermedades no les dejarán sobrevivir.
Estos sí que son problemas para gestionar.
Nuestro recuerdo para todos ellos.
Jaume Prats.